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Observo la pava hirviente, mientras su bullicio persiste en mis oídos,

anhelo sumergir mis dedos en ella,

bajo la vaga excusa de encontrar un dolor que se iguale a tu partida.


Pienso en cada ocasión en que di por concluida nuestra historia,

cerrando puertas y ventanas para evitar que un soplo de viento me recuerde a ti.

Caigo en un estado de desesperación,

viendo pasar amores frente a mis ojos, mientras solo puedo verte a ti, obstinada.


No encuentro explicación en todos esos intentos fallidos,

en todos los aciertos, no, no encuentro explicación para un corazón tan puro aferrado al dolor.

No es que no haya intentado olvidarte, es que lo hice con tal fuerza que volví al punto de partida.


No me reproches, por favor, no lo hagas, he intentado,

no me culpes por dejar la puerta entreabierta cuando esperas detrás de ella.

No hay más culpables que nosotras, negras y cansadas,

dolor que causas cada vez que te marchas sin previo aviso, cada vez que hablas y das la vuelta,

porque el corazón no entiende de razones ni peros, simplemente no entiende.


Por eso, deseo que el agua hirviente queme y desgarre mi piel,

que algo duela más que tus recuerdos, que tu risa viva en mi mente,

y que tus labios, que escupen fuego, ardan y se consuman.

MarchitasWhere stories live. Discover now