𝐈𝐈𝐈.

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Los invitados tomaron sus posiciones y los cuerpos se movieron al unísono con la música. La mayoría en pareja, aunque las almas solitarias no ser quedaban atrás.

La danza era elegante, perfecta, como siempre lo había sido en Goram.

Sin embargo, la mente del rey Lorcan vagaba lejos. Su mirada se encontraba perdida, aunque lo fingía muy bien a la hora de hablar con la gente.

Las horas pasaron sin dificultades. La comida se iba acabando, los bailes venían con largos descansos...

La fiesta terminaba a las dos de la madrugada, y apenas iba a ser la una.

Dak frotaba sus ojos somnoliento, aún era un niño que dormía mucho y ya se había pasado su hora de ir a la cama, que era a medianoche.

Estaba sentado en una silla que él mismo había llevado hasta una esquina. Sujetaba los bracitos de su hermano, moviéndolos de lado a lado para hacer como si bailase.

Entre todo el ruido de la sala, se concentraba sólo en las risas de Eka.

Eso era hasta que repentinamente hubo un apagón, no sólo en la sala de baile, sino que en todo el castillo. La música se detuvo, el movimiento de los bailes también, y un silencio fue lo que inundó los oídos de todos.

Abrazó a su hermano, viendo cómo la enorme puerta de entrada se abría velozmente. Un soldado de la guardia real, que sujetaba un farol, se acercó con pasos apresurados al rey, susurrando algo en su oído.

Su esposa, mientras trataba de no pensar lo peor, caminaba rápidamente hacia ellos. El guardia llevó a ambos afuera de la sala.

Nadie sabía qué hacer, ahora se oían murmullos, unos preocupados, otros confundidos.

- Majestades, hemos detectado movimiento sospechoso cerca de las mazmorras. El apagón no fue un accidente. Tememos que haya intrusos ya dentro del castillo.

Los reyes intercambiaron miradas, el del hombre parecía más de enfado que el de la mujer. Además, se sabía que lo que más pavor le causaba a ella era que algo sucediese con sus hijos.

- Debemos asegurarnos de que Dak y Eka estén a salvo. - Dijo ella, su voz apenas era un susurro mientras sus ojos color esmeralda se dirigían hacia la puerta, donde del otro lado se encontraba el hijo mayor que trataba de escuchar la conversación.

Lorcan, con el ceño fruncido, respondió:

- Primero necesitamos tener la situación bajo control. No podemos dejar que...

Fue interrumpido por un segundo guardia, se le veía bastante alarmado. Comenzó a hablar a la vez que hacía una reverencia.

- Su majestad, han entrado, es una emboscada. Los estamos reteniendo todo lo posible.

- Lleve a sus hombres al ala norte y aseguren de que las puertas estén selladas. Abran todas las salidas de emergencia.

Ysara no lo pensó dos veces antes de salir corriendo al interior de la sala de baile, buscando con la mirada a los príncipes.
Dak, aún sujetando a su hermano, tiró de su falda para llamar su atención.

Ella estaba conteniendo sus lágrimas. Le quitó a Eka de sus brazos y alzó a ambos.

- ¡Deben irse todos ahora, un guardia les guiará hacia las salidas de emergencia!

Ignoró el pánico que cundió, su única prioridad eran los pequeños en sus brazos.

Salió de la sala aprisa y Lorcan sujetó a ambos por ella, pues al traer puesta una falda larga y tacones no podía correr bien.

Verath. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora