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Año 1363,Cuarto mes del Calendario Ahnssico

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Año 1363,
Cuarto mes del Calendario Ahnssico.
Ala oeste del Palacio Imperial, Capital Bhendri.


—¿Es la primera vez que conocerás a Su Majestad?

La inesperada pregunta de la doncella ocasiona que me detenga a mitad de la pronunciada escalera. La mujer llamada Enora, quien ha estado liderando el camino hacia el jardín durante los últimos minutos, se sostiene del borde de piedra para observarme. En sus ojos descubro un atisbo de desconfianza combinado con curiosidad.

—Nunca se había presentado ante mí la oportunidad de conocerla —respondo sin apartar la mirada. A pesar de que luce joven, siento un latente recelo de su parte.

Si bien no ha pasado mucho tiempo desde que escapé del Jardín de Rosas, presumo que mi reputación se ha desplomado por completo. Cada una de las personas que han decidido entablar una corta conversación conmigo, lo hace desde una posición ofensiva.

No temen en demostrar desprecio. No les importa exhibir su incredulidad.

—Lo suponía. Nuestra emperatriz es una mujer sumamente amable —recalca, dándose media vuelta para continuar bajando los escalones—. ¿Qué tan cierto es que no culminaste tus clases de etiqueta?

—Fui arrestada durante la última clase —contesto con la cabeza en alto.

No debo sentirme inferior. No puedo mostrar ningún signo de vergüenza.

Porque soy inocente. Siempre lo fui.

—Era de esperarse de la hija de un barón —murmura tras soltar un suspiro—. Pon en práctica lo poco que hayas aprendido. Evita ser descortés con Su Majestad.

Aprieto los labios, incapaz de objetar ante su grosería. La doncella Enora, quien le ha servido desde hace cinco años, posee mayor autoridad que yo. En el interior del palacio, faltarle al respeto significaría irreflexivamente ofender a la emperatriz.

Y no puedo permitirme ser encarcelada por segunda ocasión.

La alfombra de color rojo, que cubre el centro de las escaleras, se termina al llegar al primer piso. La mujer gira de inmediato a la derecha, perdiéndose de mi vista. Sujeto la suave tela del vestido y lo alzo para seguirla sin temor a tropezar por su largo.

El rebosante lujo del pasillo provoca que abra la boca, sorprendida. Los marcos y las puertas han sido esculpidas con exquisito detalle. Los relieves dorados que envuelven las paredes como enredaderas, así como el techo cubierto de pinturas sofisticadas, refuerzan la sensación de grandiosidad.

Hasta hace una hora, mis descalzos pies estuvieron recorriendo descuidadamente el Templo Imperial. En contraste con la húmeda tierra del claustro, los zapatos de tacón me protegen del piso de mármol pulido.

Tras recibir el anuncio del clérigo, quien me guio a la parte trasera donde esperaba un carruaje, fui trasladada al Palacio Imperial, específicamente a los aposentos de la Emperatriz. No obstante, antes de presentarme formalmente frente a ella, las doncellas a su cargo insistieron en arreglar mi aspecto físico.

El Jardín de Rosas | Park SunghoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora