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Jimin hurgó a tientas en su bolso mientras intentaba evitar que los papeles volaran en todas las direcciones mientras los metía dentro de la carpeta que sostenía. Llegaba tarde. Peor que tarde. Llegaba tarde, sin ducharse, sin afeitarse.

Al menos había tenido tiempo de cambiarse de ropa, sólo porque no quería aparecer en la reunión con Sana con la camisa arrugada y manchada de semen, con un aspecto más jodido de lo que estaba.

Jimin golpeó a un niño en monopatín con su hombro en su loca carrera por la acera hasta la tienda de sándwiches al final de la calle.

—Oye...

—Lo siento. —La carpeta cayó al suelo, derramando papeles, mientras atrapaba al niño para evitar que cayera de su tabla. El chico miró a Jimin con sorpresa—. ¿Estás bien? —El chico asintió—. Lo siento mucho, tenía prisa y... —Jimin se arrodilló, recogió los papeles, los metió en la carpeta y la introdujo en su bolso. Sus gafas amenazaban por deslizarse por su nariz. Las empujó hacia atrás.

—Gracias. —El chico se frotó el brazo.

-¿Seguro que estás bien?

—Sí, sí, estoy bien.

Jimin asintió.
—Vale, entonces, tengo que irme. Llego tarde. Muy tarde. -Empezó una carrera lamentable haciendo todo lo posible por no chocar con nadie o tropezar, o dejar caer algo, o cualquier cosa que pudiera retrasarlo. Como si algo hubiera retrasado a Jimin, excepto el hecho de que había estado despierto toda la noche después de su cita. Disfrutando el resplandor del tipo de sexo del que creía que una persona sólo podía leer. Sexo con el chico perfecto.

Jimin se topó con la puerta de la tienda de sándwiches.

Tirar, no empujar. Tirar.

Las campanillas tintinearon.

Sana levantó la vista de su e-reader. Había un agua intacta a través de la mesa en frente de su plato y vasos vacíos. Ella arqueó una ceja cuando se acercó Jimin.

—Lo sé, llego tarde. —Se deslizó dentro de la cabina—: Lo siento.

—¿Qué demonios ha pasado?

Jimin empujó su bolso a la esquina.

—Nada, me quedé dormido. —Ella le echó un vistazo. Intentó alisarse el pelo. Ni siquiera tuvo tiempo de mojarlo y sabía muy bien que sobresalía de un lado y de otro, donde había estado acostado sobre él. No se había dado cuenta hasta que vio su reflejo en un escaparate después de salir de su apartamento. Para entonces ya era demasiado tarde.

Sana se lo quedó mirando y Jimin luchó con el papel de su pajita.

Lo metió en su agua.

-¿Jimin?

—Lo siento, no volverá a suceder. Me puse a escribir anoche y perdí la noción del tiempo, me quedé dormido...

Ella cruzó la mesa y tiró del cuello de su camiseta.

—¿Y desde cuándo quemarse las pestañas deja un chupetón?

El agua entró por la nariz de Jimin y agarró unas servilletas justo a tiempo para evitar rociar la mesa. Se tocó el cuello. ¿Chupetón? ¿Tenía un chupetón?

Sana lo miró de reojo.

—Por favor, Dios, no me digas que tienes novia.

Jimin se metió en otra ronda de tos.

Sana dejó a un lado su lector electrónico y se cruzó de brazos.

—Es una chica, ¿no? —Dio un lado dramático—. Por el amor de Dios. Tienes una novia.

LEGENDARIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora