Capítulo 4 ⛈️

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Narrador: Max

Nunca había visto algo tan devastador como el funeral de Jules. Y he estado en muchos funerales. He visto lo peor del ser humano, el dolor más crudo, la pérdida más desgarradora, pero nunca había presenciado algo como lo que vi ese día. El aire estaba cargado de una tristeza que se sentía en los huesos, algo mucho más profundo que las lágrimas que caían en silencio. Era como si el mundo entero hubiera cambiado para siempre en ese instante.

Lo más doloroso no fue el ataúd de Jules, ni las palabras de despedida, ni siquiera las lágrimas de sus familiares. Lo más doloroso fue Sergio. Lo vi desmoronarse frente a mí, una y otra vez, incapaz de procesar lo que estaba ocurriendo. Parecía que su cuerpo estaba presente, que estaba allí en la ceremonia, pero su mente, su corazón... todo en él estaba destrozado, disperso en algún lugar donde el dolor era insoportable.

Sergio no lloraba como los demás. No había gritos, no había súplicas, no había esas manifestaciones de duelo que son tan familiares en los funerales. Lo suyo era un llanto silencioso, una desesperación muda que era aún más desgarradora. Sus ojos, enrojecidos y vacíos, se clavaban en el ataúd de Jules como si no pudiera aceptar que dentro de esa caja de madera yacía el hombre al que amaba más que a su propia vida. Era una mirada rota, sin esperanza. Algo en Sergio había muerto junto con Jules, y todos lo sabíamos.

Yo me quedé al margen, observando desde lejos. No era mi lugar estar más cerca. Nadie sabía cuánto había amado a Sergio, y menos aún cuánto me dolía verlo así. Me mantuve en silencio, sintiendo el peso de la culpa aplastarme, sabiendo que todo esto era culpa mía, aunque nadie lo supiera.

El cielo estaba gris, como si también estuviera de luto, y una leve llovizna caía, cubriendo todo con una capa de tristeza aún más palpable. Mientras todos se despedían de Jules, cada gesto de Sergio era una puñalada en mi pecho. Él estaba destrozado. Era como si hubiera perdido toda voluntad de vivir, como si el mundo ya no tuviera nada más que ofrecerle.

Quise acercarme a él tantas veces. Quise decirle que no estaba solo, que yo estaba allí para él, que si bien no podía reemplazar lo que había perdido, nunca lo dejaría caer. Pero cada vez que lo veía, algo me detenía. La culpa, el miedo, el hecho de saber que yo era la causa de todo esto. No podía mirarlo a los ojos sin sentir que le había fallado. Y lo peor de todo es que sabía que nunca podría confesarle la verdad.

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Narrador: Sergio

Los días después de la muerte de Jules se convirtieron en una neblina densa, espesa, que me envolvía y me arrastraba sin rumbo. Todo era borroso, distorsionado, como si viera mi vida a través de un cristal roto. No sabía qué día era, ni cuántas horas había pasado desde que lo vi por última vez. Solo sabía que no volvería a verlo. Nunca más.

Me despierto a menudo con el pecho vacío y el corazón pesado. El cuerpo no responde como antes; mis manos tiemblan, y la fuerza que antes encontraba en mi risa, en mi energía, se ha disipado por completo. La cama en la que compartíamos tantas noches felices ahora me resulta insoportable. Cada rincón de este lugar lo grita. Grita su ausencia.

Miro al techo durante horas. No hay paz en el silencio, solo el eco del dolor. Las sombras en las paredes parecen moverse, como si el dolor hubiera cobrado vida y me susurrara al oído cada segundo que pasa: "Jules ya no está. Jules ya no está."

Me cuesta respirar, como si el aire mismo se hubiera vuelto más denso, más pesado, ahogándome lentamente. Y lo peor es que ya no me importa si lo hace.

Through the Depths of Heartache ~ Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora