Yael, exhausto, vuelve a ponerse en guardia, esperando el próximo golpe de su enemigo. A medida que el frío empieza a apoderarse de la arena, nota que el suelo comienza a congelarse bajo sus pies. Con un salto ágil, evita el hielo que amenaza con atraparlo. Pero en el aire, su enemigo no lo deja escapar. Con un rugido ensordecedor, Nagraxeth, el dragón celestial, lo embiste con una fuerza devastadora, lanzándolo nuevamente al suelo. La arena vuela en todas direcciones cuando Yael impacta contra ella, sintiendo cómo su cuerpo, cada vez más agotado, lucha por resistir.
Yael: ("Aún puedo... dar más.") —susurra para sí mismo, levantándose con dificultad, mientras el dragón lo observa desde las alturas.
Sin darle tiempo para recuperarse, Nagraxeth se abalanza sobre él una vez más, agarrándolo con una garra gigantesca. Como si fuera un muñeco de trapo, lo lanza por los aires con furia, enviándolo volando al otro extremo de la arena. Yael cae con fuerza, levantando una nube de polvo al chocar contra el suelo. La multitud observaba expectante desde las gradas, pero en su mayoría ya lo daban por vencido.
Nagraxeth: —Mi rival ya no puede levantarse —anuncia con voz profunda y poderosa—. ¿Es posible pedir una rendición? —pregunta, mirando al árbitro en busca de alguna señal.
El árbitro guarda silencio, inmóvil. Pero Nagraxeth, impaciente, empieza a caminar lentamente hacia Yael, convencido de que la victoria es suya. Cada paso que da es acompañado por el crujido de la arena bajo sus pies y el siseo del hielo que sigue formándose a su alrededor.
La mente de Yael viaja a otro lugar. Recuerda noches más tranquilas, bajo las luces de la ciudad, donde las peleas callejeras le dieron una razón para vivir. Chicago. La ciudad que lo vio crecer y donde encontró un propósito en las batallas clandestinas.
Había recibido una propuesta. Una oferta que no podía rechazar: una pelea callejera a muerte. Sin reglas, sin límites. El ganador lo ganaba todo; el perdedor, su vida. Yael aceptó sin pensarlo dos veces.
Yael: ("Después de encontrar mi vida en las peleas callejeras, encontré una gran felicidad. Incrementé mi fuerza y, más importante, mi valor. La gente ya no me temía.") —recordaba esos momentos, desde su primera victoria, hasta la vez en que llenó un estadio por primera vez. Cómo representó a su país, y cómo se ganó el respeto de los suyos.
Yael: ("Poder dar la vida en lo que más amo es mi deseo... Luego ella apareció, brindándome la oportunidad de probarme a mí mismo en una pelea contra mi archienemigo.")
Abre los ojos, enfocado nuevamente en la realidad. Desde las gradas, puede ver a uno de sus mayores rivales: Dester, el asesino. El mismo hombre que tantas veces intentó acabar con él.
Yael: ("Así que no puedo morir, no sin probarle a ese hijo de puta quién es el mejor.") —pensó, lleno de determinación.
De repente, siente una energía recorriendo su cuerpo. Sus manos, aunque adoloridas y cansadas, comienzan a oscurecerse, cubriéndose con una especie de aura negra que se materializa como unos guantes improvisados. La lucha aún no había terminado.
Yael: —Esto no será mi límite. Ahora te probaré que soy el campeón y protector de las calles —declara, mientras sus ojos reflejan un fuego abrasador que no ha sido extinguido.
Nagraxeth, con una sonrisa desdeñosa, responde:
Nagraxeth: —Solo ríndete de una vez —gruñe mientras prepara una embestida fatal, dispuesto a acabar con Yael en un último ataque.
El dragón celestial se lanza contra Yael a toda velocidad, pero, contra todo pronóstico, Yael logra frenarlo. Agarrando a Nagraxeth por los cuernos, lo detiene antes de que pueda estrellarlo contra la pared de las gradas. Con una muestra de fuerza impresionante, Yael lo carga y lo azota contra el suelo, rompiendo uno de sus cuernos en el proceso.
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Somnium: Guerra de los Sueños
Science FictionEl mundo de los sueños se quedo sin Rey y la única forma de ver quienes e queda es con una torneo bienvenido al torneo Corona del sueño donde se enfrentaran peleadores de las sueños y pesadillas y tu de que lado estas