Capítulo 3

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Al otro día se despertó con mucho sueño, sentía su cuerpo algo pesado.

Estaba entrando a la guardería cuando vio al alfa de cabello negro llegar con el pequeño Ramón en sus brazos, mientras que el cachorro dormía plácidamente sobre su hombro. Spreen iba refunfuñando por lo bajo.

-Buenos días -saludó con la mejor sonrisa que pudo poner. El alfa lo miró un momento, para después solo chasquear la lengua; aun así, no cambió su sonrisa.

-Buenos días -respondió el alfa por lo bajo. Le entregó la mochila, y Quackity la tomó. Ramón se despertó por el movimiento y miró con ojos somnolientos al de cabello negro.

-¡Qua! -exclamó el pequeño, estirando sus brazos hacia él. Quackity miró al alfa, esperando su consentimiento; no podía tomarlo solo porque sí.

Al recibir un ligero movimiento de cabeza, tomó al pequeño Ramón y lo acurrucó en sus brazos. Parecía estar a gusto, incluso ronroneó cuando lo acarició, dejando escapar también un pequeño bostezo.

-No es muy mañanero, ¿eh? -acarició la cabeza del pequeño mientras reía un poco.

Se sonrojó suavemente al recordar que lo estaba haciendo frente al alfa. Era normal que hablara con los pequeños, pero se sentía más cómodo cuando lo hacía rodeado de los cachorros y no de los padres.

-Volveré a la misma hora de ayer. Ya me tengo que ir -dijo el alfa, para después irse. Quackity pudo jurar que vio una pequeña, apenas perceptible sonrisa en su rostro.

"Se estaba riendo de mí", pensó internamente, lamentando su debilidad por las pequeñas cositas tiernas.

Miró al pequeño Ramón, quien ya estaba despierto y solo sonreía levemente, mostrando sus pequeños dientes de leche.

-No puedo enojarme contigo -dijo divertido y después entró al salón.

Ese día fue como el anterior. Puso a los pequeños a escribir letras grandes y pintarlas con crayones. A Ramón también le dio uno y lo ayudó a sostenerlo.

Se acostó con él en el futón a la hora de la siesta, esperando que se durmiera para poder acomodar un poco el salón.

El pequeño se apegaba mucho a su pecho y olfateaba allí, como si buscara algo. Quackity sonrió ante eso, imaginando lo que quería.

-No, pequeño cachorro. Yo no tengo leche, lo siento -acarició su cabello negro. No sabía si le entendía o no, pero se rió por lo bajo al ver un pequeño puchero en su rostro.

El durmió tranquilamente, y mientras lo hacía, Quackity se levantó para acomodar el sitio. Después, cuando pasó la tarde y llegó la hora de que los padres llegaran, el hermano mayor de Chayanne tardó un poco en llegar. Él era quien cuidaba del pequeño cuando sus padres trabajaban.

-¡Buenas tardes, Quackity! Lamento la demora, mi auto se descompuso -dijo él con algo de pena. Su cabello despeinado siempre le había gustado.

-No pasa nada, Tommy. El pequeño Chayanne te esperó pacientemente -sonrió y se despidió del pequeño cachorro-. Solo somos tú y yo otra vez, pequeño -le dijo, y este solo sonrió.

Quackity ayudó a Ramón a pararse. Caminaba despacio, pero se veía contento de hacerlo.

-Bien, bien, un pie frente al otro -colocó un osito de peluche al frente suyo para que fuera por él. Así tendría un poco más de confianza y una meta para caminar.

Como el suelo donde estaban tenía una suave alfombra, no le preocupaba mucho que cayera de trasero. Lo dejó de pie y fue hasta donde estaba el peluche.

Era una distancia de uno o dos metros, pero sabía que el pequeño podría hacerlo. Tomó el juguete y lo empezó a agitar en el aire.

-Aquí, Mon. Ven, toma el osito si puedes -Quackity podía ver cómo Ramón daba pasitos vacilantes y sonreía por lo que hacía-. Solo un poco más, Ramón.

El pequeño caminó, lento pero seguro. Su cabello corto y negro se mecía con cada pasito que daba. Al final, rió y tomó el juguete, cayendo hacia adelante, pero Quackity lo atrapó y rió.

-¡Lo hiciste, Ramón! ¡Bien hecho! -alabó al pequeño y lo abrazó, frotando su mejilla con la del cachorro, haciéndolo reír-. Cuando tu papá llegue, se lo puedes mostrar -dijo, sabiendo que el alfa podría alegrarse por eso. Era un buen avance; había caminado dos metros sin caerse.

-No te preocupes, ya lo vi todo -dijo una voz. El híbrido de pato se quedó de piedra. Volteó lentamente hacia donde estaba el alfa y lo encontró apoyado en la puerta del salón.

-S-Señor Buhajeruk... -Quackity sentía su rostro arder, incluso sus orejas. Miró la hora y vio que ya eran las cinco y diez minutos. Vaya, que era puntual.

El híbrido se acercó al mayor para entregarle al pequeño. Ramón chilló y rió felizmente en los brazos de su padre, emocionado por lo que acababa de lograr.

-Iré por su mochila -dijo Quackity, dejando a padre e hijo un momento mientras buscaba la mochila del pequeño. Podía escuchar susurros del mayor y pequeñas risas del menor.

Le gustaba bastante verlos de esa forma.

-Aquí está la mochila, Señor Buhajeruk. Que tenga una buena noche -sonrió, y el pelinegro sacó su vista de su cachorro para mirarlo a él. Luego tomó el bolso.

-Dime Spreen. Tampoco me digas señor, me hace sentir como si estuviera en la tercera edad -dijo el alfa, dándose la vuelta para irse. Quackity solo asintió con su rostro rojo-. Adiós, Quack.

-¿Quack? -se preguntó, alzando una ceja y mirando por donde el alfa se había ido.

Le dejó el corazón revoloteando y una cálida sensación en el estómago.

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Holaa! Nuevo capítulo que lo disfruten!

Aquí se cambian los papeles de fit y spreen.

Me agrada spreen papá luchon por una historia que leí.

Me dan ideas para quien sea la madre de Ramón?

:)

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