☆┊┊Punto final┊┊☆

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Yael se sentó en su cuarto, rodeada de recuerdos de Charles. Fotos, regalos, cartas... todo le recordaba a él. Pero hoy, decidió que era hora de dejar ir. Comenzó a recoger las cosas, una por una, y las puso en una caja. Cada objeto que tocaba le provocaba una mezcla de emociones: tristeza, rabia, decepción...Pero a medida que avanzaba, algo cambió. Empezó a sentir una sensación de liberación, de alivio. Cada objeto que eliminaba era como si estuviera deshaciéndose de un peso que la había estado oprimiendo. Finalmente, la caja estuvo llena. La cerró con fuerza y la llevó al jardín. Encendió una hoguera y, una por una, fue quemando las cosas que la ataban a Charles. Mientras las llamas consumían los recuerdos, Yael se sintió libre. Libre de la tristeza, libre de la decepción, libre del amor no correspondido. Lloró, sí, pero esta vez no fueron lágrimas de dolor, sino de liberación. Era como si estuviera purgando su alma, deshaciéndose de todo lo que la había estado atormentando. Cuando la hoguera se apagó, Yael se sintió renovada. Sabía que todavía tenía un largo camino por recorrer, pero estaba lista para enfrentarlo. —Adiós, Charles, —dijo en voz alta. —Adiós a la tristeza. Hola, nueva vida. Yael sonrió, sintiendo una sensación de paz que no había sentido en mucho tiempo.

Arthur se dio cuenta de que Charles seguía haciendo preguntas indirectas sobre Yael

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Arthur se dio cuenta de que Charles seguía haciendo preguntas indirectas sobre Yael. —¿Qué pasa, Charles?, —preguntó Arthur. —Pensé que habías terminado con Yael. —Charles se encogió de hombros. —No es nada, Arthur, —respondió. —Solo curiosidad. —Arthur lo miró fijamente. —Charles, déjala en paz, —dijo Arthur. —Ya has hecho suficiente daño. Y además, ya decidiste quedarte con Charlotte. —Charles se sintió culpable. —Tienes razón, Arthur, —admitió. —Me equivoqué al involucrarme con Yael. Pero no puedo evitar sentir algo por ella. —Arthur se rió. —¿Sentir algo por ella?, —repitió. —Charles, tú solo sientes celos porque ella se ha estado viendo con Lando. Déjala vivir su vida y enfócate en tu carrera, en Charlotte. —Charles se sintió abrumado por la verdad de las palabras de Arthur. —Tienes razón, —dijo. —Me enfocaré en mi carrera, Charlotte y dejaré a Yael en paz.

Al principio, Charles pensó que podría manejarlo, pero pronto se dio cuenta de que los celos estaban consumiéndolo. —¿Por qué está con él?, —se preguntaba Charles. —¿Por qué no está conmigo? —Charles comenzó a sentir una rabia y un resentimiento hacia Lando que no podía controlar. —Lando no es bueno para ella, —pensó Charles. —La está utilizando. 

Un día, Charles vio a Yael y Lando riendo juntos en el pasillo del casino donde trabajaba Yael. Fue demasiado para él. Charles se acercó a ellos, su rostro tenso. —¿Qué pasa aquí?, —preguntó Charles, su voz baja y amenazante. Lando se sorprendió por la reacción de Charles. —No pasa nada, Charles, —respondió Lando. —Solo estamos hablando. —Yael se sintió incómoda por la tensión pero antes de que la situación se saliera de control, una voz suave intervino.

—Hey, hey, ¿Qué pasa aquí? —Ana, la hija de Llian dueño del casino, se acercó a la mesa, sonriendo. —Ana, gracias a Dios que llegaste, —dijo Lando, aliviado. Ana se paro en medio, mirando a Charles y Lando. —¿Qué pasa, chicos? ¿No pueden llevarse bien? —Charles se sintió avergonzado. —Lo siento, —dijo. —Me dejé llevar. —Ana sonrió. —Entiendo, —dijo. —Pero debes aprender a controlarte, Charlotte llegara en cualquier momento. —Charles se tenso mientras se alejaba y dijo —Voy a llamarla ahora. —Yael se rió. —Gracias ..., —dijo. —Oh claro, Ana, te presento a Yael, —dijo Lando. —La mejor mesera del casino. —Ana se rió y extendió su mano. —Encantada, Yael, —dijo. —He oído mucho de ti. —Yael sonrió y estrechó su mano. —Igualmente, Ana, —respondió. —Llian siempre habla de ti. —Ana se volvió hacia Lando. —¿Verdad que sí?, —preguntó, sonriendo. —Mi padre me adora. —Lando sonrió.  —Ana es una de mis mejores amigas. —admitió. —¿Cómo se conocieron?, —preguntó Yael. —Nos conocimos en una fiesta de mi padre, —explicó. —Lando es un gran jugador de póker. —Yael se rió. —¿De verdad?, —preguntó. —No sabía que Lando era un jugador tan bueno. —Lando sonrió. —Soy un hombre de muchos talentos, —dijo, guiñando el ojo. Ana se rió. —Sí, y también es muy modesto, —añadió. La conversación fluyó con facilidad, y pronto Ana y Yael estaban charlando como si fueran viejas amigas.

Yael se despidió de Ana y Lando, y se dirigió a su trabajo. Charles la siguió con la mirada, sintiendo una mezcla de emociones.

Ana se quedó pensativa después de conocer a Yael. No entendía por qué a Charlotte no le caía bien Yael si era una persona tan dulce y amable. —¿Qué pasa entre Charles y Yael?, —preguntó Ana a Lando, mientras se alejaban de la mesa. Lando se encogió de hombros. —No lo sé, —respondió. —No conozco mucho a Yael, pero siempre parece tensa cuando están cerca. —Ana frunció el ceño. —Es raro, —dijo. —Yael me parece una persona muy agradable. Lando sonrió. —Sí, es una de las personas más dulces que conozco, —dijo. —Pero Charlotte puede ser un poco... complicada a veces. —Ana asintió. —Sí, lo sé, —dijo. —Pero voy a hablar con ella y tratar de entender qué pasa.

Ana se acercó a la barra del bar, buscando a Yael para pedirle un trago

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Ana se acercó a la barra del bar, buscando a Yael para pedirle un trago. Pero al llegar, se detuvo al ver a Charles y Yael en una conversación íntima. Yael parecía incómoda, mientras que Charles estaba claramente insistente. —Yael, no puedes ignorar lo que pasa entre Lando y tú, —decía Charles, su voz baja y urgente. Yael se cruzó de brazos, su rostro tenso. —Charles, no te metas en mis asuntos, —respondió. —No quiero tener más problemas con Charlotte. —Charles se acercó más, su mirada intensa. —Me importa lo que te pase, —dijo. —Y no quiero que Lando te haga daño. Yael suspiró, exasperada. —Charles, por favor, —dijo. —No puedes seguir así. Me estás haciendo daño.

Ana se sintió incómoda al escuchar la conversación. No sabía qué hacer, pero decidió intervenir. —Hola, chicos, —dijo, acercándose a ellos. —¿Qué pasa aquí? —Charles se sorprendió al ver a Ana, y se alejó de Yael. —Nada, Ana, —respondió. —Solo hablaba con Yael sobre... sobre un problema. —Yael se rió, forzadamente. —Sí, un problema, —repitió. —Gracias, Ana, por salvarme. —Ana sonrió, pero su mirada estaba llena de curiosidad. —¿Qué pasa entre ustedes dos?, —preguntó, mientras Charles se alejaba. Yael suspiró. —Es complicado, —respondió. —Pero prefiero no hablar de ello ahora. Ana asintió. —Entiendo, —dijo. —Pero si necesitas hablar, estoy aquí para ti.




Broken SoulmatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora