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Finalmente, me atreví a dar ese paso hacia adelante.
Nuestros cuerpos apenas separados por unos centímetros, su respiración entrecortada coincidía con la mía.
“Hola”, fue lo único que salió de mis labios, quebrando el silencio que parecía eterno.

Él me miró fijamente, buscando algo en mi rostro, tal vez un rastro del tiempo perdido o una señal de que todo estaba bien.
"Tanto tiempo", respondió, su voz ronca pero llena de una calidez que no había olvidado.
El bullicio del lugar parecía volver, pero nosotros seguíamos allí, atrapados en una burbuja de recuerdos y posibilidades. ¿Qué decir después de tanto?
Tenía tanto que decir, que preguntarle, pero tal vez las palabras sobraban.
A veces el silencio hablaba más claro que cualquier frase ensayada.
Me debatía entre la necesidad de respuestas y el temor de reabrir viejas heridas.
Tal vez era mejor dejarlo todo en ese instante, inmortalizado por la tensión de lo no dicho.
Había una paz extraña en simplemente saber que seguíamos existiendo, que en algún rincón del tiempo y el espacio nuestras vidas se habían cruzado de nuevo, aunque fuera por un momento.
Nos quedamos ahí, en esa burbuja frágil que podía romperse con una palabra equivocada.
Sentía el latido de mi corazón acelerado, como si buscara marcar el ritmo de algo que no sabía cómo continuar.
Su presencia lo llenaba todo, y el peso del pasado caía sobre mis hombros, cada segundo que pasaba se volvía más denso.
“¿Cómo estás?”, susurré al fin, mi voz apenas audible sobre el murmullo que regresaba a nuestro alrededor.
Sabía que era una pregunta banal, vacía en comparación con todo lo que realmente quería saber.
Pero no podía encontrar otra manera de romper el hielo sin que las emociones me desbordaran.

Él desvió la mirada por un instante, como si no estuviera seguro de cómo responder.
“He estado bien… O eso me he dicho”, contestó con una media sonrisa que no alcanzó sus ojos.
“¿Y tú?”, agregó, devolviéndome la pregunta, pero sentía que no era solo cortesía.
Había algo más profundo en su tono, como si realmente quisiera entender qué había sido de mí después de tanto tiempo.

“También… he estado bien”, mentí. Porque, ¿cómo resumir años de ausencias, dudas y caminos tomados por inercia? ¿Cómo explicarle que había pasado noches preguntándome qué habría sido de nosotros si las cosas hubieran sido diferentes?

El silencio volvió a caer entre nosotros, pero esta vez se sentía distinto, más pesado.
Sabíamos que había algo más que queríamos decir, pero ninguno de los dos se atrevía a dar el siguiente paso.
¿Valía la pena volver a lo que éramos, o sería mejor dejarlo todo en el pasado, donde quizás pertenecía?

Di un respiro profundo y, sintiendo un impulso inexplicable, alcé la mano para tocar la suya.
El contacto fue breve, apenas un roce, pero suficiente para encender un fuego que creía apagado hace mucho tiempo.
Él no se apartó, pero tampoco hizo un movimiento para acercarse más.
Solo me miró, sus ojos buscando algo en los míos, y en ese momento supe que ambos estábamos en la misma encrucijada.

No era solo sobre lo que había sido, sino sobre lo que podía ser. ¿Estábamos dispuestos a correr el riesgo de descubrirlo?

El Susurro De Los Amores Imposibles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora