Habían pasado al rededor seis o siete semanas desde que Ramón había llegado a la guardería. Y en ese lapso de tiempo, algunas cosas habían ocurrido.
Podría llamarlos roces, pero no sabía si eran exactamente eso. Cuando Spreen llegaba a recoger a su pequeño Ramón, le sonreía levemente. A veces le decía cosas extrañas, algunas veces indignantes. No era exactamente un halago que le dijera: "Buen trasero, pato". Ahora le daba vergüenza caminar frente al pelinegro.
Sentía esos ojos morados sobre él, como si quisiera devorarlo. En su mente, eso ocurría, pero nunca lo sabría, y el omega tampoco lo sabrá nunca.
Al comienzo, ese tipo de coqueteos le molestaban, pero después descubrió algo que hizo que su corazón se rompiera.
El pequeño Ramón no tenía mamá. Ni beta, ni alfa, nada. Ahora entendía por qué estaba tan acostumbrado a los biberones y no tenía el aroma de un omega.
Normalmente, las madres llenaban a los pequeños con su aroma para que se sintieran seguros, pero Ramón siempre olía a su papá. Ese agradable aroma a café recién hecho y bosque lluvioso, muy embriagador.
Puede o no ser que Quackity se hubiera quedado con un pequeño pañuelo de Ramón para tener el aroma de su padre.
Y puede tal vez que lo tenga bajo su almohada para olfatearlo cada noche.
Igualmente había comprado uno igual al pequeño, así que nunca descubriría nada. Incluso intercambia los pañuelos cuando se le acababa el aroma del azabache, para asegurarse de que siempre tuviera uno con mucho aroma.
Cada vez que el alfa aparecía, Quackity no podía evitar que un sonrojo cubriera su rostro, y miraba el suelo lleno de vergüenza.
Sin embargo, algo que le gustaba bastante era lo apegado que Ramón era con él. No le gustaba estar con ningún otro omega. Si alguien más lo cargaba, el pequeño lloraba a mares y no paraba hasta que volvía a estar en sus brazos.
Aunque había algo que no lo dejaba tranquilo: Ramón siempre se pegaba a su pecho, no solo para acurrucarse, sino como si buscara algo. Trataba de agarrar sus pechos con sus manitas por encima del delantal.
Siempre terminaba distrayéndolo con algo. No es que le incomodara demasiado, pero estaba buscando algo que no estaba allí.
Ese día estaban aprendiendo los fonemas y cómo se escribían. Los cachorros más grandes lo entendían mejor, pero el pequeño Ramón apenas balbuceaba algunas palabras incompletas e incomprensibles.
—Di papá. Pa-pá —dijo Quackity, sentado junto a los otros pequeños, quienes escribían en hojas los fonemas que les había enseñado.
Ramón lo miraba de lado, como si no entendiera del todo lo que decía.
—¡Pa-dá! —exclamó, aplaudiendo y riendo alegremente. Quackity solo suspiró.
—Profe, mamá se escribe con los dos palitos con loma, ¿verdad? —preguntó Bobby, uno de los cachorros. El ojiazul rió ante la imaginación del pequeño al describir la 'm'.
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¿𝕄𝕒𝕞𝕒 ?
RomancePorque quackity, siendo cuidador de cachorros de un jadir infantil, se encariña con el cachorro de uno de los padres que además le dice mamá. -adaptación de @/Zaorycast todos sus créditos correspondientes a la historia original -cambio de oraciones...