CAPÍTULO 8: Ombra.

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Violeta:

Los pedales de la bici de alquiler giran y giran bajo el empuje de mis pies, el traqueteo del plato y la cadena deslizándose junto a mí en esta cuesta abajo por las calles aún medio vacías de transeúntes, las ocho de la mañana de un viernes despejado y cálido. Una bici que me he aventurado a coger motivada por la sensación de descanso reparador con la que me he levantado hace unos cuarenta minutos, después de dormir de un tirón las cuatro horas escasas que le restaban a mi noche una vez finalizado el primero de mis paseos con Chiara.

Es tan poco habitual en mí esta sensación de tener las baterías recargadas al cien por cien, que no he querido darle demasiadas vueltas al impulso que me ha dirigido hasta aquí, hasta la estación de Sants, donde dejo aparcado mi corcel de dos ruedas con el tiempo justo de entrar a comprar un billete antes de tener que irme a trabajar.

Aunque los compromisos labores únicamente me permitan una corta visita exprés de día y medio, la necesidad de dejarme caer por mi casa en busca de consuelo y apoyo en medio de tantas novedades me ha inundado por completo desde el momento en que mis pies han abandonado la calidez de las sábanas al despertar. Necesito un abrazo de mi madre, que me envuelva en la fragancia del suavizante azulado de siempre; necesito los consejos del alma de sabio que encierra el cuerpo de mi padre; necesito una ronda interminable de pullas voladoras con Tana.

Durante los doce meses que he permanecido en Barcelona con la que ahora mismo es mi ex, he ido aplazando en el tiempo las visitas a mi ciudad natal, primero con cualquier excusa que ella me obligase a poner para no perderme de vista, después ya, rebuscándolas por mi misma en mi archivo de mentiras solamente para evitar exponerme a una visión de la realidad que no me convenía destapar. Pero ahora, ahora me siento más que preparada para recuperar también esta parte de mi vida.

Cinco minutos más tarde salgo al exterior con un pasaje de AVE que me dejará en Granada dentro de aproximadamente treinta horas, un eco familiar de anticipación retumbándome en las entrañas. Es increíble la sensación sin igual que cada trayecto me provoca al retornar a Andalucía, el lugar que siempre será mi verdadero hogar.

El calorcito del sol de las primeras horas del día templa mi cuerpo, y me permito comprobar que, por suerte, he salido con la suficiente antelación como para poder permitirme el lujo de caminar hasta el estudio de fotos con los auriculares bien sujetos en mis oídos. Auriculares que reproducen a un volumen medio una de las canciones que mi vecina me recomendó ayer en la conversación sin fin que le siguió a mi desafortunada pregunta sobre sus gustos musicales. Y digo desafortunada, porque no hizo más que confirmar una intuición previa, la certeza aplastante de que existe en ella algo peligroso, algo tan fuerte como para tener el poder de desestabilizarme por completo.

Intento alejar de mí esta nube gris y dejar su contenido eléctrico para la Violeta del futuro, porque ahora, ahora solo me apetece bucear en la letra de "Azul noche", de Travis Birds, para comprobar que una vez más, Chiara parece tener la habilidad natural de leer mis estados mentales y ofrecerles una salida. "No te ha costado nada, ponerme del revés con tus frases desordenadas", canta, aquí la amiga. No me siento ni un poquito representada ahora mismo. Para nada.

Chiara:

El trinar de los pájaros de mi vecina del cuarto izquierda filtrándose por la ventana de mi habitación se entremezcla de manera fluida con el contenido del último de los sueños que he tenido esta noche, sueños en los que me ha sido difícil separar la ficción de los últimos retazos que compusieron la conversación de despedida que tuve con Violeta a los pies de nuestro edificio.

Este agradable sonido, que podría ser parte de la banda sonora de unas perfectas vacaciones de retiro espiritual, me pone de pronto, al ser consciente de que sigue siendo viernes, los nervios de punta. ¿Me he dormido? ¿En que momento he caído tan profundamente como para no escuchar la alarma del móvil? No sé que clase de magia oscura se ha desarrollado en mi cuarto durante el amanecer, pero el caso es que ahora, llego bastante tarde a trabajar.

Oniria e insomnia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora