𝐕𝐈𝐈.

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Al estar ambos ya con el pijama puesto dejó a Eka en su cuna. Aún estaba muy despierto y no tenía pinta de querer dormir.

Las cuidadoras le habían permitido traer varios juguetes para poder entretenerle en este tipo de situaciones.

Dejó una pelota blanda en la cuna, y el pequeñín se sentó por sí solo para alcanzarla y apretarla mientras mordía su chupete.

- Discúlpame por hacer que me castigasen, ahora mañana nos separarán o te quedarás sin actividades por mi culpa...

Se sentó en el borde de la cama y frotó sus ojos. Era tan injusto que quería llorar. Y eso hizo, en silencio para no preocupar a su hermano dejó que las gotas se deslizasen por sus mejillas.

No tenía a nadie que lo consolase en un momento así. Se puso a pensar qué habría dicho si madre. Habría sido algo como "No ha sido tu culpa, sólo querías ayudar al nuevo...".

Pasó la manga de su camisa por su rostro para limpiar sus lágrimas. Tenía razón, no era su culpa haber hecho lo que hizo, pero Cianne tampoco tenía culpa de que la hubiesen educado tan mal.

Sorbió su nariz y respiró profundamente, utilizando el método que le enseñó su madre para intentar relajarse y parar de llorar.

- ¡Tak!

Una vocecilla agua le sacó de sus pensamientos. Levantó la mirada al segundo, viendo a Eka de pie, cuyos ojos apenas sobrepasaban la altura de la cuna y por ello tenía la cabeza alzada para intentar ver bien a su hermano mayor. Se había quitado el chupete y lo tenía colgado de su cuello.

-¿...Qué has dicho?

- ¡Tak!

Se levantó de inmediato y se acercó a la cuna, viendo al bebé sentarse.

- ¿"Dak"? ¿Es eso lo que quieres decir?

Eka rió y agitó sus brazos, finalmente dejándolos alzados para que lo cargase.

Sentía que iba a llorar de verdad esta vez, y por supuesto que no lo contuvo. Alzó al pequeñajo y se sentó en la cama de nuevo y dándole un abrazo sin pasarse con la fuerza.

Sus ojos se aguaron rápidamente como un fregadero con el desagüe tapado. Eka estaba confundido, pero no sentía que nada pasase así que le estiró del pelo entre risas.

- Eka... Te quiero demasiado.- Separó el abrazo y lo sentó en sus piernas.

De repente la puerta se abrió, era Vera quien venía a revisar que los niños estuviesen durmiendo, pero se alarmó al escuchar lloros.

- ¿Todo bien? - Preguntó acercándose a ambos.

Asintió a la vez que dejaba caricias en la cabeza de su hermano.

- Dijo su primera palabra... Dijo... Dijo mi nombre. - Aún​ no se lo podía creer, estaba apunto de pellizcarse para asegurarse que no fuese un sueño.

La mujer jadeó de sorpresa y aplaudió no muy ruidosamente para no asustar al más joven.

- ¡Eso es genial! Me alegro un montón, había escuchado llanto y pensé que te sentías mal. Vine corriendo.

- Claro que me siento mal... Lo de antes fue muy injusto.

- Le has roto la muñeca a Cianne, tienes merecido el castigo.

Dak puso los ojos en blanco. No se seguiría intentando explicar, de todas formas no le iban a creer.

- En fin, id a dormir ambos ahora, que es tarde. Mañana lo hablaremos a fondo.

Se levantó y apagó las luces, cerrando la puerta detrás de ella.
Por suerte realmente no necesitaban la luz artificial al tener buena visión nocturna.

Acostó a su hermano en sus brazos y lo meció, tarareando una canción de cuna que su madre cantaba para ambos.

Costó un poco, pero logró dormirlo. Lo dejó en su cuna y él se metió a la cama, arropándose hasta el cuello.

- Buenas noches, hermanito.

Verath. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora