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Prólogo:
"Qué difícil es ver cómo el amor de tu vida es feliz con el amor de su vida."
Esas palabras me han perseguido durante años. Siempre las había escuchado en labios de otras personas, en películas, en conversaciones ajenas. Nunca pensé que llegarían a definir mi vida, a instalarse en mi pecho como un recordatorio constante de lo inalcanzable que puede ser el amor.
Sergio.
Siempre Sergio.
El hombre que llenaba mi vida sin siquiera darse cuenta. El hombre que, sin proponérselo, me ofrecía pequeñas luces en medio de mis días más oscuros, solo con su risa, solo con su presencia. El hombre que nunca me amaría, porque ya había dado su corazón por completo a alguien más. A Jules.
Y yo, en silencio, observaba desde las sombras.
Me enamoré de Sergio antes de darme cuenta de lo que realmente sentía. No fue algo repentino, no fue un amor violento ni incontrolable. Fue más bien un goteo constante, una acumulación lenta de momentos insignificantes que, al final, se convirtieron en todo lo que tenía. Me conformaba con lo poco que él me ofrecía, con sus sonrisas casuales en el pasillo, con sus historias animadas sobre su trabajo en el asilo. Me decía que era suficiente, que su felicidad, aunque no fuera conmigo, me bastaba.
Pero me mentía.
Siempre me mentí.
Jules estaba allí, en el centro de todo. Sergio lo miraba con la devoción que nunca me brindaría a mí, y yo, aunque dolía, lo aceptaba. Porque eso era lo que significaba amar a Sergio: aceptar que él amaba a otra persona.
Entonces, todo cambió. Un disparo, una vida arrebatada.
