Un baile... diferente

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Seraphina

El salón de baile estaba repleto de parejas que giraban, se movían al compás de la música, llenando el aire con murmullos y risas. Las luces de los candelabros brillaban con fuerza, reflejándose en las joyas y los vestidos satinados. Pero para mí, la atmósfera se sentía densa, pesada. Me encontraba en una esquina, apartada, como siempre. Mi espalda estaba perfectamente recta, el rostro sereno, aunque por dentro mi mente era un torbellino.

Madre y Ophelia estaban, como era de esperar, inmersas en sus propias intrigas, buscando desesperadamente algún caballero adecuado para mi hermana. Ophelia, la joya de nuestra familia. Ophelia, la muchacha con la sonrisa perfecta y el andar grácil. Mientras tanto, yo permanecía en mi lugar, sin que nadie se acercara a pedirme un solo baile. Mis dedos jugueteaban con el delicado encaje de mi guante, el único indicio de la agitación interna que intentaba disimular.

Pero, por mucho que tratara de mantenerme distante, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido la semana anterior con Anthony. Los recuerdos venían en oleadas, cada vez más intensos, envolviéndome. Ese momento en el picnic... cómo me había mirado, cómo el roce de su cuerpo había encendido algo en mí que no había sentido nunca antes. El calor de su aliento cerca de mi piel, las palabras que había susurrado con una mezcla de deseo y confusión.

No quería verlo. No podía. Había pasado demasiadas noches reviviendo cada instante, intentando comprender qué significaba, pero lo único que lograba era sentir una atracción peligrosa. Anthony había ido a mi casa hace unos días, preguntando por mí. Mi padre, siempre protector, le había dicho que no estaba. Le pedí que lo hiciera. Necesitaba tiempo. Un respiro. Porque si volvía a verle, si volvíamos a estar tan cerca... temía lo inevitable. Enamorarse de alguien como él sería un error fatal. Al fin y al cabo, éramos amigos. Solo amigos. Y Anthony, con su porte de vizconde, su sonrisa encantadora y su mirada seductora... era demasiado poco confiable. Sabía que cualquier chica le llamaba la atención, y yo... no era atractiva. No lo suficiente, al menos, como para mantener su mirada durante más de un momento. No era como Ophelia, ni como las otras mujeres que giraban con gracia por el salón.

Pero en medio de esos pensamientos oscuros, algo rompió mi burbuja de melancolía.

—¡Seraphina! —Una voz familiar, llena de entusiasmo, me sacó de mis cavilaciones.

Era Penelope Featherington. Su rostro iluminado por una sonrisa, como siempre, sus mejillas sonrosadas por la emoción de estar entre la multitud. Se acercó con esa energía inconfundible, y antes de que pudiera reaccionar, ya estaba junto a mí, como si nos hubiéramos visto hace solo un día.

—¿Cómo te va esta velada? —preguntó alegremente, como si fuese lo más natural del mundo iniciar una conversación en medio de mi ensimismamiento.

—Oh, bien... —murmuré, aunque mis palabras no reflejaban lo que realmente sentía.

Penelope no pareció notar mi incomodidad. O si lo hizo, la ignoró hábilmente, como solía hacer con todo lo incómodo o extraño. En cambio, continuó hablando, sus palabras fluyendo sin esfuerzo.

—Es un buen lugar para encontrar un futuro esposo, ¿no crees? —dijo, riendo suavemente, con esa risa extraña que siempre parecía al borde de una confesión más grande—. Aunque, bueno, yo misma no estoy segura de querer un marido. Al menos no uno que no me mire como debería.

Me quedé en silencio, no sabiendo muy bien cómo reaccionar. Penelope siempre había sido tan... abierta, tan directa en sus conversaciones. Y aunque a veces me hacía sentir un poco incómoda, no podía evitar que me arrancara una sonrisa con sus ocurrencias.

—¿Tú... sabes cómo se siente? —me preguntó de repente, inclinándose un poco hacia mí, como si lo que fuera a decirme fuese un secreto.

Mi corazón se detuvo por un momento. ¿Cómo se supone que debía responder a eso? Los recuerdos de Anthony volvieron a invadir mi mente. Su mirada intensa, la cercanía de su cuerpo, el modo en que su voz había vibrado con deseo cuando me dijo... cuando me confesó lo que haría si no fuéramos solo amigos.

La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora