Selene había adquirido un aspecto temible, casi inhumano; su cuerpo se cubría de sangre, y sus ojos ahora eran de un negro insondable, como si reflejaran la nada misma. Cada paso suyo dejaba un rastro oscuro y denso, marcando la arena con la esencia de su propia sangre. Sus músculos vibraban, y la sed de lucha que emanaba era tan intensa que parecía extenderse por el aire. Lyria la observaba sin inmutarse, con una serenidad que ocultaba su determinación. Sabía que estaba por enfrentar a la Selene en su forma más poderosa, y su corazón ardía al sentir la presión de la batalla final.
Desde las gradas, Cosmos observaba con intensidad, incapaz de apartar la mirada. Con una voz solemne, pronunció sus palabras con fuerza, como una bendición cargada de esperanza:
—Confío en tu instinto de lucha, Lyria... alza el nombre del sol en cada rincón de esta arena.— Los ojos de Cosmos brillaban con determinación mientras veía el choque inminente entre las fuerzas de luz y oscuridad.
Un rayo estalló en el cielo, y la arena tembló cuando las guerreras se lanzaron al combate. Sus primeros movimientos fueron un intercambio brutal de golpes, una danza de poder en la que el choque de sus ataques resonaba como un trueno. Selene, envuelta en su fase oscura, era una fuerza destructiva que lanzaba golpes contundentes; sin embargo, Lyria mantenía su ritmo, con el sol a sus espaldas llenándola de energía. Sus ataques, respaldados por ráfagas de calor y rayos abrasadores, hacían vibrar el campo, elevando la temperatura hasta un punto insoportable.
Pero por más calor y luz que Lyria proyectara, el cuerpo de Selene resistía sin desfallecer, y la sangre que formaba su guadaña, oscura y letal, permanecía intacta. La energía solar de Lyria no podía derretirla ni desvanecerla, convirtiendo el combate en un enfrentamiento de pura resistencia. La pelea se redujo a una lucha a puño limpio; ni Selene ni Lyria daban un solo paso atrás, como si estuvieran ancladas en la arena, empujando sus límites con cada golpe.
A medida que el combate avanzaba, Lyria comenzó a sentir una rigidez extraña en su brazo derecho, hasta que de pronto se paralizó por completo. Con desconcierto, intentó moverlo sin éxito. Sus pensamientos se tornaron alarmantes, y miró su brazo para notar que la piel se tornaba oscura, como si estuviera siendo cubierta por una capa de obsidiana.
"¿Qué está pasando... por qué siento este peso?" —Lyria frunció el ceño, recordando de repente un antiguo escrito sobre el contrato solar.
Las antiguas escrituras mencionaban que la energía solar no consumía energía vital del portador ni lo cansaba, pero también advertían un límite. Si un guerrero solar llegaba al extremo de sus fuerzas, su cuerpo se entregaría al sol, transformándose en un ser inerte, dejando tras de sí solo la memoria de su poder. Esa era la advertencia que los antiguos habían dejado grabada, y Lyria ahora entendía que estaba al borde de cruzar ese umbral.
"Si no acabo pronto con esta batalla... me convertiré en una estatua de obsidiana, un sacrificio al sol." Sus pensamientos se llenaron de resolución. "Estoy dispuesta a dar mi vida, si es lo necesario."
Lyria respiró hondo, y con una determinación feroz, canalizó el poder del sol hacia ella. La temperatura de la arena se disparó a un punto inimaginable, obligando a Cosmos y Nocturno a intervenir, levantando barreras protectoras alrededor de la audiencia, quienes sintieron el poder abrasador acercarse a ellos. Dragones y hadas, espectadores de la batalla, retrocedieron, sintiendo el calor envolverlos.
—Ese calor es devastador... ni siquiera yo, siendo un dragón, podría soportarlo,— murmuró Eli, observando la escena con una mezcla de respeto y asombro. Aún así, mantenía su mirada en Selene, intrigado por su fortaleza. —Me pregunto si Selene puede soportarlo... el choque de estas fuerzas es increíble.—
A pesar del calor sofocante, Selene parecía no dar señales de ceder. Estaba rodeada de una neblina negra y humo, vestigios de su propia sangre evaporándose lentamente bajo la presión. Lyria, decidida a culminar su sacrificio, levantó el rostro hacia el cielo y pronunció sus últimas palabras:
—Esta será mi última batalla... daré el ciento por ciento de mí al sol.—
Un estruendo monumental resonó en la arena, como si el mismo cielo hubiera respondido a su llamado. El sol descendió, concentrando su energía en un solo punto hasta crear un resplandor tan cegador que ni siquiera los observadores más experimentados pudieron resistir mirarlo. La arena quedó envuelta en un brillo incandescente, dividiéndose en dos mitades: una bañada en una luz celestial para Lyria y la otra cubierta en sombras densas, un reino de penumbra para Selene.
Las dos guerreras se lanzaron nuevamente al combate, sus fuerzas opuestas chocando como un duelo de la propia luna y el sol. Lyria brillaba con una intensidad insólita, su cuerpo ahora envuelto en una armadura de obsidiana que se formaba mientras el calor devoraba su propia carne. Por otro lado, Selene luchaba por mantener su forma, su guadaña empezaba a vibrar y derretirse a medida que su sangre se evaporaba. Sintiendo la urgencia del momento, Selene miró su arma, notando cómo comenzaba a desintegrarse.
"No tengo mucho tiempo..." pensó, apretando la empuñadura con fuerza mientras el sudor y la sangre se mezclaban en su frente. La guadaña se desmoronaba, y en un intento desesperado, se lanzó hacia Lyria, quien también sentía el peso de sus propios límites.
La batalla, ahora sin armas, se tornó en un combate cuerpo a cuerpo, cada golpe resonando con la fuerza de su voluntad. Los puños de ambas guerreras colisionaban una y otra vez, y cada impacto levantaba una onda de energía y polvo en la arena. Cosmos observaba con asombro y respeto, susurrando a Lyria palabras de ánimo.
—Cada golpe que das es un paso hacia la victoria. Puedes hacerlo, Lyria. Gana, y restauraré tu poder... ¡solo gana!—
Nocturno, desde su posición, mantenía una expresión de duda, sus ojos observaban cada movimiento de Selene con gravedad.
—¿Será capaz de resistir hasta que Lyria sea congelada en obsidiana?— cuestionaba en voz baja, sus palabras cargadas de preocupación.
La arena resonaba con el último esfuerzo de las guerreras, los movimientos eran rápidos pero cada vez más pesados. Los rostros de ambas comenzaban a reflejar el cansancio extremo. Lyria, cubierta hasta los pies en obsidiana, avanzaba con pasos cada vez más pesados mientras sus extremidades crujían bajo el peso de su destino. Selene, por su parte, intentaba aferrarse a la última pizca de energía en su cuerpo, consciente de que su sangre estaba siendo evaporada y que cada instante la acercaba más a la extenuación.
En un último y feroz intercambio, Selene lanzó un puñetazo que impactó en el pecho de Lyria, pero la resistencia de esta última se mantenía inquebrantable. Lyria respondió con un movimiento veloz, logrando atrapar a Selene en un punto débil y, con un giro rápido y mortal, sujetó el cuello de Selene con una fuerza descomunal. El cuerpo de Selene comenzó a perder vitalidad mientras Lyria se convertía en una estatua de obsidiana.
Ambas guerreras permanecieron congeladas en esa postura, un tributo eterno a la intensidad de su batalla. Lyria, transformada completamente en una figura de obsidiana, sostenía a Selene, cuyo rostro reflejaba la última expresión de combate. Había terminado, y la arena, dividida en sombras y luz, quedó en silencio mientras los observadores guardaban respeto por la magnitud de lo que acababan de presenciar.
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Somnium: Guerra de los Sueños
Science FictionEl mundo de los sueños se quedo sin Rey y la única forma de ver quienes e queda es con una torneo bienvenido al torneo Corona del sueño donde se enfrentaran peleadores de las sueños y pesadillas y tu de que lado estas