Mi realidad, tu realidad

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La normalidad se había instalado en la base desde hacía unos días, lo que permitía que muchos de los soldados pudieran tener un descanso, las misión se habían pausado momentáneamente mientras el área de inteligencia seguía reuniendo más información para futuros planes.

Aun así te seguías acudiendo a la enfermería con diligencia, haciendo cada una de tus pequeñas tareas, dejando tu área en completo orden y limpia. La ausencia total de pacientes era algo que celebrar, no ser necesitada en ese ámbito te relajaba, más aun cuando sabias que gran parte de este conflicto era a causa de cierto ruso.

Como no esperabas a nadie, y tus compañeros habían salido para ir a la cafetería a comer algún refrigerio, cuando las puertas se abrieron lentamente, el sonido del rechinar de las bisagras capto tu atención de inmediato. Te levantaste de tu lugar y caminaste lentamente hacia la entrada, preguntando quien podría ser o imaginándote cualquier clase de "emergencia". Muchos soldados tenían accidentes, no por estar trabajando, sino porque era bastante usual que se pusieran a jugar entre ellos, terminando atorados en alguna estructura, con alguna torcedura o abriéndose la cabeza. Eran muy buenos soldados, pero a veces actuaban como un montón de niños sin ningún tipo de supervisión.

—Que tal... ¿Interrumpo? — pregunto tímidamente mientras el resto de su cuerpo atravesaba las puertas, dejándolas cerrarse por sí solas a sus espaldas. Se trataba de aquel soldado que habías asistido no hace mucho, el único que había mostrado simpatía hacia tu cuando los demás te hacían a un lado.

—No, adelante. Justo estoy en un tiempo libre... ¿En qué puedo ayudarte? — su visita era una grata sorpresa, prácticamente no habías sabido de el desde aquel día que lo ayudaste. Parecía ser una persona agradable.

—No vine a darte más trabajo, no te preocupes. En realidad solo vine a hacerte una visita y a darte algo, como un agradecimiento...— todo ese tiempo había mantenido una de sus manos escondida detrás de su espalda. No fue sino hasta ese momento que extendió su mano hacia ti, en su palma se encontraba una pequeña cajita, adornada con un moñito en color rojo encima.

— ¿Un regalo?...No es necesario...— dudaste antes de tomarlo entre tus manos. Levantaste la tapita y de inmediato te llego un aroma dulce, eran chocolates. Eran pequeñas piezas de chocolate con envolturas de color dorado. Cuando prestaste más atención a la caja, notaste que no eras capaz de traducir lo que decía, estaba en otro idioma. Eran chocolates del extranjero.

—Cuando me fui, aun te veías con un semblante triste...eso no es algo fácil de olvidar. Así que pensé, que si volvía de mi última misión, volvería y te traería un detalle para alegrarte el día. Y bueno, aquí estoy — rio un poco avergonzado, realmente no había analizado muy bien su plan, esperaba no asustarte.

—No tenías que hacerlo, pero te lo agradezco...— tomaste uno de los chocolates, le quitaste el papel que lo protegía y lo llevaste al interior de tu boca. Al contacto con tu lengua, hizo que el calor interno comenzara a hacerlo derretir, dándote rápidamente un sabor concentrado pero sin ser empalagoso, tampoco era demasiado agrio, tenía ese punto perfecto. —Esta delicioso...— tu misma estabas sorprendida, no recordabas haber probado algo así de bueno. Revisaste otra vez la cajita, pensando que si algo así podía saber tan bien, sin duda debería ser algo caro. Pero sin importar por donde le miraras, no veías ningún signo sobre su precio.

—Me alegra que te hayan gustado, estaba un poco indeciso, no sabía si traerte el sabor tradicional o los que tenían almendras en su centro — se recordó a si mismo observando ambas presentaciones, tratando de adivinar que podría gustarte más.

—Es un lindo detalle — reconociste, demostrando tu genuina gratitud.

—Logre mi objetivo, te vez un tanto más feliz...deberías sonreír mas, te vez linda así — su nerviosismo lo hizo mirar en todas direcciones mientras su mano rascaba torpemente su propia nuca.

Dulce venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora