⋆˚ 𝜗 04 - Poems of love and jealousy 𝜚˚⋆

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"¿Por qué debería regalarle algo solo por hacer piruetas y gritar letras?" pensó Lynn, sentada en las gradas mientras su equipo entrenaba en el campo. El comunicado que había dado la entrenadora más temprano la había dejado completamente desconcertada.

- ¿En qué tanto piensas, capitana? -preguntó Stacy, con un tono más suave y "dulce" de lo habitual.

Lynn guardó el papel donde figuraba el nombre de Issabella en su bolsillo, y volteó con una sonrisa fingida, intentando aparentar tranquilidad, aunque en realidad su mente era una tormenta interna de pensamientos contradictorios.

- En nada -respondió evasivamente, tomando la pelota que tenía a su lado y girándola entre sus manos-. ¿A quién le tienes que entregar el regalo? -preguntó de vuelta, queriendo desviar la conversación. Jugar con la pelota era su forma de liberar la tensión; la sola idea de tener que darle algo a Issabella le ponía nerviosa.

- A Amelia -contestó Stacy, rodando los ojos con fastidio. Luego se inclinó un poco más, acercando disimuladamente su cuerpo al de Lynn-. Pero no le regalaré nada -añadió con una risa burlona-. ¿Y tú? ¿Quién te tocó?

La mirada curiosa de Stacy era más intensa de lo que Lynn esperaba; estaba claro que le importaba demasiado saber quién sería la afortunada porrista que recibiría un obsequio de su "capitana." Un pequeño destello de celos asomaba en sus ojos.

Lynn tardó en reaccionar, y cuando notó el incómodo silencio que se había formado, carraspeó para romper la tensión y contestó con indiferencia fingida:

- Nadie importante. Tampoco creo regalarle algo... -dijo con cierta duda, antes de patear la pelota hacia la cancha-. Ahora dejemos de cuchichear, porque ya parecemos porristas -añadió en tono sarcástico, arrancándole una risa a la morena.

Ambas se dirigieron al campo y comenzaron con sus jugadas. Mientras tanto, en otra parte del instituto, Issabella entrenaba con su equipo de porristas en el gimnasio, enfocada en pulir la rutina para el próximo evento.

- ¡Por favor, chicas!, ¡Es la cuarta vez que fallamos en esa voltereta! -gritó Issabella, frustrada, mientras se pasaba la mano por el cabello. Suspiró con cansancio.

Algo que Issabella odiaba era la falta de precisión. Aunque solía ser optimista, su paciencia tenía un límite. No quería ser la mejor, pero sí esperaba que la rutina saliera como debía.

- El suelo es muy resbaladizo -se quejó Amelia, frunciendo el ceño.

- Podríamos ir al campo, ¿no creen que sería mejor? -propuso Taylor con una sonrisa esperanzada.

Issabella mordió su labio inferior, nerviosa. Sabía que Lynn estaría ahí y no quería enfrentarse a ella después de la pequeña discusión que habían tenido esa mañana. Sin darse cuenta, se quedó mirando al vacío, completamente perdida en sus pensamientos.

- ¡Issabella! -gritaron sus compañeras al unísono, sacándola bruscamente de su trance.

- ¿Qué? -respondió con un sobresalto, llevándose una mano al pecho mientras intentaba calmar su respiración acelerada-. ¿Por qué gritan así? -preguntó, aún desorientada.

Las porristas la miraron incrédulas y estallaron en carcajadas, provocando que Issabella las mirara confundida. Finalmente, acabó riéndose también.

- Ay, capitana, ¿estás enamorada? -preguntó una de las chicas con una sonrisa traviesa.

Issabella se quedó congelada por un momento, sintiendo cómo sus mejillas se encendían en un rubor evidente, lo que desató más risas en el gimnasio. La castaña frunció el ceño, molesta.

Love GrowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora