Capítulo VII

68 13 14
                                    

No creo que alguna vez me sentí tan triste en toda mi vida. Y si alguna vez lo hice, no me acuerdo. Estaba en un punto más abajo de la depresión, casi al borde del abismo para caer a un lugar donde no podría salir sin un buen motivo.

Mi vida y mis expectativas se hicieron añicos como un espejo quebrado, en dónde veías lo que te convenía pero menos la realidad de las cosas.

Después de la fatídica noche de la cena, huí a refugiarme en mi habitación, la cual era mi lugar seguro que destruí como si el demonio de Tazmania de los Looney Tunes hubiera pasado por ahí.

La ira y la tristeza que sentí fue tanta que no había ninguna duda de que en algún momento Morgana también debió de sentirla. Así como el cielo lo sentía en estos momentos.

Los Bouchard deben de creer que estoy siendo dramática, ya sabes, trayendo está tormenta eterna de agua y electricidad solo para que el ambiente concuerde con mi estado actual. Y el que me encierre en mi habitación y haya sellado las puertas con sellos mágicos, también puede ser considerado excesivo y dramático.

Pero es que sentía tanto... Cómo nunca me sentí en estos quince años despierta.

Cómo dije, al despertar lo hice entumecida. Aún atontada como si estuviera anestesiada. Lentamente fue que comencé a sentir cosas genuinas más allá de las emociones como sorpresa, frustración y emoción.

Me sentía melancólica en esos entonces y hace meses comencé a sentirme casi sin alma debido a que Rosalie también debía de sentirse así.

En estos momentos, me siento por completo. Y lo que siento me ha tenido en cama, mirando a la nada mientras lágrimas silenciosas caen sin mi permiso, porque por mucho que yo quiera contenerlas, ya no es posible. No llore desesperadamente, no, llore de una manera tan pausada como si con cada lágrima se me estuviera yendo la vitalidad también. Llore por dos días enteros, como si estuviera llorando por mí y por ella ya que ella no podía hacerlo físicamente.

Pero nuestra alma sangraba como solo una vez en nuestra vida lo ha hecho, y ese fue el día de su muerte.

Lloré tanto que me sentí sin vida, miré al techo y al cielo y nunca pensé en nada más que sus palabras. ¿Qué había hecho mal para que todo se estropeara a tal punto?

¿Realmente yo actúe mal o solo fue un malentendido como insistían los Bouchard?

No importaba, sea cuál sea la respuesta, me tenía destrozada emocionalmente y cansada de manera física, a pesar de que era imposible que yo sintiera cansancio.

El tercer día de mi encierro, me levanté y me di un baño en el que me ahogue con la esperanza de sentir algo más que tristeza, queriendo ver si la causa de mi falta de fuerzas se debía a qué las lágrimas quitaron mi vitalidad. Entonces, las lágrimas son agua, ¿verdad? Si me ahoga en ella, tendría lo que se me fue quitado de vuelta.

Y el agua es la representación del cambio.
Cómo dice Angélica: "Del agua nacemos, al agua regresaremos".

El agua me regresó mi vitalidad pero no mis ganas de vivir, pero fue suficiente como para hacerme sentir algo más que la tristeza que me destrozaba a mí y al cielo sobre mí. Sentí rabia. Ardiente, feroz y despiadada.

Rabia que sacaba la peor de mis facetas. Rabia que desencadenaba solo catástrofes por donde yo pasaba, rabia que exterminaba a cualquiera que se me atravesara.

Rabia que me hizo casi perder el control y acabar con todo y con todos.

No cedí a ella porque entendí que si lo hacía, estaría perdiendo y dejándome vencer ante algo tan simple como lo es la rabia. Ella no es tangible, pero es tan imponente como lo sería alguien invencible. La rabia te doblega o te motiva.

Dark Paradise |Rosalie Hale|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora