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Jueves, 4 de agosto de 2016, 22:55 HS – Aeropuerto internacional de Cork, Irlanda.

—Cariño — Exclamó la abuela sosteniendo tu cabello, a un costado del retrete — ¿Acaso te desacostumbraste a volar? — Cuestionó la anciana, mientras te miraba preocupada — Eso ganas por no venir a visitarme seguido. — Bromeó como de costumbre.

—Estoy bien, abuela — Dijiste cortando una toalla de papel para limpiar tu boca — Debe ser el jet lag. Es todo.

Tu abuela, la persona que quizás más te conocía en este mundo, no era ninguna tonta. Desde la boda se había dado cuenta de que estabas distinta. Pero, la edad no viene sola, trae consigo un montón de experiencia. Solo le bastó con mirar tus caderas y el nuevo brillo en tus ojos para darse cuenta.

—Anda, deja ya de fingir. Se nota a leguas que estas embarazada — Exclamó retumbando un poco su pie en el suelo, ansiosa. — ¿Hasta cuando pensabas ocultármelo? — Cuestionó con un deje de decepción en la voz.

—Hasta que se me notara la panza — Dijiste descaradamente, sonriendo de lado y poniéndote lentamente de pie. — Además ¿Cómo te diste cuenta?

—Hay secretos que es mejor no contarlos — La abuela esbozó una sonrisa medio arrogante y juguetona, todo para sacarte a ti una sonrisa. — Pero aquí la cuestión es seria, me estas haciendo bisabuela — Dijo apretando uno de tus hombros, mientras reía por encima de sus palabras.

—Oh, no me digas — Dijiste fingiendo demencia, también riendo de lado — No pensé que te preocupara tanto eso. Seguramente, cuando nazca, serás la primera en querer monopolizarlo... ¿No es así? — Dijiste viéndola de reojo, remarcando la última frase con tono irónico. La abuela largó una carcajada, esa vieja adoraba a los niños más de lo que adoraba a los gatos.

El viaje de Tokio a Cork era muy agotador. Dos aviones y una escala en Ámsterdam te separaban de tu querida abuela, y era duro. La vieja había decidido volver a la tierra de sus ancestros luego de la muerte de tu madre, hecho que sin duda le había hecho tomar la decisión. No porque quisiera huir, sino porque sentía que debía alejarse un poco de todo ese caos. Su esposo había fallecido de una manera similar, a solo unas calles de donde había sucedido lo de tu madre. Ver a su hijo y a su única nieta tan devastados, sumado a la carga de dolor que ella llevaba por lo de su esposo, hicieron que eligiera alejarse un poco. Luego del funeral, preparó todo y se movió a la tierra de sus ancestros, y ciertamente fue la mejor elección. Su salud mejoró, hizo muchas amistades y su vida social era mucho mejor que la tuya.

No juzgabas su decisión, pero te dolía tenerla lejos y tener poco tiempo para ir de visita.

Pero, ahora te encontrabas tomando un descanso junto a ella. Llevabas un par de años sin pisar suelo Irlandés y cambiar de aires era lo que más necesitabas en esos momentos. Respirar y descansar, para poder dejar ir todo el dolor que llevabas contigo. Dormir mucho, pasear por las verdes colinas, comer las ricas comidas de tu abuela y jugar con sus michis era quizás la mejor medicina para tu alma corrompida.

De a ratos, era inevitable repasar todo lo acontecido días atrás. El rostro de Satoru aparecía de vez en cuando en tus pensamientos.

Había momentos en los que creías escuchar su voz llamando a tu nombre, pero al voltear solo había silencio.

A veces, caminando por el centro de Cork, creías ver hombres con sus características físicas, entonces observabas con cuidado que no fuera él, pero al verlos de cerca, te volvía el alma al cuerpo al percatarte de que ninguno de ellos era él.

Nuevamente, no se te había caído ni una sola lágrima. Seguías sin poder expulsar aquel dolor que se comía los pedazos rotos de tu corazón, pero en cierto modo no te importaba. Cada que aparecía la más mínima pizca de dolor, tu alma en automático activaba un mecanismo de defensa el cual te hacía parecer anestesiada. Y, si alguien tocaba el tema, simplemente pasabas de el como si no tuviera importancia, y eso le preocupaba a tu abuela.

Detras de tí  | Gojo Satoru x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora