☆┊┊Comienzos difíciles┊┊☆

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La madre de Yael se esforzaba por encontrar trabajo y adaptarse a la sociedad monegasca, pero la barrera del idioma y la falta de conexiones la hacían sentir frustrada. Mientras tanto, Hazzel, su hermano, comenzó a buscar formas de ganar dinero rápidamente. Empezó a frecuentar círculos de apuestas ilegales, convencido de que podría ganar suficiente para ayudar a la familia.

—Yael, no te preocupes, —le dijo Hazzel una noche. —Estoy ganando dinero, y pronto podremos irnos a Estados Unidos.

—Yael se sintió alarmada. —¿Cómo estás ganando dinero, Hazzel? No quiero que hagas algo ilegal. —Hazzel se encogió de hombros. —No te preocupes, hermana. Es solo una forma de ganar rápido.

La madre de Yael, determinada a asegurar el futuro de su hija, comenzó a buscar becas y programas de ayuda financiera.

—Yael, no te rindas, —le dijo. —Voy a encontrar una forma de que puedas terminar la escuela.    —Yael sonrió, agradecida por la perseverancia de su madre. Después de semanas de búsqueda, la madre de Yael encontró una beca para estudiantes extranjeros en una fundación local.

—Yael, ¡lo logré!, —exclamó. —La fundación reconoció mi trabajo en Israel y  te ofrece una beca completa para terminar la escuela. Yael se sintió emocionada y abrazó a su madre. —Gracias, madre. Esto es un sueño hecho realidad.

Pero Yael no quería quedarse de brazos cruzados viendo como su familia aportaba para salir adelante, a pesar de ser menor de edad, Yael consiguió el trabajo de anfitriona en el prestigioso Casino de Montecarlo gracias a su determinación y habilidades

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Pero Yael no quería quedarse de brazos cruzados viendo como su familia aportaba para salir adelante, a pesar de ser menor de edad, Yael consiguió el trabajo de anfitriona en el prestigioso Casino de Montecarlo gracias a su determinación y habilidades.

Llian Tobiana, el dueño del casino, se fijó en Yael desde el principio. 

—¿Cómo una chica tan joven y talentosa como tú terminó trabajando aquí?, —le preguntó.  Yael se sonrojó. —Necesito ayudar a mi familia, señor Tobiana.

Llian se impresionó por su sinceridad. —Yael, eres una muchacha que irradia amabilidad y genera confianza en cualquiera. Te ofrezco el trabajo pero con la condición de que no descuides tus estudios. —Yael se sintió agradecida. —Gracias, señor Tobiana. No lo defraudaré.

La madre de Yael, comenzó a buscar conexiones con las fundaciones y ONG que había trabajado en Israel. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su pasado la seguía. Algunas organizaciones la rechazaron debido a su conexión con el primer ministro y el conflicto que había empezado en Medio Oriente.

—Lo siento, no podemos ayudarte, —le dijo una directora de una ONG. —Tu pasado es demasiado complicado. La madre de Yael se sintió desanimada, pero no se rindió. —Hay que seguir adelante,   —se dijo a sí misma.

El fin de semana antes de la escuela, Yael se sumergió en sus libros y notas

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El fin de semana antes de la escuela, Yael se sumergió en sus libros y notas. Quería estar lista para enfrentar los desafíos académicos. Su madre la apoyó, preparando comidas saludables y creando un ambiente de estudio tranquilo. Yael se centró en matemáticas, ciencias y lengua, practicando problemas y leyendo textos de referencia.

Aunque Yael se sentía segura en sus estudios, la dinámica social era un reto. Las chicas la veían como una amenaza, y los chicos la veían como un objeto de conquista. Una chica llamada Sophia se convirtió en su amiga instantánea. Un día, se acercó a Yael en la biblioteca. 

—Hey, ¿Puedo sentarme contigo?, —preguntó. —Yael se sorprendió, pero asintió. 

Sophia se sentó y comenzó a hablar. —Yael, en estos días siempre te he mirado con envidia. Eres inteligente, hermosa... comprendo el malestar de los demás, y veo que siempre te hacen de lado por ser becada, pero yo también lo soy y en un principio me lo hicieron a mi, pero no prestes atencion yo puedo ser tu amiga. —Yael se sintió conmovida. —Sophia, gracias por tu sinceridad y si me encantaría ser tu amiga. Sophia se alegro. —¡Eso es increíble! siempre me han hecho sentir que no merezco estar aquí. Yael sonrió. —No estás sola, Sophia. Somos fuertes juntas.

Pero Yael no se dejó intimidar. Se centró en sus estudios y se unió a clubes extracurriculares para conocer gente con intereses similares. En el pasillo, chocó con un chico alto y de ojos oscuros.

 — Lo siento, —dijo él, sonriendo. —Está bien, —respondió Yael, sintiendo un rubor.—Me llamo Joss, —dijo él, extendiendo su mano. Yael se la estrechó. —Yael. —Joss la miró con curiosidad.   —¿Eres nueva aquí? —Yael asintió. —Sí, empecé hace unas semanas. —Joss sonrió. —Bienvenida entonces. ¿Quieres sentarte conmigo en la cafetería?

Broken SoulmatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora