Parte 2

24 4 2
                                    


¡Ya está aquí! ¡¡Ya ha llegado!! El grito resonó en la clínica universitaria de Pamplona, llenando el aire con una mezcla de emoción y alivio. Karmele, con el cabello desordenado y las mejillas sonrojadas, miró a Andoni a los ojos. Su sonrisa iluminaba la habitación, donde el sonido de los monitores y el suave murmullo de las enfermeras se fundían en una sinfonía de vida.

La luz de la mañana se filtraba a través de las ventanas, dibujando patrones cálidos en las paredes. Karmele, joven empresaria de espíritu indomable, había pasado los últimos meses soñando con este momento, un nuevo capítulo que comenzaría en sus vidas. Andoni, su pareja y socio en la renombrada zapatería del casco viejo, sostenía su mano con firmeza, sintiendo cómo su corazón latía al unísono con el de su hija, Olatz.

Cuando la enfermera apareció con la pequeña en brazos, todo pareció detenerse. Olatz, con su piel suave como el terciopelo y un mechón de cabello oscuro que le caía sobre la frente, era el retrato de la felicidad. Karmele sintió una oleada de amor que nunca había imaginado que pudiera ser tan profunda.

—¡Es perfecta! —susurró, mientras Andoni se inclinaba para besar la frente de su hija. En ese instante, el bullicio del mundo exterior se desvaneció. Solo existían ellos tres.

La clínica, un lugar que había visto tantas historias, ahora era testigo del comienzo de la suya. Olatz sería el lazo que uniría sus vidas, la razón detrás de cada esfuerzo, de cada zapato que habían creado con tanto esmero. La tienda en el casco viejo, llena de vida y de historias por contar, ahora tendría una nueva narradora, una nueva musa.

Mientras Karmele sostenía a Olatz en sus brazos, imaginaba su futuro: los pasos tambaleantes de su hija aprendiendo a caminar, la risa resonando entre los estantes de zapatos, los sueños que se forjarían juntos. Andoni, con su mirada llena de orgullo, sabía que la pequeña traería consigo no solo alegría, sino también retos. Pero estaban listos para enfrentarlos, como siempre lo habían hecho, codo a codo.

Con cada latido del corazón de Olatz, el legado de Karmele y Andoni se hacía más fuerte, uniendo su amor y su pasión por el arte de la zapatería en un camino que apenas comenzaba. ¡Ya está aquí! ¡¡Ya ha llegado!! La vida en sus manos, llena de promesas y sueños por descubrir.

Olatz creció rodeada de amor en una pequeña casa en el casco viejo de Pamplona, pero su infancia no fue del todo sencilla. Desde pequeña, había sido una niña despierta, con una curiosidad insaciable. Sus ojos oscuros brillaban con inteligencia mientras exploraba cada rincón de su hogar, siempre preguntando, siempre observando. Sin embargo, detrás de su brillante mente había una timidez que la hacía sentirse vulnerable en situaciones que a otros les parecerían triviales.

Tenía un pánico particular por el fuego. Aunque sus padres, Karmele y Andoni, intentaban hacerle comprender que era algo que podían controlar, para Olatz, las llamas eran seres voraces y caprichosos. Su mente asociaba el fuego no solo con el calor, sino con la pérdida, con la destrucción. Cada vez que veían las luces de las velas parpadeando en la mesa durante las cenas, ella se aferraba a su muñeca de trapo, buscando consuelo en la suavidad del tejido.

A medida que se acercaban las fiestas de San Fermín, la ansiedad de Olatz aumentaba. Las aglomeraciones y el ruido la abrumaban. Cuando tenía cinco años, su familia decidió asistir a la celebración del chupinazo. Karmele y Andoni estaban emocionados, deseando que su hija compartiera con ellos la alegría del inicio de las fiestas. Sin embargo, Olatz sintió que el mundo se achicaba a su alrededor mientras la multitud se aglutinaba en la Plaza del Ayuntamiento.

Los gritos de emoción, las risas, el sonido de los cohetes resonando en el aire; todo eso se transformó en un eco ensordecedor en su mente. Fue entonces cuando comenzó a temblar. Sus manos se enfriaron y la visión se le nubló. En un instante, el corazón le latía con fuerza, como si quisiera salir de su pecho. Se sintió atrapada, incapaz de respirar. Su familia, al darse cuenta, se acercó a ella, pero la multitud parecía un mar implacable. Fue el día en que su pequeña vida dio un giro inesperado, y un ataque de pánico la llevó a buscar la calma en un mundo que se había vuelto caótico.

Karmele, con su amor maternal, la envolvió en un abrazo, mientras Andoni, con su voz tranquila, intentaba calmarla. Sin embargo, Olatz solo quería huir de aquel ruido, de aquel fuego interior que amenazaba con consumirla. Desde ese día, su familia decidió que durante las fiestas se alejarían de Pamplona, buscando refugio en la tranquilidad de la naturaleza, lejos de las multitudes y de las luces brillantes.

Así, cada año, cuando San Fermín se acercaba, la familia se marchaba a un pequeño chalet en las montañas. Olatz se sentía más segura allí, rodeada de árboles que susurraban historias antiguas y ríos que corrían con un murmullo sereno. En esos momentos, podía concentrarse en lo que realmente amaba: los libros, las aventuras de los héroes en sus páginas, y los sueños que tejía con su imaginación.

La niñez de Olatz fue una danza delicada entre el miedo y la valentía. Aunque la vida le presentó desafíos, su mente brillante y su corazón lleno de amor la guiaron. Con el apoyo de su familia, aprendió a enfrentar sus temores, encontrando en la calma de las montañas un refugio, mientras su espíritu inquieto seguía explorando el mundo de maneras únicas y sorprendentes.

ECOS DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora