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Si bien Arthur Weasley sabía con certeza lo que había pasado aquella noche de cacería, no se arrepentía pero si le preocupaba, Ethan Nott era suyo y solo suyo, después de la cacería se había confirmado que Ethan estaba marcado y en cinta, ya podía imaginarse el olor a leche que deprendería su omega, de solo pensarlo se deleitaba. Era consciente que Ethan no deseaba las cosas de esa manera, pero ya estaba hecho.

Arthur Weasley sabía que la noche de la cacería había cambiado su vida para siempre. Mientras el resto del mundo se movía con la normalidad de siempre, él estaba atrapado en sus pensamientos, pensando en Ethan Nott. Sabía lo que había pasado; había sido un momento fugaz pero intenso, y ahora Ethan estaba marcado, llevando en su vientre algo que cambiaría sus destinos para siempre.

Mientras contemplaba todo esto, una mezcla de alegría y preocupación lo invadía. El aroma a leche que emanaría de Ethan una vez que el bebé llegara a este mundo lo llenaba de anhelo. En su mente, ya podía imaginarlo: la dulzura del pequeño, la felicidad que se entrelazaría en sus vidas. Pero también sabía que Ethan no quería que las cosas hubieran sucedido de esta manera. No deseaba que su vida tomara un rumbo tan drástico, y eso lo atormentaba.

Al anochecer, Arthur decidió buscar a Ethan. Lo encontró en un rincón apartado de Hogwarts, rodeado de libros, con una expresión melancólica. La luz de la luna se filtraba a través de las ventanas, iluminando su cabello oscuro. Era hermoso y, a la vez, vulnerable.

—Ethan —dijo Arthur, acercándose con cautela—. Necesitamos hablar.

Ethan levantó la vista, y en sus ojos había una mezcla de temor y amor.

—¿De qué quieres hablar, Arthur? —preguntó, su voz suave pero firme.

—Sobre lo que pasó. Sé que no es lo que esperabas... —comenzó Arthur, sintiendo la presión de las palabras.

—No, no lo es. —Ethan lo interrumpió, su expresión intensa—. Pero no puedo cambiar lo que soy ni lo que está sucediendo.

Arthur sintió que su corazón se encogía.

—Yo... yo no me arrepiento de lo que pasó. Te deseo, Ethan. Y quiero estar a tu lado en esto.

Ethan se quedó en silencio, su mirada fija en el suelo.

—¿Y si no quiero que esto sea así? —dijo, su voz apenas un susurro—. ¿Y si no estoy listo para ser padre?

—Yo tampoco lo estoy del todo. Pero esto es nuestro destino. —Arthur dio un paso más cerca, tomando la mano de Ethan entre las suyas—. No estás solo. Yo estoy contigo.

Ethan lo miró, sus ojos llenos de lágrimas.

—Lo sé. Y... te amo, Arthur. Amo al bebé que llevo dentro. Es parte de mí, y no puedo cambiar eso. Pero también me asusta.

—A mí también me asusta —respondió Arthur, sintiendo cómo sus corazones latían al unísono—. Pero juntos podemos enfrentar cualquier cosa.

Ethan respiró hondo, como si estuviera buscando la fuerza que necesitaba.

—Quiero aprender a amar este nuevo camino. Quiero hacerlo bien —dijo finalmente, su voz más firme—. Si esto es nuestro destino, entonces lo acepto.

Arthur sonrió, sintiendo que una carga se aliviaba.

—Lo haremos juntos. Seremos una familia, Ethan. Te prometo que estaré a tu lado en cada paso del camino.

Ambos se miraron, y en ese instante, el miedo se disipó. Había una conexión palpable entre ellos, una promesa de amor y apoyo. Se abrazaron, y Arthur sintió la calidez de Ethan, su corazón latiendo en sincronía con el de su omega.

—Gracias por estar aquí —dijo Ethan, su voz temblorosa.

—Gracias a ti por permitirme ser parte de tu vida —respondió Arthur, sintiendo que el futuro, aunque incierto, estaba lleno de esperanza.

Mientras se abrazaban, Arthur supo que su amor por Ethan y el bebé en camino sería suficiente para enfrentar cualquier desafío. Estaban destinados a ser una familia, y juntos encontrarían la manera de abrazar su nueva realidad.

Noche de cacería en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora