09: Balas.

31 5 0
                                    

Ya había pasado un condenado año. Logan había tenido suficiente tiempo para encontrar la respuesta a la pregunta que lo atormentaba: “¿Wade me ama?”. El pelinegro lo supo tarde, pero lo entendió o, al menos, se convenció de ello. Wade Wilson no lo amaba. Esa conclusión fue como una bala atravesándole el pecho. Entonces, Logan hizo lo que mejor sabía hacer: endureció la coraza que envolvía su frágil corazón. Puso una muralla entre él y el mundo, una muralla inquebrantable. No importaba quién fuera, nadie podría pasar aquella barrera, y él mismo se encargaría de romper a todo aquel que osara siquiera intentarlo.

Su vida había caído en una rutina monótona, casi autómata. Logan se levantaba temprano para ir al taller, trabajaba sin quejarse, comía sin disfrutar y regresaba al apartamento sin esperar nada más que silencio. Ese día no fue diferente, o al menos no lo parecía al principio. Sin embargo, al entrar al apartamento, encontró una sorpresa: Laura estaba sentada junto a la vieja Al, conversando con ella como si fuera lo más normal del mundo.

Logan les dio una mirada fugaz, sin siquiera detenerse a saludar. Iba directo al baño para ducharse y, después, probablemente se tiraría en el sofá con una botella de whisky, tal vez un porro o lo que encontrara para adormecer los pensamientos. Lo que fuera con tal de no pensar en Wade.

Laura lo siguió con la mirada, su expresión llena de sarcasmo.

—¿Vas a saludar o qué? —murmuró con un toque de ironía.

Al, en cambio, solo suspiró y se encogió de hombros, apoyada en su bastón—. Deberías dejar de esperar tanto de él, niña. Logan ya no es el mismo de antes.

Laura lo sabía, por supuesto. Había visto cómo su "padre" se destruía lentamente a lo largo de ese año. Era difícil verlo llegar cada noche, un poco más vacío, un poco más roto. Y aunque lo entendía, la frustraba verlo entregarse de esa manera, como si hubiera aceptado que la vida ya no le ofrecía nada más.

Cuando Logan salió del baño, con el cabello oscuro aún goteando y una expresión neutral, Laura lo miró fijamente. Se levantó, cruzándose de brazos, y se posicionó justo frente a él.

—¿Qué? —gruñó Logan mientras se pasaba una toalla por la nuca, con evidente cansancio en su voz.

—Nada —respondió Laura, observándolo con una mezcla de molestia y preocupación—. Pero si sigues así, te vas a matar antes de que Wade siquiera sepa que existes.

Logan soltó un bufido, la tensión apoderándose de su cuerpo. No quería tener esta conversación. No ahora. No después de todo.

—No está bien que te hagas esto —continuó Laura, suavizando el tono, pero sin dar marcha atrás—. No lo merece, Logan. Tú no mereces esto.

Logan no contestó, pero en su mente las palabras de Laura resonaban con fuerza. Sabía que tenía razón. Sabía que, en el fondo, Wade lo había destrozado al marcharse sin más. Un día lo tenía todo, o al menos creía tenerlo, y al siguiente, Wade había desaparecido, llevándose consigo cualquier razón que Logan pudiera tener para sentirse vivo.

Laura se acercó más, su expresión cambiando a una mezcla de determinación y compasión.

—Déjalo ir, Logan —insistió—. Si él no fue capaz de quedarse, entonces no merece que te destruyas por él.

Esas palabras detonaron algo dentro de Logan. Levantó la vista, con los ojos brillando de ira contenida. ¿Cómo demonios se suponía que debía "dejarlo ir"? ¿Cómo alguien dejaba atrás a la persona que amaba sin más? No, no iba a caer en ese juego de autoayuda barato. Wade lo había destrozado, sí, pero ese dolor era suyo y no iba a permitir que nadie, ni siquiera Laura, le dijera cómo manejarlo.

Enamorado Tuyo (Poolverine).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora