Veamos Crepúsculo

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Hay algo curioso en el luto. O al menos en el luto de mi familia.

Nadie la menciona. Para Jeremy y mi papá, Beth Clarke ni siquiera existió.

Al llegar del sepelio, mi padre se encerró de un portazo en el cuarto de invitados. Jeremy y yo nos miramos, sin saber que decir ahora.

–Deberías de sacar su ropa. – susurra Jeremy, mirando al piso, sus ojos rojos de nuevo.

–¿Yo? – preguntó, arqueando una ceja.

–Si, tu. – asegura, subiendo las escaleras. – La roca de la familia.

No me gusta que me llame así. No creo que sepa como me siento. Aunque yo tampoco lo se, de todos modos.

Miro mi celular, tengo cuarenta y cinco mensajes esperando por ser abiertos. Treinta de whatsapp, diez de Facebook y cinco de tweeter. Ninguno contiene nada que me pueda hacer sentir mejor.

Y la casa apesta a flores. Yo no se porque la gente piensa que unas flores van a animarnos o son un lindo detalle. Son solo mas cosas muertas. O la gente que te trae de comer. ¿Qué no entienden que lo único que uno quieres es una pizza de pepperoni? Algo que engorde.

Subo las escaleras y entró en mi cuarto. Me tiró en mi cama, cerrando los ojos. No he dormido en días. Tampoco he ido a la escuela. Te dan días libres para sobreponerte de la pena. Pero, ¿Cuál pena?

Puedo pensar en cosas lindas en vez de seguir pensando en sus ojos como el caramelo, su sonrisa maternal. Algo como irme de viaje por todo el mundo o conocer a Bradley Cooper.

Estoy a punto de hacerlo cuando mi teléfono empieza a sonar. La música de Say Something inunda mi habitación. Alargó mi mano y lo tomo, poniéndomelo en mi oreja.

–¿Qué? – digo, poniéndome de espaldas en la cama y mirando las estrellas de plástico en el techo.

–Wow, que mal humor. – la voz de Cassy suena por mi teléfono.

–Mi mamá esta muerta. – conteste, como si no fuera obvio.

–Por eso, vamos a ver Crepúsculo. – su respuesta viene con naturalidad y no se perturba con mis palabras.

–¿Por qué querría ver esa mierda?

–Porque cualquier adolescente cachondo se anima al ver a Jacob.

–¿No era Edward? – pregunto, frunciendo la boca.

–No lo puedes saber, porque nunca la has visto. – puntualizó con su voz aguda.

–Mamá nunca me dejó verlas.

–No creo que te regañe ahora si vienes a verlas.

–Porque esta muerta.

Que fácil se me hacia decir la palabra "muerta".

–Exacto. – contestó mi amiga, animada. – Que bien que no estés atravesando esa etapa de negación.

–Estaré en tu casa en quince minutos. – le avise, ignorando su comentario idiota.

Cassy era igual de insensible que yo para estos temas. Aún cuando creo que lo único que se le había muerto alguna vez en su vida fue su tortuga que se llamaba Simón.

No me moleste en avisarle a mi papá que iba salir. Seguía encerrado en el cuarto de visitas y se oían sus sollozos. Me ponía la piel de gallina. Papá nunca lloraba por nada.

Jeremy estaba tirado en el sofá, haciendo lo que cualquier adolescente de dieciocho años haría para olvidarse de algo. Fumando mota y ahogándose con una cerveza. Éramos mellizos, sabia bastante sobre su alma.

Puedes Llorar, Yo te SostengoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora