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Después de llegar a tierra firme habían pasado un par de días más de viaje en carruaje. Había sido el viaje más largo y aburrido de toda su corta vida, no repetiría algo así jamás.

Cuando por fin bajaron del vehículo se encontraron con un edificio enorme, frente a las verjas de acero de la entrada habían tres mujeres vestidas con túnicas de diferentes tonos de gris, acompañados de blancos delantales.

- ¡Veo que ya han llegado los nuevos!

La del centro dio unos pasos al frente, agachándose a la altura de los niños.

- Yo soy Selene, ellas son Isolde y Vera.

Las tres sonreían dulcemente, y a la que había presentado como "Isolde" intentó quitarle a Eka nuevamente. Dak se echó hacia atrás y dejó ver sus colmillos, haciéndole entender a la mujer que no le soltaría.

- Es un poco agresivo, pero nada muy preocupante.

- Aún es pequeño, sólo está asustado.

Sus ojos viajaban de los hombres a las mujeres repetidamente. Entonces al mirar hacia atrás de ellas vio unas letras en grande sobre la verja. Ponía "Larkhill's Orphanage" en mayúsculas.

¿Orphanage? ¿Orfanato? ¿Pero ahí no era donde iban los niños sin padres? Esas eran las preguntas que se hacía Dak. Él tenía padres, si los había visto antes de irse del castillo. Y seguro que estarían extremadamente preocupados por él.

Pobre de él, al aún no entender cómo funcionaba la muerte.

Al salir de su mente se había dado cuenta de que los hombres se estaban yendo, y las mujeres le sonreían de una forma que era casi aterradora. Quizá sólo era el miedo de no saber quiénes eran ni dónde estaba.

Vera, la que parecía la más dulce de las tres, le dio la mano y se encaminaron hacia el interior del lugar.

El orfanato era un edificio antiguo con encanto, con paredes de piedra y grandes ventanales que dejaban entrar mucha luz. Los pasillos estaban decorados con dibujos hechos por los niños, y habían habitaciones acogedoras donde cada grupo podía dormir.

La sala común era amplia, con mesas y sillas para actividades, juegos y comidas. Al fondo, una puerta de madera que daba a un pequeño jardín al aire libre, donde los niños podían jugar y explorar.

Los infantes, que estaban todos en el comedor, se giraron hacia los hermanos. Habían unos quince, y eran más niñas que niños. Habían algunos más mayores que otros, a la más mayor le echaba unos diez años, y al menor unos tres.

No pasó desapercibido que en la ropa había cosido un número diferente, sólo iba del 1 al 5, aunque no habían 3. ¿Hasta qué número llegaría?

Habían llegado casi al final de la hora de la comida, por lo que sobre la mesa se veían bandejas casi vacías. Algunos lugares sin estas bandejas sólo tenían bolsas de plástico con sangre. Quizá por preferencia de los propios niños, que no les gustase la comida humana.

Vera soltó su mano y dio dos palmadas para llamar la atención de todos.

- ¡Chicos y chicas, tenemos a dos nuevos compañeros! Dak y Eka, por favor hacedles sentirse como en casa. Todos decid: "¡Hola Dak y Eka!".

Todos repitieron al unísono, algunos desinteresados, otros con sonrisas y los demás con cara de que conocían esos nombres pero no sabían de donde.

Dak simplemente agitó la mano a modo de saludo, aún era tímido.
Al contrario, su hermanito llevaba una sonrisa de oreja a oreja y agitó el brazo entero, sacando unos cuantos "aaawww" en el proceso.

Apareció de nuevo Selene y todos volvieron a lo suyo. Se posicionó frente a Dak y se agachó para entregarle dos papeles que tenían muchos cuadritos, números y letras.

- Esas son las reglas y la rutina de cada día. ¿Sabes leer?

Negó con la cabeza, apenas y sabía reconocer las formas de los números en el reloj de su antigua habitación.

- No pasa nada, Vera lo leerá por ti.

Selene se dirigió a la mencionada y le dio una montaña de ropa, tanto grande como pequeña.

- Llévales a la habitación y--

- ¿Podemos estar en una habitación sola?

Las mujeres le miraron con las cejas alzadas. Esa era la primera vez que le escuchaban hablar, y eso que pensaron que iba a ser gracias a un "Hola".

- ¿A qué te refieres?- Preguntó Selene.

- Las habitaciones tienen muchas camas... Mi hermanito es pequeño y quiero estar solo con él.

Se miraron entre ellas y asintieron antes de volver a verle a él. Vera tomó su mano y caminó hacia fuera de la sala, así subiendo escaleras a un ritmo lento.

Cruzó varios pasillos, abriendo una puerta que a pesar de que se viese igual que las demás, su interior era diferente.
Era una habitación pequeña, con una cama, una mesita, un escritorio y un armario. Sobre la puerta había un reloj justo como el de su cuarto.

Lo extrañaba.

A mano izquierda había una puerta blanca, que al adentrarse y abrirla reveló un baño para una persona.
Un inodoro, un lavabo con espejo y cajones y una bañera. Era suficiente.

Mientras Vera dejaba toda la ropa en el armario, Isolde entró con una cuna y la dejó en la esquina derecha de la habitación, junto a la cama y debajo de la ventana. Se fue sin decir palabra.

- Ven, Dak.- Palmeó el borde de la cama, sentándose ella también.

Acató la orden y dejó a Eka acostado con la cabeza en la almohada, sentándose delante.

La mujer estiró su brazo para que le diese los papeles, y al tenerlos empezó a leerlos en voz alta.

Las reglas eran:
Respeto mutuo, ayudar en las tareas, no pelear, seguir las instrucciones de las cuidadoras, respetar los horarios de descanso, usar los espacios adecuadamente, y no hablar de situaciones ajenas.

En cuanto al horario:
Despertar a las diez.
Desayunar a las diez y media.
Actividades matutinas a las once y media.
Clases de arte y actividades físicas a la una.
Almuerzo a las dos.
Siesta y tiempo libre a las tres.
Actividades de tarde a las cinco.
Si quieren, merienda a las cinco y media.
Tiempo libre a las seis.
Cena a las nueve.
Cuentos o actividades nocturnas a las diez.
Tiempo libre a las once.
Preparación para dormir a la una y media.
A las dos todos deben estar en la cama.

Perfecto, no había entendido nada del horario. Sólo había entendido que habían actividades, tiempo libre, comida, tiempo libre, cuentos, actividades, tiempo libre y más comida.

La cuidadora, al ver su confusión, dejó una caricia en su cabeza.

- No te preocupes, te enseñaremos a leer y contar. Ya mismo empieza el tiempo libre, así que puedes hacer lo que quieras. Te vendremos a buscar cuando la aguja corta apunte al cinco.

Se levantó y posó el dedo en el número mencionado.

Dak asintió y la mujer se fue. Se giró hacia su hermano, quien se había dormido.

...

Menos mal que él solito había aprendido a cambiarle pañales a un bebé, al observar a su madre haciéndolo.

Verath. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora