Capitulo 3 - el guerrero que se alzo

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El rugido del público sacudió la arena cuando Morfeus dio la señal para iniciar el combate. Los ojos de Yael Therion, el rey invicto de las calles, centelleaban con una mezcla de emoción y crueldad. No perdió tiempo y, con la velocidad y el instinto de un depredador, lanzó una feroz patada directa al torso de Nagraxeth, el imponente rey de los dragones. Las alas del dragón se desplegaron ligeramente, y sus ojos, llenos de desprecio, no perdieron de vista a su oponente. Con un movimiento preciso, Nagraxeth bloqueó la patada con su brazo recubierto de una armadura reluciente, el metal resonando al contacto con el impacto.

El dragón esbozó una sonrisa arrogante, pero antes de que pudiera jactarse de su defensa, Yael ya había lanzado otro ataque. Una segunda patada, dirigida con una precisión implacable, impactó en el lado derecho de la cabeza de Nagraxeth, haciéndolo tambalear. El público contuvo el aliento al ver al rey de los dragones recibir un golpe tan brutal, pero Nagraxeth se recuperó con rapidez, su mirada ahora llameante de ira. Sin perder el ritmo, Yael se lanzó hacia él, capturando la nuca del dragón con ambas manos y descargando tres rodillazos demoledores en su abdomen. Los golpes resonaban como el crujir de huesos y metal, sacudiendo el cuerpo de Nagraxeth.

Pero a pesar de los golpes, el rey de los dragones no se dejó intimidar. Mientras Yael preparaba un cuarto rodillazo, Nagraxeth contraatacó con una velocidad sobrenatural. Sus garras afiladas como cuchillas se movieron en un arco letal, buscando cortar las piernas del peleador callejero. Yael, con los reflejos que solo años de batalla en las calles podían otorgar, dio un salto hacia atrás, esquivando las mortales garras por centímetros.

Nagraxeth, ahora enfurecido, se lanzó hacia adelante con un rugido. Su mano derecha, cubierta por un guante de garras afiladas, cortó el aire, y en un solo movimiento preciso, abrió una herida en el abdomen de Yael. La sangre brotó de la herida, pintando de rojo la arena. Pero Yael no retrocedió. En lugar de mostrar dolor, su sonrisa se ensanchó, casi como si disfrutara del desafío.

—Tienes una velocidad formidable —gruñó Yael, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y locura—. Pero no creas que esto será tan fácil.

Con una risa desafiante, Yael lanzó una ráfaga de golpes con la velocidad de un huracán. Nagraxeth, a pesar de su tamaño y fuerza, apenas pudo mantenerse al día. Intentaba bloquear los ataques con sus brazos y alas, pero algunos golpes atravesaron su defensa, impactando en su torso y enviándolo volando contra las rejas que rodeaban la arena. El impacto fue brutal, y el cuerpo del dragón se estrelló contra las barras metálicas con un sonido ensordecedor.

—Estás peleando en mi territorio, amigo —gruñó Yael mientras se acercaba a Nagraxeth, que aún intentaba recomponerse del impacto. Lo atrapó por la cabeza, levantándolo del suelo con facilidad, y lo azotó contra las rejas con una brutalidad que hizo temblar la arena.

Pero Nagraxeth no era un oponente cualquiera. El dragón, enfurecido, lanzó un zarpazo que cortó profundamente el brazo de Yael, forzándolo a soltar su agarre. Aprovechando el momento, Nagraxeth desplegó sus poderosas alas y con un aleteo ascendió rápidamente hacia el cielo, buscando una ventaja táctica en la altura.

—¡No tan rápido! —gritó Yael, sin mostrar señales de miedo. Con una velocidad y fuerza impresionantes, agarró la cola del dragón antes de que pudiera elevarse demasiado. Tiró hacia abajo con toda su fuerza, haciendo que Nagraxeth cayera de nuevo al suelo con un estruendo que sacudió toda la arena.

El dragón, aunque sorprendido por la increíble fuerza de Yael, no perdió el control. Con un movimiento rápido y calculado, utilizó su cola como un látigo, conectando golpes certeros y dolorosos en el abdomen de Yael. El peleador callejero gruñó de dolor, pero no retrocedió.

Aprovechando la oportunidad, Nagraxeth agarró a Yael por la cintura y, con un poderoso batir de alas, se elevó rápidamente en el aire. Las gradas de la arena quedaron muy por debajo de ellos cuando el dragón soltó a Yael desde una altura peligrosa. El público contuvo el aliento mientras el rey de las calles caía en picada hacia el suelo. El impacto fue devastador, y la arena tembló cuando Yael chocó contra el piso, levantando una nube de polvo.

Nagraxeth, decidido a aprovechar su ventaja, realizó una impresionante maniobra aérea. Descendió en picada hacia Yael, dispuesto a aplastarlo con todo su peso. Pero en el último segundo, Yael rodó fuera del alcance del dragón, demostrando una agilidad increíble a pesar del dolor.

—¡Maldito seas! —gritó Yael con una risa feroz mientras se levantaba de un salto. Antes de que Nagraxeth pudiera reaccionar, Yael lo atrapó por el cuello. Con una sonrisa oscura, sacó un tabique de su estómago y, con un golpe brutal, lo rompió contra la cabeza del dragón. El impacto fue devastador, y Nagraxeth tambaleó, aturdido.

—Eso fue asombroso —dijo Yael con una risa oscura, su voz cargada de respeto y emoción—. Eres un peleador increíble. Pero no me subestimes, aún queda mucho por pelear.

Nagraxeth, recuperándose del golpe, esbozó una sonrisa peligrosa. —¿Así que crees que esto es todo? —murmuró, mientras su cuerpo comenzaba a cambiar. Su piel se endureció y sus garras crecieron, convirtiéndose en parte de su cuerpo. De su boca empezó a salir humo, un indicio del poder que estaba desatando.

—Vamos a ver si puedes con el 50% del poder de los dragones —dijo confiado, su voz reverberando como un trueno.

Yael, lejos de sentirse intimidado, esbozó una sonrisa aún más amplia. Su mente volvió brevemente a su pasado, a esos días en que se sentía perdido. Recordó cómo había abandonado la universidad, cómo había pasado meses en su habitación lamentándose por no haber sido capaz de concentrarse o seguir adelante. Pero también recordó el momento en que, gracias a los empujones de amigos cercanos, empezó a entrenar kickboxing. Se volvió un experto, pero las reglas del deporte lo limitaban. Deseoso de una libertad mayor, exploró otras artes marciales, buscando algo que lo dejara pelear sin restricciones. Eventualmente, encontró su hogar en las peleas callejeras clandestinas, donde podía desatar todo su poder sin ataduras.

De vuelta en la arena, Yael se preparó para la siguiente fase del combate. —A diferencia de mi mundo —dijo, su voz llena de una risa oscura—, aquí no hay reglas que me prohíban acabar contigo.

Con una risa inquietante, respiró profundamente y, con una mirada feroz, exclamó: —¡Que comience esta segunda fase!

Somnium: Guerra de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora