Capítulo 6

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—¿De verdad ves tanto a mi pequeño como tu hijo que tu cuerpo respondió a ello? —Quackity tragó saliva por cuarta vez, sentía la garganta muy seca

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—¿De verdad ves tanto a mi pequeño como tu hijo que tu cuerpo respondió a ello? —Quackity tragó saliva por cuarta vez, sentía la garganta muy seca.

Asintió despacio ante la pregunta del pelinegro. Ahora estaban sentados en el comedor de la casa de Spreen. Ramón jugaba en el suelo con unos juguetes, mientras ellos hablaban de lo que les habían dicho en el hospital.

Ahora Quackity era la madre, no biológica, pero seguía siendo la madre de Ramón. Una parte de él estaba contento con eso, pero su parte racional le gritaba.

¡No había tenido ni una cita con Spreen y ya había reclamado su lugar en su pequeña familia!

Si su vida fuera una película, ¿cómo se llamaría? ¿Madre por accidente? Sonaba justo como lo que acababa de suceder.

—¿Qué harías si te dijera que me mudaré a otro país y me llevaréa Ramón conmigo? -El aire en sus pulmones se detuvo por completo.

Miró al alfa con algo de temor. Spreen estaba serio, con los brazos cruzados sobre su pecho. No podía, Spreen no podía hacerle eso. ¡Era su pequeño, no podía quitárselo!

-¡Te lo prohíbo, no puedes llevarte a Ramón lejos de mí! -No supo en qué momento se había levantado de su asiento, golpeando la mesa con las manos, mostrando sus pequeños colmillos a la defensiva.

-¿Baba? -Ramón dejó lo que estaba haciendo para mirar a los mayores. Podía sentir la molestia del omega. Daba algo de miedo verlo molesto, eso nunca sucedía.

Spreen, por su parte, solo sonrió, confundiendo más al omega.

-Tanto lo quieres, eh? ¿Dónde estuviste antes? Si te hubiera encontrado, quizá mi hijo no hubiera sufrido tanto.

Quackity se sintió avergonzado, muy avergonzado, y una parte de él estaba molesta. Spreen le había hecho una prueba.

-Yo lo quiero, no pienses en alejarlo de mí-dijo Quackity con firmeza. Había formado un lazo con Ramón, y si los separaban, ambos iban a sufrir bastante.

Spreen le sonrió, una sonrisa tranquila y leve.

-No lo haré, Quackity, y tú ya no podrás escapar de mí tampoco. No te dejaré ir.

Quackity se sonrojó levemente ante esa declaración; supo leer entre líneas. Una mano pequeña jaló su ropa, y al mirar hacia abajo, vio a Ramón queriendo subir a su regazo.

El omega lo alzó con cuidado, sentándolo en sus piernas. El pequeño giró rápidamente hacia su pecho, tocando allí. Ya era su hora de comer, y desde que empezó a amamantar a Ramón, no había vuelto a tocar sus biberones.

Se levantó la camisa, acomodando al pequeño para que pudiera comer tranquilo. Ramón dio un ronroneo complacido mientras succionaba su pezón con ganas.

Quackity alzó el rostro para ver al pelinegro. Los ojos morados de Spreen eran intensos sobre él, y no se despegaban de sus pechos. Tragó saliva, sintiendo su rostro arder, más rojo que un tomate.

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