19

62 9 2
                                    

Remus los trasladó a él y a Lucius a uno de los cuartos que les habían proporcionado, un refugio temporal en medio de la cacería. Las paredes estaban adornadas con pieles y el ambiente era cálido, casi íntimo. La luz tenue de las antorchas creaba un juego de sombras, envolviendo el espacio en un aura de misterio.

—Aquí no nos molestarán —dijo Remus, cerrando la puerta con un suave clic. Sabía que en ese momento, el peligro no era más que un eco lejano.

Lucius asintió, su mirada centelleando con una mezcla de emoción y desafío. El aire estaba cargado, no solo por la tensión de la cacería, sino también por la energía que ambos sentían, un impulso primitivo que los unía.

—Esto puede ser lo que necesitamos —murmuró Lucius, acercándose a la mesa. Había una botella de vino y un par de copas, que parecían esperar su atención. —Un momento a solas antes de la cacería.

Remus lo miró, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a elevarse. —Tienes razón. No hay peligro inmediato, así que quizás deberíamos aprovechar este momento.

Lucius sonrió con un aire travieso. —¿Aprovechar? ¿Te refieres a disfrutar de la cacería o a lo que viene después?

—Ambas cosas —respondió Remus, sintiendo que su corazón latía con fuerza. La cacería se había convertido en un ritual, una liberación, y el momento de tranquilidad era igualmente valioso.

Mientras el sonido de la lluvia se hacía más fuerte afuera, se sentaron, compartiendo una botella de vino y dejando que las preocupaciones del mundo exterior se desvanecieran. En ese espacio, la conexión entre ellos se volvía más intensa, cada palabra y cada risa llenando el aire con una tensión que prometía mucho más.

La noche era joven, y la cacería apenas comenzaba. Ambos sabían que, en un instante, podrían dejar atrás cualquier restricción y entregarse a la naturaleza salvaje que los llamaba.

Remus y Lucius se encontraban en un cuarto alejado, un refugio temporal durante la intensa cacería de esa noche. Las paredes estaban adornadas con pieles y la luz de las antorchas creaba un ambiente cálido y acogedor. La atmósfera estaba cargada de emoción, y el aire vibraba con una energía primitiva que ambos podían sentir.

Lucius, con una sonrisa entusiasta, miraba a Remus, quien estaba claramente nervioso. Remus jugueteaba con sus manos, sintiendo cómo la ansiedad se apoderaba de él.

—Es nuestra primera noche juntos —dijo Lucius, su voz suave y cargada de promesas.

Remus asintió, sintiendo que su corazón latía desbocado. La idea de que esa noche podrían tener cachorros le daba vueltas en la cabeza, y no podía evitar la mezcla de emoción y temor que lo invadía.

—No puedo evitarlo, estoy un poco nervioso —confesó, mirando a Lucius a los ojos. —¿Y si no estamos listos?

Lucius se acercó, tomando sus manos con firmeza, y Remus notó que su compañero respiraba de manera más pesada. —No hay forma de saberlo a menos que lo intentemos. Esta noche es especial, y lo que venga será parte de nosotros.

Mientras hablaba, Lucius se dejó caer en una silla, sus ojos brillando con una intensidad inusual. Remus frunció el ceño, dándose cuenta de que Lucius estaba empezando a perder el conocimiento por los efectos del celo. Era una mezcla de deseo y agotamiento, y la forma en que lo miraba hacía que el corazón de Remus se acelerara aún más.

—¿Lucius? —preguntó, preocupado—. ¿Estás bien?

—Solo... un poco abrumado —respondió Lucius, intentando mantener la compostura. —La cacería nos afecta a todos, pero quiero que sepas que esto es lo que deseo.

Remus se arrodilló a su lado, sintiendo la calidez de Lucius, quien ya no podía ocultar su vulnerabilidad. —¿Estás seguro de que quieres hacerlo? No quiero que esto sea algo que lamentes.

Lucius sonrió, aunque su mirada estaba nublada por el fervor de la noche. —No lo lamentaré. Esta conexión... es única. La idea de tener cachorros contigo es... todo lo que he deseado.

La confesión hizo que Remus sintiera un escalofrío recorrer su espalda. La idea de formar una familia, de dar ese paso tan importante, lo llenaba de emoción. Se acercó más a Lucius, sintiendo el calor que emanaba de él.

Mientras la luna brillaba en lo alto, iluminando el cuarto con un suave resplandor plateado, Remus se dio cuenta de que el momento había llegado. La ansiedad comenzó a desvanecerse, reemplazada por una sensación de confianza y conexión. Lucius, a pesar de su estado, parecía más decidido que nunca.

—Estamos en esto juntos —dijo Remus, tomando la mano de Lucius con ternura. —No importa lo que pase, estaré a tu lado.

Lucius, con la mirada perdida pero llena de determinación, asintió. —Vamos a hacer que esta noche sea especial. Una noche que recordemos, que dé lugar a los cachorros que hemos soñado.

Juntos, se prepararon para dar ese paso hacia lo desconocido, sabiendo que, sin importar lo que sucediera, estarían unidos en este viaje, comenzando una nueva vida en la que la esperanza de cachorros danzaba en el aire, esperando ser traída a la realidad.

Sus cuerpos se movían al unísono, la respiración entrecortada delata el intenso placer que sentían. Lucius arqueó la espalda, invitándolo a profundizar más. Remus, con un gemido gutural, respondió a su llamado, mientras sus manos exploraban cada centímetro de su piel. El sudor resbalaba por sus cuerpos, mezclándose con las sábanas de seda. Sus cuerpos, bañados por el sudor, se deslizaban uno sobre otro como si fueran una sola entidad. Lucius, con los ojos cerrados, gemía su nombre, mientras Remus hundía sus dedos en su cabello, tirando de él con fuerza. La habitación se llenó de un eco sordo, el sonido de sus cuerpos chocando contra la realidad.

Lucius, acostumbrado a tener el control, se encuentra en una posición vulnerable ante la ferocidad de Remus. Su resistencia inicial se desvanece gradualmente, dando paso a una sumisión completa. El celo no solo afecta a Remus, sino también a Lucius. Podría experimentar cambios físicos y emocionales que lo hacen más receptivo a la dominación de Remus. Lucius yacía inmóvil en la cama, sus ojos cerrados y su respiración agitada. Remus, con un brillo salvaje en sus ojos dorados, se inclinó sobre él. Sus dedos recorrieron el cuerpo de Lucius, marcando su territorio. Con voz ronca, murmuró: "Eres mío". Lucius, aunque luchaba contra la sensación de humillación, no pudo evitar sentir un extraño placer ante la dominancia de Remus.

Un gemido grutural escapó de los labios de Remus mientras su cuerpo se estremecía convulsamente. Con un último espasmo, dejó su nudo en Lucius y una marca ardiente que los unía para siempre. Lucius, con los ojos cerrados, sintió cómo la energía mágica fluía a través de él, transformándolo. En la oscuridad, sus cuerpos se fundieron en un abrazo, unidos por un vínculo indestructible. Lucius estaba experimentando una mezcla de sensaciones intensas, el dolor de recibir el nudo, pero también el placer de la unión profunda con Remus. El nudo no es solo una marca física, sino también un símbolo de su sumisión y lealtad a Remus.

Lucius ahora estaba sobre Remus, jamás pensó que ser penetrado le gustaría tanto, era una de las sensaciones mas placenteras que pudo sentir. Solo le faltaba poco para terminar, el hecho de que su coño estuviera siendo abierto por esa polla tan grande era fascinante, pero lo que mas lo excitaba era ver a Remus observándolo con lujuria y sus manos, oh sus manos lo tocaban, Remus lo tenía agarrado de la cadera, ayudándolo a subir y bajar. El tan ansiado orgasmo llegó siendo Lucius el que se desplomó sobre su alfa, se sentía lleno y la cantidad de semen que brotaba del pene de Remus era sorprendente, era mas que obvio que cuando salieran de aquel cuarto tendría un cachorro en su vientre.  

Noche de cacería en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora