Jimin cortó a través de la línea de árboles siguiendo el sendero que pasaba junto al estanque de los koi y alrededor de la pila de rocas en el extremo opuesto del parque. Solo menos de un kilómetro y podría irse a casa, bañarse escribir algunas líneas en un papel y luego dormir un poco.
Pero no antes de descubrir la escena final del libro nueve. Killian finalmente decidiría admitir sus sentimientos por su nuevo interés amoroso.
Después de ocho libros pasando de un tipo a otro, a veces dos a la vez, era una forma segura de llegar a los tres primeros en la lista de los más odiados o más queridos por los críticos. Killian era un promiscuo. Siempre había sido así, nunca se asentaba, nunca se quedaba en un lugar demasiado tiempo. Ámalos, ámalos duro, ámalos con juguetes, sin ellos, pero casi siempre con cuerdas, cadenas, esposas, pero ámalos a todos, tantas veces como pudiera en una noche, un día, una semana, pero nunca para siempre.
No, tendría que enfrentarse a algo feo, algo tan grande que le cambiaría la vida, se daría cuenta que el ratón bibliotecario, Thad, que se había burlado de él, era la persona que había estado buscando. Era un acoplamiento que había estado hirviendo en el fondo de cada nueva historia. Uno con el que Jimin se burló de los lectores desde el primer libro, y siempre desde el punto de vista del bibliotecario. Una fantasía, un pensamiento fugitivo ocasional, pero nada real. Ahora, el personaje de fondo de Jimin iba a ser lanzando de cabeza al centro de atención de una manera que ningún hombre querría experimentar.
Lo que sea que pasara para unirlos, tenía que ser grande.
¿Killian enojó a la persona equivocada y Thad terminó en la línea de fuego? No, demasiado predecible, y Killian no era de los que dejaban que las amenazas se mantuvieran en pie. Tal vez Killian podría estar herido y Thad el único que se presentara en el hospital, y no es del tipo de los que se queda acostado...
No, no, demasiado cliché. Toda la rutina del soldado herido se había hecho demasiadas veces. Incluso por él mismo. ¿Cuándo le habían disparado a Killian? ¿Libro tres? ¿Libro cinco?
Esta vez tenía que ser diferente. Realmente diferente.
¿Thad metido en algún problema? ¿Quizás haciendo algo que ni Killian, ni el público se hubiera imaginado? Jimin estaba bastante seguro que su público no vería venir la relación, por no hablar de Thad haciendo algo ilegal. ¿Y de qué tipo de problemas sería capaz un tímido ratón de biblioteca? ¿Acusado injustamente? ¿Acusado con razón, pero sus acciones negativas eran justificables? Tenía que ser cataclísmico, tenía que ser...
Más adelante, entre los árboles, dos hombres estaban sentados en un banco con una chica entre ellos. Su voluminoso suéter rosa apenas cubría su estómago hinchado.
Un pelirrojo que parecía una versión masculina de la chica. Luego el otro tipo que formaba el grupo. Pelo rubio, ojos azules, una cara que no se parecía en nada a Jungkook, su hermano. El pelirrojo tomó de la mano de Namjoon y la colocó sobre el vientre de la chica. Namjoon entretejió sus dedos en el agarre del otro hombre y se sentaron allí, sonriéndose el uno al otro.
Jimin parpadeó, y siguió parpadeando. Entonces los hilos fantasmales de la realidad lo abofetearon en la cara. Se echó hacia atrás, y su zapatilla de tenis se deslizó por el borde del sendero. Se retorció para poder poner los pies por debajo de él, pero el fresco lecho del mantillo del ciprés cedió. Tropezó, los brazos agitándose, agarrando cualquier cosa para mantenerse erguido. Las ramas de gloria de la mañana podrían haberlo sujetado en verano, pero las ramas secas no tenían fuerza. Se rompieron, convirtiéndose en migajas en su mano. De cara a los arbustos de azalea, rodó hacia la derecha, y el cielo cambió de lugar con el suelo.
Nubes espesas borrosas pasaban a través de una extensión azul y los pinzones jugaban a perseguirse en un borrón oscuro. El aire quemó un camino en los pulmones de Jimin. Un dolor agudo en su cadera empujó su respiración hacia atrás. Las telarañas aferradas a su piel se arrastraban con la brisa por su mejilla. Se las quitó a bofetadas.
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LEGENDARIO
RomanceJimin lo ha aprendido por las malas, la ficción es mucho mejor que la vida real. En sus novelas románticas el mundo es seguro, predecible y siempre hay un final feliz. Lo mejor de todo es que puede enamorarse y la persona nunca lo sabrá. Allí puede...