Capítulo 6: El hogar de una niña

124 17 38
                                    

Faltaba poco para atardecer, y el frío viento del mar acariciaba mi rostro con suavidad, trayendo consigo el distintivo aroma que solo el océano podía ofrecer. Respiraba con tranquilidad, esbozando una ligera sonrisa al disfrutar de la vista al volar hacia el horizonte.

— Ya casi llegamos, Raphtalia.

— ¿Sí?

Asentí, sonriendo suavemente, pero ella no me miró de vuelta. Su vista fija en el horizonte, moviendo y apretando sus labios con duda.

Había recogido a Raphtalia de la casa de Van y llevábamos un par de horas viajando a un ritmo relajado. Durante la mayor parte del trayecto, ella había permanecido en silencio, apenas hablando para responder a algunas de mis preguntas.

Estaba preocupada y ansiosa, podía saberlo, pero en este momento sabía que lo importante era esperar a que ella estuviera lista.

Miré hacia el sol, apreciando la calidez con la que su luz bañaba mi piel.

Pasaron los minutos en silencio. Al atravesar una gran y congelada cordillera por arriba, apareció ante nosotros la vista de un gran e inmenso océano, extendiéndose hacia el fin del horizonte.

Podía oír a las gaviotas graznar en la lejanía, el choque de las olas contra la orilla. El reflejo del sol en el agua, como un gigantesco espejo, me ofrecía una hermosa feria de luces blancas y azules.

A medida que nos acercábamos, el agarre de Raphtalia sobre mi brazo se hizo mas fuerte. Su mirada tambaleaba, fija en el océano, pero desviándose hacia debajo de vez en cuando.

Volteó a verme, abrió la boca intentando decirme unas palabras, pero no nada surgió. Bajó la cabeza, llena de duda y miedo, escondiendo su rostro de mí.

— Tranquila, no tienes porque forzarte.

Asintió levemente, subió la mirada para mirar nuevamente el océano.

Después de horas de viaje, la vista de la orilla del mar era cada vez clara. Los mismos sonidos y olores que mencioné haciéndose cada vez mas fuertes y cercanos. Raphtalia ya podía percibirlos con claridad.

Llegamos, sobre volando por encima un acantilado que conectaba con el mar y al mismo tiempo con un camino natural que llevaba a una bella playa de arena blanca en lo bajo. Una solitaria y silenciosa aldea se erguía encima.

Lurolana, la aldea que fue hogar de Raphtalia. No había nada en kilómetros, más que una bella y tranquila vida natural.

Era una pequeña comunidad sobre el acantilado, según Van, la única aldea totalmente semihumana en todo el reino. O al menos lo era.

— Ah... — Raphtalia suspiró ansiosa, bajó la mirada, pero cerró los ojos con fuerza al mismo tiempo que su respiración comenzaba a dificultarse.

La abracé, acariciando suavemente la parte superior de su cabeza. En poco tiempo, su respiración se calmó y abrió los ojos ligeramente.

— ¿No v-vamos a bajar?

— Cuando te sientas lista.

— Yo...

Raphtalia pasó un tiempo en silencio, agarrando fuertemente la tela de mi traje, pero después de cerrar los ojos aguantando la respiración, me miró directamente a los ojos.

— Bajemos.

Sonreí antes de comenzar nuestro descenso. Poco a poco, el viento aumentando su intensidad, acompañados con la mescla del graznido de las gaviotas y el rugido del océano, bajamos en medio de la aldea.

El agarre de Raphtalia se hizo más fuerte.

Con el crujido de la tierra bajo mis pies toqué el suelo. Aterrizamos en lo que debía ser el centro de la aldea, un pozo de agua adornando un camino de tierra que se desviaba en todas direcciones.

Superman: A red and blue shield(Superman en Tate no Yuusha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora