Capítulo 2: La primera palabra

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-¿Qué hora es?- preguntó Mónica, con la voz temblorosa.

-Tranquila, todavía no son las siete.- respondió Lía mientras se secaba el cabello húmedo con una de las toallas blancas del hotel.

-No podemos pasarnos ni un minuto.

-¿Dices que es un pueblo tan pobre y mediocre que no tenemos permitido usar luz eléctrica hasta que salga el sol?

-Creo que es por una cuestión de ahorro.

-Entonces sí es un pueblo pobre y mediocre.

Mónica suspiró, agotada.

-Tienes que ser más agradecida con lo que tenemos.

Lía miró a Colin, que no paraba de saltar arriba de la cama.

-¿Por qué debería estar agradecida?- dijo Lía mirando el suelo con los ojos llorosos.

Mónica estuvo a punto de contestar cuando empezó a sonar el reloj a cuerda qu reposaba mesa de noche. Ese sonido insoportable que nadie quiere escuchar en ningún momento del día.

-A la cama.- anunció, apagando absolutamente todas las luces, dejando la habitación, y el resto del pueblo, en la total penumbra.

Lía no sabía qué hora era cuando despertó por culpa de un cosquilleo en su pierna. Pensó que quizá era Colin, quién solía hacerle ese tipo de bromas para que ella se asustara y así, burlarse por la mañana. Pero al abrir los ojos, incluso en plena oscuridad, no pudo sentir la presencia de su hermano.

El cosquilleo siguió recorriendo su pierna. Iba subiendo hasta su cadera, por su estómago. Hacía frío y estaba tapada hasta los hombros, pero sus brazos estaban por arriba de la manta. Era una sensación extraña, como si algo caminara por su cuerpo pero no hubiera nada allí.

Sintió su cuerpo pesado, como si en su estómago estuvieran depositados varios kilos de absolutamente nada.

Intentó mover los brazos pero le fue imposible. Todo su cuerpo se encontraba paralizado. Podía pestañear, pero su cuello no podía girar hacia los costados.

"Otra parálisis del sueño" pensó con fastidio, siendo incapaz también de hablar y pedir ayuda. No recordaba la última vez en la que había tenido una parálisis. Había experimentado esa sensación espantosa en varias ocasiones igualmente, no era nada del otro mundo, sobretodo cuando estaba sometida a mucho estrés.

No intentó moverse. Sería en vano. De lo contrario intentó volver a dormir. El cosquilleo que sentía en su estómago y sus piernas era cada vez más fuerte. Comenzó a picarle y la sensación de no poder rascarse era insoportable. Casi tanto como no poder moverse. Casi tanto como querer dormir para que se acabe esa pesadilla. Casi tanto como no poder lograrlo.

Respiraba cada vez con más fuerza. No sentía ni veía a Colin cerca de ella, tampoco podía verlo debido a la oscuridad infinita de aquel cuarto de hotel.

Intentó gritar el nombre de su hermano, luego recordó que sus esfuerzos iban a ser en vano. Sintió una gota de sudor que le caía por la sien. Ya estaba comenzando a incomodarse. A impacientarse.

Cerró los ojos. Ignoró todo tipo de pesar, todo tipo de distracción o síntoma que le recordara el fastidio de no poder moverse y fue a su lugar feliz. Esa había sido una recomendación de su padre cuando le contó la primera vez que había tenido una parálisis del sueño.

Peter le había dicho que recordara el momento en el cual había sentido la felicidad máxima. Aquel momento que jamás podría olvidar. Y Lía siguió su consejo:

Bonfist: el Susurro de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora