Después del caos en el baño, Sergio secó las últimas gotas de agua de sus brazos, mirando cómo el gato, completamente mojado, se escondía debajo de la mesa del comedor, visiblemente molesto por el fallido intento de baño. Max aún estaba en el umbral del baño, sonriendo ligeramente ante la escena, cuando de repente su teléfono comenzó a sonar. El tono de la llamada rompió el pequeño momento de calma que ambos habían logrado construir.Max se acercó al teléfono, su expresión se endureció al ver el nombre en la pantalla. Era el trabajo. Sabía que, dada su posición en el FBI, las llamadas de emergencia podían llegar en cualquier momento, pero no esperaba tener que irse tan pronto.
—Tengo que contestar esto, —dijo en voz baja, mientras salía del baño y caminaba hacia la sala.
Sergio lo observaba desde el umbral, una pequeña punzada de preocupación creciendo en su interior, aunque no dijo nada. Sabía que el trabajo de Max era peligroso, pero nunca había preguntado sobre los detalles. No quería saber. Su relación con Max seguía siendo ambigua, a pesar de la compañía que últimamente había comenzado a aceptar.
Max atendió la llamada, su rostro volviéndose serio al instante. Había una urgencia en su tono mientras hablaba con alguien del otro lado de la línea.
—Sí, estoy disponible. ¿Dónde es? —preguntó Max mientras se ponía de pie, sus ojos fijos en el suelo, claramente mentalizado para lo que estaba por venir.
Sergio comenzó a sentir una leve incomodidad mientras observaba a Max hablar. La realidad del trabajo de Max siempre había sido una sombra en su interacción. Sabía que Max trabajaba en situaciones peligrosas, pero verlo a punto de irse por un caso de emergencia le recordaba lo inestable que podía ser la vida de Max. Max colgó, con la expresión más seria y concentrada que Sergio le había visto en semanas.
—Tengo que irme. —Max dijo, cortante pero sin dureza, mientras recogía sus cosas con rapidez. Su tono era de disculpa, pero al mismo tiempo, había un sentido de urgencia que Sergio no podía ignorar.
Sergio asintió, sabiendo que no tenía derecho a pedir más explicaciones. Max vivía una vida completamente distinta a la suya, y esa realidad siempre había estado presente entre ambos. Eran dos mundos separados que se cruzaban por momentos, pero en el fondo, Sergio seguía sin saber cómo encajar del todo a Max en su vida. Aun así, no podía ignorar la sensación de vacío que sentía cada vez que Max tenía que irse.
—Cubre un caso de emergencia, —dijo Max, casi como si estuviera explicándose—. No sé cuándo regresaré, pero...
Se detuvo un segundo, su mirada fija en Sergio, buscando algún indicio de cómo se sentía realmente el hombre frente a él. Sergio no dijo nada, simplemente asintió de nuevo, tratando de ocultar la oleada de emociones que empezaban a surgir en su pecho.
—Está bien, —murmuró Sergio finalmente—, ve con cuidado.
Max tomó sus cosas y se acercó a la puerta, haciendo una pausa antes de salir.
—Voy a estar al pendiente, —dijo, su voz firme pero con una preocupación sincera—. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.
Sergio se limitó a asentir, sin poder articular ninguna respuesta que no se sintiera forzada. Max lo miró por última vez, como si estuviera buscando alguna señal de que Sergio estuviera realmente bien, pero finalmente abrió la puerta y se fue, cerrándola tras de sí.
El silencio regresó al apartamento. Sergio se quedó de pie en la sala, sintiendo cómo el vacío de la ausencia de Max empezaba a llenar el espacio una vez más. El gato, aún mojado, salió de debajo de la mesa y comenzó a olfatear los muebles, dejando pequeñas huellas de agua por todo el suelo.
Sergio suspiró, caminando hacia la ventana para mirar el exterior. La realidad de estar solo lo golpeó de repente. Había comenzado a acostumbrarse a la presencia de Max, a las visitas inesperadas, a la extraña rutina que Max había impuesto en su vida sin que él lo pidiera. Pero ahora que Max se había ido, aunque solo temporalmente, el peso del vacío volvía a apoderarse de él.
El gato se subió a una silla cercana, observándolo con sus grandes ojos. Sergio lo miró por un momento, la soledad en su pecho se mezclaba con recuerdos que había intentado enterrar. Jules. Su mente, que había estado ocupada con la presencia de Max y las tareas cotidianas, ahora comenzaba a retroceder a ese lugar oscuro, ese espacio en el que había pasado tanto tiempo atrapado desde que Jules había muerto.
"Nunca tuvimos un gato por Jules," pensó mientras miraba al pequeño felino. Jules era alérgico, pero siempre bromeaban con la idea de adoptar uno. Todo eso ahora era un recuerdo distante, una posibilidad que nunca se cumplió.
Sergio se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos mientras los recuerdos lo abrumaban. No había querido volver allí, a ese lugar de tristeza profunda, pero sin la distracción que Max le ofrecía, se sentía arrastrado nuevamente hacia ese abismo. Todo lo que había intentado dejar atrás volvía a la superficie con una intensidad insoportable.
Jules. Todo lo que Jules representaba, todo lo que habían construido juntos. ¿Cómo seguir adelante cuando todo eso había desaparecido de un golpe? Sergio había intentado enterrar esos sentimientos durante los últimos dos años, pero en momentos como este, cuando estaba solo y sin la distracción de alguien más, el dolor regresaba con fuerza.
El gato saltó al sofá, acercándose a Sergio con curiosidad, como si sintiera la tristeza que lo envolvía. Sergio abrió los ojos y lo observó por un momento, el pequeño animal moviéndose torpemente sobre el cojín hasta que finalmente se acurrucó a su lado.
—Al parecer vas a causar muchos destrozos, ¿verdad? —murmuró Sergio, casi en voz baja, mientras acariciaba suavemente la cabeza del gato. El contacto con el felino le ofrecía una pequeña distracción, algo que lo mantenía presente en ese momento, aunque solo fuera por unos segundos.
Pero los pensamientos seguían volviendo, los recuerdos de Jules, las imágenes de su vida juntos, de la noche en que todo cambió. Sergio había intentado no pensar en ello, había hecho todo lo posible por bloquear esos recuerdos, pero ahora que Max no estaba, su mente estaba desbordada. Era como si, sin Max allí para anclarlo al presente, el pasado lo arrastrara de nuevo a ese dolor insoportable.
El pequeño gato, ahora seco, se acurrucó aún más cerca de Sergio, y por primera vez en mucho tiempo, Sergio se permitió un pequeño respiro. No era mucho, pero en medio de su desesperación, ese pequeño gesto del gato le recordaba que aún había vida a su alrededor, aunque fuera en formas diminutas.
Se recostó en el sofá, permitiéndose sentir el peso de la soledad sin caer completamente en ella. Los recuerdos de Jules seguían presentes, pero con el pequeño felino a su lado, había algo tangible que lo mantenía aquí, aunque fuera solo por ahora.
☁️🐈
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Through the Depths of Heartache ~ Chestappen
Fanfiction"Qué difícil es ver cómo el amor de tu vida es feliz con el amor de su vida." Un disparo, una vida arrebatada.