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Regulus se encontraba extasiado por la intensidad con la que James lo poseía. El deseo ardiente los consumía, envolviéndolos en un torbellino de emociones prohibidas. Regulus gemía de placer mientras sentía el poderoso miembro de James explorando cada rincón de su ser.

El ambiente estaba cargado de lujuria y deseo, con Regulus entregándose por completo a la frenética pasión que lo embargaba. Los cuerpos sudorosos se movían al compás de un deseo prohibido, un anhelo que iba más allá de la razón.

Con el tiempo, la intensidad del momento los llevó a cambiar de posición, y Regulus se encontró cabalgando sobre la virilidad de James con una determinación feroz. Cada embestida era un eco de su anhelo por concebir, por sentir la semilla de aquel alfa en su interior.

Los gemidos ahogados se mezclaban con susurros de deseo, creando una sinfonía de placer y anhelo. Regulus se abandonaba al éxtasis del momento, sintiendo la urgencia de la vida creciendo dentro de él.

Y así, en medio de esa unión carnal y visceral, Regulus anhelaba con toda su alma que aquella noche de pasión diera fruto, que el fuego de su amor se reflejara en una nueva vida naciendo de su entrega desenfrenada.

La noche avanzaba, y con cada movimiento, cada gemido compartido, Regulus y James se adentraban en un mundo de sensaciones sin límites, donde la lujuria y el amor se entrelazaban en una danza eterna.

Y al final, cuando el éxtasis alcanzó su punto cumbre y el universo parecía detenerse por un instante, Regulus supo que aquella noche quedaría marcada en su memoria para siempre, como el momento en que su deseo más profundo cobró vida en la oscuridad de la pasión.

En la penumbra de la habitación, el aire se cargaba de electricidad a medida que James y Regulus se entregaban a la pasión prohibida. Después de un breve descanso, un deseo insaciable los volvía a unir en un baile ardiente de sensaciones.

James, con su mirada intensa y dominante, tomó el control y penetró a Regulus con una ferocidad que lo hizo gemir de placer. Cada embestida era como un trueno en la noche, resonando en la habitación y dejando claro el intenso deseo que los consumía.

Los cuerpos entrelazados se movían al ritmo del deseo desenfrenado, sin barreras ni inhibiciones. Los susurros obscenos y las palabras eróticas llenaban el aire, alimentando la tensión sexual que los envolvía.

El sonido de sus pieles chocando se mezclaba con los gemidos y el eco de sus corazones acelerados. Era una danza salvaje de pasión y lujuria, donde ambos se perdían en el éxtasis del momento.

Entre jadeos y suspiros, se fundían en un torbellino de sensaciones intensas, explorando los límites de su deseo y entregándose por completo al placer compartido.

Finalmente, exhaustos pero saciados, se encontraron en un abrazo íntimo, con la complicidad brillando en sus ojos. En silencio, entendieron que lo que tenían era más que deseo carnal; era una conexión profunda y única que los unía de una manera especial.

Los días pasaron en un susurro, envueltos en una burbuja de intimidad que parecía desafiar el tiempo. James y Regulus se habían perdido el uno en el otro, explorando cada rincón de sus sentimientos y deseos. El cuarto se convirtió en su refugio, un santuario donde podían dejar de lado el mundo exterior y entregarse por completo.

A medida que el tercer día llegaba a su fin, Regulus se sintió más conectado que nunca con James. Sus instintos omegas habían encontrado un hogar en la presencia protectora del alfa, y eso lo había liberado de sus ansiedades. Pero en lo profundo de su ser, también comenzaba a surgir otra realidad: la posibilidad de que su amor no solo los uniera emocionalmente, sino que pudiera tener consecuencias físicas.

En la mañana del cuarto dia, mientras se acurrucaban en la cama, Regulus sintió un pequeño mareo, algo que no había experimentado antes. Se giró hacia James, quien lo miraba con ternura, sus ojos brillando con amor.

—James... —comenzó, sintiendo que el peso de su preocupación lo envolvía.

—¿Qué pasa, Reg? —preguntó James, su voz llena de cuidado.

—No sé... siento algo extraño. Como si... como si hubiera algo más.

James se quedó en silencio un momento, captando la preocupación en la voz de Regulus. La idea de que Regulus pudiera estar embarazado había cruzado por su mente, pero no había querido mencionarlo, temiendo asustarlo.

—¿Crees que...? —James no pudo terminar la frase, pero su mirada dejó entrever lo que ambos temían y deseaban al mismo tiempo.

Regulus lo miró, sus ojos oscuros reflejando la confusión y la esperanza. —No lo sé. No hemos hablado de eso.

—Podría ser... —James comenzó, sintiendo la mezcla de emoción y miedo. La idea de que pudieran crear una vida juntos lo llenaba de alegría, pero también de responsabilidad.

Regulus se sentó, un ligero rubor en sus mejillas. —No puedo evitar pensar que esto es lo que queríamos, ¿verdad?

James se acercó, tomando las manos de Regulus entre las suyas. —Sí, pero también es un gran paso. ¿Estás listo para eso?

Regulus asintió, sintiendo que su corazón latía con fuerza. —Creo que sí. Quiero que esto sea nuestro, pase lo que pase.

Esa afirmación llenó a James de determinación. Sin importar lo que sucediera, estaban juntos en esto. Se inclinó para besar a Regulus, una promesa silenciosa de amor y apoyo, sin importar los desafíos que pudieran venir.

Mientras se abrazaban, la realidad de su situación se asentó en ellos. Cualquiera que fuera el resultado, estaban listos para enfrentarlo juntos. El amor que se habían dado en esos días no solo los había unido, sino que también los había transformado en algo más fuerte, más significativo.

Así, con esa nueva realidad entre ellos, se prepararon para salir de su refugio y enfrentar el mundo, sabiendo que juntos podrían superar cualquier cosa, con amor y valentía como su guía.

Noche de cacería en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora