¿Conocidas?

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Seguimos conduciendo en silencio, y el camino hacia mi casa nunca me había parecido tan largo. Sentía cómo el tiempo se estiraba y el peso de su presencia a mi lado me hacía sentir más pequeña en mi propio espacio. Llegar a mi casa me daba cierta sensación de alivio, aunque también me preocupaba lo que podría pasar una vez que estuviéramos allí. 

Llegamos a mi casa, estacioné mi camioneta en el garage y de nuevo por instinto, ayudé a Camille a bajar, entramos a la casa por la puerta que da al comedor, a pesar de su apariencia un tanto desordenada, Camille no pareció inmutarse. Entró y empezó a observar el lugar con curiosidad.

—¡Es acogedor! —exclamó, sentándose en el sofá.

Yo me quedé en la entrada, sintiendo una mezcla de timidez y emoción. Era la primera vez que alguien venía a mi casa.

—Gracias, creo —respondí, sin saber muy bien qué más decir.

Ella se acomodó y sacó su laptop de la mochila.
—Entonces, ¿de qué deberíamos hablar en el ensayo? ¿lobos, vampiros? —preguntó, emocionada.

Mientras comenzábamos a trabajar, la conversación fluyó con naturalidad. Hablar de seres místicos hizo que, por un momento, olvidara la realidad abrumadora que me esperaba. Pero había una sensación extraña en el aire, como si algo más estuviera en juego. Tal vez, solo tal vez, esta nueva conexión podría cambiar la forma en que los demás me veían. Pero, más importante aún, podría cambiar la forma en que yo me veía a mí misma.

Seguimos trabajando por dos horas más sin descanso, concentradas en nuestras tareas, hasta que de pronto sentí cómo mi estómago rugía de hambre. Camille debió haberlo escuchado, porque soltó una pequeña risa, y yo inmediatamente me sonrojé de vergüenza.

—Creo que es hora de tomar un descanso —sugirió, con una sonrisa divertida—. ¿Por qué no pedimos algo de comer?

Asentí, todavía avergonzada, y nos sentamos en una mesa cercana mientras revisábamos el menú para pedir algo rápido. Mientras esperábamos la comida, el ambiente se relajó un poco. Camille parecía disfrutar el momento, y después de unos minutos de charla ligera, cambió el tema, mirando de reojo con curiosidad.

—Por cierto, ¿ya has descubierto tus habilidades? —preguntó, con un toque de interés genuino en su voz—. Siempre me pregunto cómo es cuando llegan.

Me quedé pensativa por un segundo, jugueteando con el vaso de agua que tenía frente a mí. Suspiré antes de responder.

—Todavía no... —dije, con un pequeño encogimiento de hombros—. Aún no cumplo 18. Estoy a una semana de mi cumpleaños, pero no siento nada especial todavía.
– Vaya, ¿así que una semana, eh? ¿Has pensado cómo pasar tu cumpleaños? – Esa pregunta me tomó por sorpresa, ya que solo mi tío y mi padre lo sabían.
– Suelo ir a comer con mi padre a un restaurante, pero nada fuera de lo común – respondí con indiferencia.

Al escuchar eso, Camille frunció levemente el ceño. Parecía que la idea de una celebración tan simple no la convencía del todo.
– ¿Eso es todo? – preguntó, visiblemente preocupada. – ¿No has pensado en hacer algo diferente? Quizás podríamos salir ese día, celebrar de otra forma... Ya sabes, invitar a algunos amigos, hacer algo más especial. Es tu cumpleaños, después de todo.

Su propuesta me sorprendió un poco. No estaba acostumbrado a que alguien se interesara tanto en mis planes, pero su entusiasmo era contagioso, y por un momento consideré la idea.

– No lo había pensado – admití, intentando disimular mi sorpresa. – Pero podría ser divertido. Quizás podríamos hacer algo juntos ya que amigos, no tengo muchos por si te habrás dado cuenta jajaja pero ¿qué hay de ti?
—Yo tampoco he cumplido los 18 aún, y mis habilidades tampoco se han manifestado. A veces me preocupa que no lo hagan a tiempo. Es como si todos a nuestro alrededor ya tuvieran algo especial y estuvieran listos para el Torneo.

Su tono tenía un matiz de ansiedad, y pude sentir que compartíamos la misma inquietud. Era imposible ignorar la presión que pesaba sobre nosotros. 

—Es raro pensar que, en tan solo una semana, podría cambiarlo todo para mí —le confesé—. Aunque sé que no todos desarrollan sus habilidades a tiempo, no puedo evitar pensar en lo que pasará si no lo logro.

Camille asintió, mirando fijamente su vaso como si buscara respuestas en él.
—Es una locura... Toda nuestra vida hemos esperado este momento, pero a veces siento que no estoy preparada para lo que vendrá después.

Nos quedamos en silencio por un momento, ambas reflexionando sobre lo que significaba estar tan cerca de un cambio tan radical. No era solo la expectativa de descubrir qué habilidad controlaríamos, sino también el peso de saber que entrar al Torneo era algo inevitable para quienes lo lograban. No todos éramos elegidos, y no todos sobrevivían a las pruebas. La incertidumbre era aterradora, pero también inevitable.

—Bueno, solo nos queda esperar —dije finalmente, intentando romper la tensión—. Tal vez cuando llegue el momento, todo tenga sentido.

Camille sonrió de forma tenue, como si intentara tranquilizarse a sí misma.

—Sí, supongo que sí. Pero mientras tanto... ¿qué te parece si disfrutamos de este descanso? —propuso, levantando su vaso en un gesto despreocupado.

Reí suavemente y asentí. Aunque el futuro se sentía incierto y abrumador, en ese momento me di cuenta de que no estaba sola en esa sensación. Camille y yo estábamos en el mismo barco, y en una semana, nuestras vidas cambiarían para siempre, con o sin habilidades.

Camille sonrió, satisfecha con mi respuesta, aunque rápidamente cambió de tema como si no quisiera que le diera demasiada importancia.

– Regresando a tu padre, ¿dónde está? – preguntó con curiosidad.
– Está trabajando – respondí sin darle mucha importancia. – Debe llegar en la noche o quizá mañana.

Ella asintió, comprendiendo que ese tema no daba para más. Enseguida volvió a cambiar de conversación, como si tuviera una lista infinita de preguntas e historias en mente. Era imposible que se quedara sin tema, y eso hacía que hablar con ella fuera sorprendentemente fácil.

La Prueba de Los ElegidosWhere stories live. Discover now