Capítulo 4: Lluvia de carretera

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Fue una de las peores noches que había tenido desde funeral de su padre y su hermano. No recordaba la última vez que le había dado un ataque de asma. Calculó que habrá sido en alguna clase de gimnasia o corriendo el autobús, pero jamás por alguna situación que la haya hecho morir de miedo.

Colin permaneció junto a ella. Parecía nervioso aunque ella no pudiera verlo. Su presencia se sentía inquieta, preocupada. Esa noche, Lía tembló más de lo habitual.

Por la mañana, Mónica estaba haciendo su maleta. No habían llevado muchas pertenencias ninguna de las dos. No eran apegadas a objetos. Aun así, Lía conservaba unas camisetas de Colin y algunos juguetes en su mochila de viaje. Mochila que Mónica no había visto ni verá.

-Vístete rápido.- le dijo a su hija, mientras se ponía de pie.- ya podemos volver a la casa. Tenemos mucha limpieza que hacer.

Lía suspiró y se cubrió la cara con la almohada dura de la habitación del hotel.

Una hora más tarde, ambas se encontraban de camino a su nuevo hogar, con una compra gigante de desodorante para piso y desinfectantes en el baúl del auto.

-Será divertido.- la animó Colin. Mónica iba en silencio.- dile algo a mamá.

Lía abrió los ojos tan grandes como le fue posible.

-Para que vayan limando asperezas.- sugirió el niño.- pregúntale cómo durmió.

-¿Cómo dormiste?- repitió Lía con desinterés.

-Hubiera dormido mejor de no ser porque dejaste la televisión encendida a treinta segundos de las siete.- le reprochó.- y tu ataquecito de asma no me dejó pegar un ojo.

-Eso no lo esperaba.- comentó Colin, pero fue interrumpido por su hermana.

-Pues, disculpa por no entender ni mierda de las "reglas" de este pueblo. Parece que te da miedo desacatar órdenes, ¿desde cuando?

-No me hables así.

-Te hablo como se me da la gana, porque me trajiste aquí en contra de mi voluntad y merezco saber qué pasa.

-Son reglas y ya. Y cuida tu vocabulario conmigo, Ophelia, soy la única de las dos que le queda un poco de cordura todavía.

-Lo dice la mujer que se echó a morir luego del accidente.

-Eres una maleducada e irreverente.

-Y tu una mentirosa y manipuladora.

-Suficiente.- pisó el freno. De no ser por el cinturón de seguridad, Lía se hubiera ido de frente al parabrisas.- irás caminando hasta la casa. A ver si tomando un poquito de aire se te acomodan las ideas.

-Son como tres kilómetros.

-Así vas a poder pensar más.

Colin puso los ojos en blanco y bajó del auto.

-Vamos, maleducada.- le espetó desde afuera a su hermana pero con un tono burlón.- por tu culpa, tendremos que caminar.

Lía fulminó a su madre con la mirada.

-Te odio.- le susurró, tomando su mochila del suelo del auto y saliendo, no sin antes, pegar un portazo.

Mónica arrancó y desapareció en la carretera.

-No la odias.- dijo Colin.- lo dices porque estás enojada.

-¿Tu no estarías enojado? Mira a tu alrededor.

No había nada salvo árboles. La carretera zigzagueante estaba cubierta por una arboleda que la encapotaba, permitiendo un limitado paso de luz a través de sus hojas anaranjadas que anunciaban que el otoño ya estaba allí. El suelo estaba mojado, un claro ejemplo de la humedad que había en el ambiente y que comenzaba a afectar los pulmones de Ophelia.

Bonfist: el Susurro de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora