Capítulo 9 🌧️

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Max no había podido dormir bien esa noche. El recuerdo de Sergio, frágil y roto, lo había mantenido despierto hasta la madrugada. Cada detalle de la escena lo había perseguido: la palidez de Sergio, el temblor en sus manos, la soledad opresiva que llenaba su apartamento. Sabía que algo tenía que hacer, algo más que simplemente estar allí y observar. Sergio necesitaba más que solo palabras, necesitaba un gesto que mostrara que no estaba solo, que había alguien que se preocupaba lo suficiente por él como para no permitir que siguiera descendiendo en el abismo en el que estaba atrapado.

Se levantó temprano, demasiado temprano para alguien que apenas había dormido, y se dirigió al mercado local. No era un cocinero talentoso, y lo sabía. Pero hoy no era un día para improvisaciones. Necesitaba hacer algo que realmente ayudara a Sergio, y eso empezaba por alimentarlo. Compró lo más nutritivo que pudo encontrar, queriendo asegurarse de que lo que llevaría a Sergio fuera algo que no solo lo obligara a comer, sino que también lo ayudara a recuperar algo de energía.

En la tienda, Max seleccionó con cuidado cada alimento, calculando el valor nutritivo de cada uno. Escogió una mezcla de frutas frescas—arándanos, fresas, rodajas de piña y trozos de mango—junto con almendras y nueces para añadir a un yogur griego natural. También eligió pan integral, aguacates, y huevos de corral para preparar tostadas con aguacate, una de las pocas recetas sencillas que sabía que no podía estropear. Finalmente, decidió llevarle algo de proteína más contundente, un poco de salmón ahumado y queso feta, que sabía que añadirían algo más de sustancia a la comida.

Max regresó al apartamento cargado de bolsas, su mente ya en la escena que estaba por enfrentar. Sabía que Sergio no lo recibiría con los brazos abiertos, pero había decidido que, si no podía hacer nada más, al menos se aseguraría de que Sergio comiera algo decente y nutritivo.

Max tocó la puerta de Sergio de nuevo, esta vez más temprano que la noche anterior. Sabía que Sergio estaba ahí dentro, todavía envuelto en su dolor. Esperó unos segundos. Finalmente, la puerta se abrió lentamente, y allí estaba Sergio, con los mismos ojos opacos, pero con una resignación que indicaba que esperaba la presencia de Max. No había sorpresa, ni siquiera molestia, solo una aceptación silenciosa de que este hombre no lo dejaría en paz.

—Te traje algo para desayunar. —dijo Max sin preámbulo, levantando las bolsas con comida—. Vamos a desayunar juntos.

Sergio lo miró por un momento, como si no comprendiera del todo lo que estaba ocurriendo. Había una mezcla de confusión y agotamiento en su rostro, como si no supiera cómo procesar que alguien insistiera tanto en quedarse a su lado. Sin embargo, no dijo nada, solo se hizo a un lado, permitiendo que Max entrara.

Max caminó hacia la cocina de Sergio, una cocina que, aunque bien equipada, no parecía haber sido usada en mucho tiempo. Colocó con cuidado las bolsas sobre la encimera y comenzó a sacar los ingredientes. El silencio era pesado, pero Max lo llenó con acciones. Sabía que Sergio no tenía fuerzas para discutir o resistirse, pero eso no significaba que aceptaría fácilmente lo que él estaba haciendo. Max no le dio tiempo para pensarlo.

—Yo no soy el mejor cocinero, —dijo mientras sacaba el pan integral y comenzaba a preparar las tostadas—. Pero traje algunas cosas que que te gustarán. —Mientras hablaba, cortó los aguacates en rodajas finas, los salpicó con un poco de limón y empezó a montar las tostadas con una precisión que no esperaba de sí mismo.

Sergio, desde la puerta, observaba con una mirada fija pero distante. No se movió hacia la mesa, ni hizo gesto alguno para participar. Simplemente lo observaba, como si todo lo que Max hacía le resultara ajeno. Como si estuviera observando a alguien más, en otro lugar, haciendo algo que no tenía nada que ver con él.

Through the Depths of Heartache ~ Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora