El silencio que se había extendido entre los dos hombres luego de que Christine fuera a cambiarse se rompió en el momento que Karim chasqueó su lengua. Emmerich lo miró por unos segundos, notando el filo de preocupación mezclado con peligro en los ojos ambarinos de su amigo. Reconocía esa mirada. Era la misma que siempre tenía cuando trataba de atar los cabos de alguna de sus investigaciones. Ahora, más que nunca, podría aprovechar la mente analítica de su amigo para poder trazar juntos una posible solución al problema Daaé. Sin embargo, primero debía juntar coraje para explicar cómo había llegado hasta allí, con Christine.
― ¿Vas a explicarme por qué trajiste a la hija de Hans Daaé a tu casa y por qué te mira como si fueras la respuesta a todas sus preguntas?
Emmerich presionó la lengua contra su paladar, como siempre hacía cuando estaba frustrado y exhaló despacio. Karim tenía derecho a saber, de eso no había dudas, pero no estaba seguro de querer confesarle absolutamente todo lo que había ocurrido entre él y Christine. No valía la pena, realmente, pues sabía que no iba a volver a ocurrir. Que no debería volver a ocurrir. Además, si lo decía en voz alta, eso solamente haría que se sintiera peor de lo que ya se sentía.
― ¿Recuerdas el contrato que tuve que firmar ayer? ¿El de la compañía polaca?
Karim asintió lentamente, mientras regresaba junto a la cafetera y accionaba el mecanismo para hacer un cappuccino. Emmerich frunció el ceño al verlo hacer eso, pues hasta el día anterior su amigo se mantenía alejado de la máquina cómo si esta en cualquier momento fuera a arrancarle un brazo. Recordó parte de la conversación que había escuchado entre él y Christine y su expresión se suavizó.
― Había recibido una invitación a una mascarada en honor a Hans Daaé y pensé ¿por qué no?
―Emmerich se pasó ambas manos por el cabello mientras se daba cuenta que nunca debería haber ido a esa jodida mascarada.
―Y allí conociste a Christine
Fue el turno de Emmerich de asentir y agradeció que Karim estuviera preparando tres tazas. Abrió el cajón de cubiertos y tomó uno de los varios sorbetes de metal que tenía ahí. Lo observó por unos segundos antes de suspirar y dejarlo a mano. Por más que quisiera no usarlo frente a ella, no le quedaba opción.
― ¿Por qué quieres hablarle de los de Chagny? Ya sabes las decisiones que su padre tomó ―había reproche en la voz de Karim y Emmerich supo que no era contra él, sino la emoción que siempre tomaba a su amigo cada vez que esa familia era mencionada. No lo culpaba, lo entendía.
― Nadie puede cambiar las decisiones que Hans tomó pero puedo, podemos ―clavó su mirada de ese verde casi eléctrico sobre Karim ―evitar que Christine cometa el mismo error. Además, Hans ha llamado a Christine para decirle que él iba a desaparecer por un tiempo y que ella...debe confiar en mi ―sus últimas palabras fueron apenas un susurro que se ahogó aún más contra la tela de la bufanda negra. Esperaba que Hans no hubiese cometido un error.
― ¿En ti?
― En mi, si
― Espera, ¿cómo supo quien eres? ¿Cómo te reconoció?
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Un dueto en silencio
RomanceEn este retelling moderno (y ultra spicy) de El Fantasma de la Ópera de Gastón Leroux vamos a poder disfrutar de esta conocida historia de otra manera. -- La joven Christine Daaé conoce a Emmerich Roux, un hombre que oculta demasiados misterios det...