Chiara:
Las gotas de sudor recorrían mi espalda desnuda en un camino descendente, facilitado su movimiento por la fuerza de mis músculos, que se contraían y se relajaban al bailar al ritmo de la música. Alcé ambos brazos hacia el techo del local, como si intentase alcanzar con la yema de los dedos las luces fluorescentes que parpadeaban a intervalos regulares, dejando que el subidón final del tema que el dj pinchaba en ese momento me inundase, liberándome de alguna forma.
Cuando el beat cesó temporalmente, me permití abrir de nuevo los ojos, echando un vistazo a mi alrededor. Un enjambre de cuerpos desconocidos me envolvía, chocando y alejándose de mí como el oleaje, haciéndome sentir integrada en algo más grande que yo, parte de un todo innombrable y no del todo agradable. Busqué con la mirada a mi mejor amigo, que me había abandonado unos diez minutos antes para traernos un par de bebidas, dejándome sola en la pista, aunque curiosamente, no me estuviera sintiendo así.
Siempre me han dicho que no pega mucho con mi aspecto y mi carácter, pero lo cierto es que la sensación de gastar las horas en un antro como este, rodeada de personas con aspecto de llevar muchas más noches en el cuerpo que yo, me permite desconectar de una forma realmente asombrosa. Los ojos vacíos por los químicos que se cruzan con los míos al pasar, la excitación que flota como una carga invisible en el aire que respiro, la cadencia de los pasos de baile dispares y a la vez sincronizados sin ningún propósito.
Aquí en medio, respirando un aire viciado por el calor, la mezcla de olores, la atmósfera embriagadora que nos envuelve, puedo desconectar de lo que soy. Desconecto de la parte de mi, de Chiara Oliver, que sufre. Aquí dentro soy solo una chica más, una máscara imperturbable que no siente ni padece, y que solo fluye aceptando lo que las horas me quieran traer.
Como hoy, que parecen haberme deparado una mirada encubierta solo a ratos, unos ojos azules clavados en mi cuerpo desde el otro extremo del local. Unos ojos que puedo descifrar sin grandes problemas, porque el lenguaje del deseo es siempre el mismo. Unos segundos de conexión, una caída de párpados nada inocente, un buscarse entre las personas que nos separan, cada vez con menos ganas de disimular. Sé manejar esto, y la sensación de adrenalina que siempre me acompaña permite que mi torrente sanguíneo depure otro tipo de emociones a las que no quiero sucumbir.
- Parece que alguien te ha invitado a esta, Keeks.
La voz de Martin a mi derecha me saca de mi cadena de pensamiento, mientras observo como alarga hacia mi una copa recién cargada y el billete que le había dado un rato antes para que fuera a la barra. Mis labios se estiran sin poderlo evitar, porque es bastante obvio que la chica que lleva una hora comiéndome con los ojos es la candidata más probable para este regalo cargado de segundas intenciones. Sus ganas ya eran evidentes, pero ahora no me queda ninguna duda.
- Es la chica rubia que está al lado de las escaleras – le informo, para que pueda echar un vistazo disimulado a mi pretendienta de esta noche y darme su opinión, experta como ninguna otra en mis líos de faldas.
- Bueno, es tu tipo – aprueba unos instantes después, habiendo aprovechado el movimiento ondulante de sus caderas para girar sobre si mismo y valorarla en la distancia – Su amigo es guapo, igual puedes decirle que me lo presente.
Y se carcajeó de si mismo, porque esta dinámica no era nueva para ninguno de los dos. Por suerte o por desgracia, nuestras madrugadas estaban llenas de encuentros esporádicos con personas de nuestro mismo sexo, y eran incontables las ocasiones en las que habíamos funcionado como un equipo a la hora de encontrar acompañante para el otro, poco dispuestos a dejarnos solos en medio de una muchedumbre como la que atestaba el garito en el que habíamos acabado hoy.
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Oniria e insomnia
FanfictionSerá un encuentro inesperado en noche azul. Si, ya lo verás.