Capítulo 5: Un lugar escondido en el bosque

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-Ophelia.- susurró el chico que conducía bajo la lluvia.

A veces se preguntaba si esas serían las palabras correctas para definirlo, ya que siempre que se dirigía a aquel lugar, comenzaba a llover a cántaros.

Aunque ese día había sido diferente. Había ido a la escuela, como cualquier otro día, si fuera por él no iría pero su padre lo obligaba. No había aprendido nada nuevo, solo garabateó dibujos sin sentido en su cuaderno negro. Observó sus manos negras manchadas de grafito del lápiz, esas manos que Ophelia había visto hacía unos minutos atrás y se sonrojó. Enseguida se puso serio. No podía sonrojarse por una chica, menos sentir esa conexión que sintió la primera vez cuando la levantó del suelo en la puerta de la escuela, ni cuando la vio empapada e indefensa en la carretera.

Por poco sigue de largo de lo distraído que estaba. Frenó justo antes del cartel del pueblo y de esa especie de barricada poco visible que se encontraba en el suelo, en forma de línea recta que se extendía hacia el interior del bosque.

La barricada era imperceptible para casi todo el mundo, salvo para él. Era como una especie de cortina negra transparente que obstruía la salida del pueblo.

Edhan tenía que rodearla por dentro hasta llegar a su destino. Aun llovía y no había llevado paraguas. Mojarse era lo de menos, lo único que no le gustaba era el hecho de estar allí, de tener que ir casi obligado, por su moral o por sus acciones del pasado.

El suelo estaba todo embarrado y sus botas quedaron completamente cubiertas de lodo. Resbaló un par de veces, casi cae otro par de veces más pero siempre se mantuvo de pie.

Al llegar, la lluvia seguía corriendo sin parar. No era casualidad que lloviera de tal manera cada vez que le tocaba ir, así que ya se había acostumbrado un poco.

Caminó entre las tumbas, tarareando una canción y evitando pisar los espacios donde yacían los muertos.

- "Irás al bosque, a jugar con las hojas secas, a jugar entre los árboles"- cantó, hasta que llegó a la que primera lápida que iba a visitar ese día. Sam.

Se hizo la señal de la cruz y sacó de adentro de su suéter su rosario. Comenzó a rezar por la vida de su amigo.

-No entiendo por qué todavía haces eso.- se escuchó a sus espaldas. Edhan no despegó la vista de la tumba de Sam.- ¿Eres consciente que es innecesario?

Edhan siguió rezando en silencio, moviendo levemente los labios para hacerlo.

-Amigo, vamos.- continuó la voz detrás de él.- Déjate de bromitas, supéralo.

Edhan se volvió a persignar y dio la vuelta para verlo.

-Cuando rezo, no me gusta que me molesten.

-Pues perdón, yo no soy el que siente culpa.

-Eso es porque tú eres el que está muerto, Sam.

Sam mufó.

-¿Cuántas te faltan?

-Esta es la primera.

El muchacho rezongó.

-¿Por qué siempre soy el primero?

-Porque eres la primera tumba ni bien ingreso al cementerio. ¿Podrías dejar que siga mi recorrido?- dijo Edhan con fastidio.

-Por mi está bien, tengo todo el tiempo del mundo.

Edhan miró a su amigo. O lo que quedó de él. Su cara había quedado desfigurada, casi irreconocible tras el incendio, pero como fantasma, esa parte de su cara que antes estaba deshecha, casi inexistente, ahora estaba cubierta por humo negro que ocultaba ese sector del rostro, al igual que el resto de su parte izquierda. Edhan sintió escalofríos al verlo. Pensar que habían crecido juntos y de él ya no quedaba casi nada.

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⏰ Última actualización: Nov 02 ⏰

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