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Año 1363,Tercer día del cuarto mes del Calendario Ahnssico

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Año 1363,
Tercer día del cuarto mes del Calendario Ahnssico.
Palacio Imperial, Capital Bhendri.


—La señorita Dhal solicita permiso para entrar.

Las palabras de la mujer llamada Visha, precedidas por los tres golpes que han hecho eco en el pasillo, me invitan a tomar un profundo respiro. Irgo los hombros y mantengo la mirada fija en el centro de la enorme puerta de madera, en espera de que se abra.

Tras varios segundos en un silencio incómodo, al otro lado aparece la doncella Enora. Su severo semblante no duda en examinarme de pies a cabeza, seguramente tratando de encontrar alguna falla en mi apariencia.

Pero no lo consigue.

El delicado vestido, elaborado en un blanco puro, acaba de ser arreglado a mi medida. Elaborado con una tela traslucida y ligera al tacto, posee varias capas que caen en suaves volantes. Su cuello, alto y ajustado, me cubre el escote; mientras que sus mangas largas y sueltas, me envuelven con suavidad, sin ceñirse demasiado.

Además, el peinado de Visha y Berthe, las dos criadas que fueron obligadas a asistirme, fue realizado con excesivo esmero. A pesar de la incomodidad, así como el desprecio de la mayor de ellas, la doncella Enora les encomendó encarecidamente esa labor esta mañana.

Era la invitada especial de la Emperatriz.

Así que, si algo salía mal, sabían que tendrían que rendir cuentas a nuestra soberana.

—¿Por qué demoraron tanto? —les reclama a las dos criadas detrás de mí. Lo sé porque sus ojos han dejado de enfocarse en mí.

—El vestido de la señorita Dhal tuvo que ser remendado —contesta Visha. Su voz suena en un volumen bajo, por lo que asumo que ambas deben estar haciendo una reverencia frente a la dama de compañía de la Emperatriz.

—¿No lo prepararon con antelación? Lo entregué ayer a su jefa —les reprocha antes de soltar un suspiro—. Olvídenlo, no tiene sentido que respondan. Diríjanse de inmediato a la cocina, las demás necesitan ayuda con los preparativos.

—Que Andul ilumine sus caminos —pronuncian al unísono, con el sonido de sus pasos alejándose cada vez más de nosotras.

—Entra, hija de Dhal —ordena la doncella, abriendo la puerta por completo—. Sígueme.

Asiento a la vez que sujeto la parte inferior del vestido. Al cruzar el umbral, me vuelvo incapaz de ignorar las intensas miradas que precipitadamente se han fijado sobre mí. El ambiente se hunde en un silencio sombrío, cargándose de una densa desconfianza entre las presentes.

—Dhal Hayul —balbucean mi nombre, aturdidas.

—No puede ser —farfullan sin miedo a ser escuchadas—, es ella.

—Es la que salió del jardín.

—La que robó el collar de la marquesa de Bansol —mascullan descuidadamente.

El Jardín de Rosas | Park SunghoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora