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—Gracias por aceptar reunirte con ellos. —Jimin se encontró con Sana en la puerta de Seven.

—Bueno, si voy a responder por ellos con los coordinadores del festival, quiero asegurarme de que son buenos. —Sonrió y besó a Jimin en la mejilla.— ¿Y tú cómo has estado? —Sus ojos bailaban con una risa interior.

Jimin no tenía ni idea de cómo responder a eso. Nunca se había sentido mejor en su vida y, al mismo tiempo, todo el mundo a su alrededor se estaba desmoronando. Todo por culpa de Jungkook. Todo porque le dijo que lo amaba. Al menos Jungkook no había dicho lo mismo de vuelta. No porque él no quisiera oírlo, sino porque quería que Jungkook lo dijera en serio. Y un mes de estar juntos, aunque se sintiera como si fuera una eternidad, no era nada parecido a los años que Jimin había pasado suspirando por Jungkook antes que se conocieran oficialmente.

—Te ves muy feliz —dijo Sana—. ¿Supongo que las cosas están funcionando con Jungkook? —Ella miró a través de la habitación. Jungkook estaba parado al lado del escenario hablando con Minho.

—Sí. —Y si las cosas mejoraban más, Jimin no iba a tener fuerzas para escribir, y mucho menos para caminar y hablar. Después de la introducción al columpio del sótano hace casi una semana, Jungkook no parecía tener suficiente. Aunque no habían regresado allí, Jungkook había descubierto la manera de atar a Jimin en casi todos los muebles que poseía.

Su sillón nunca se recuperaría.

—Vaya, yo diría que las cosas están más que funcionando entre vosotros dos. —Sana sonrió y la cara de Jimin se calentó—. Entonces, ¿es tan bueno como Killian?

—Killian no es real.

—¿Tu punto?

Jimin comenzó a discutir. Ah, al infierno.

—Mejor. Mucho mejor.

La sonrisa de Sana se convirtió en una mirada fija.

—¿Como cuánto mejor?

—Como si pudiera darle a Killian algunos consejos. —Y Jimin iba a hacer uso de toda su nueva experiencia en su próximo libro.

—Estoy tan feliz por ti. —Sana abrazó a Jimin, y él le devolvió el abrazo—. Bien, ahora que hemos quitado las noticias importantes del camino. —Se echó hacia atrás el pelo—. Oigamos a esos tipos tocar.

Jimin siguió a Sana a las mesas frente al escenario. Sacó una silla y se dejó caer. Todos intercambiaron miradas.

—Esta es Sana. —Jimin empujó sus gafas desde donde se habían deslizado hasta la punta de su nariz—. Ella es mi editora, y la persona que dije que conocía a los organizadores.

Felix dio un paso adelante.

—¿Estás segura que puedes llevarnos a uno de los escenarios principales delante de algunos agentes?

Sana ladeó la cabeza.

—No lo sé. Supongo que depende de si sabes o no tocar esa guitarra que llevas colgada al cuello.

Felix puso una mueca.

—¿Y bien? —Sana hizo un gesto con la mano al escenario.

Christian tomó el micrófono, mientras que todos los demás encontraron su lugar en el escenario.

—No tenemos muchos de los poemas con música todavía, pero tocaremos dos de los tres que tenemos. —Christian dio un paso atrás y comenzaron los acordes de apertura.

Llevadas por la voz de Christian, las rimas de Jimin se volvieron etéreas, cabalgando sobre olas viscerales de sonido, empujadas por el bajo, y puestas al frente por la batería. Las palabras que Jimin había escrito en la parte más baja de su vida se convirtieron en un animal con vida. Pero no mordió. No le dolió. Simplemente lo envolvieron haciéndole sentir un hormigueo de los pies a la cabeza.

LEGENDARIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora