Una paz aparente

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Es irónico. A pesar de llevar unos dos o tres meses en esta nueva vida, haber estado en lugares impresionantes e incluso en otras dimensiones, casi no conozco la ciudad en la que vivo.


En serio, aparte de la iglesia, el gimnasio, el barrio rojo y el centro comercial, no sé nada más. Ni siquiera sé el nombre de la ciudad menos el de la calle en la que vivo.


Y, ¿por qué pienso esto ahora? Bueno, es porque mientras barría, como siempre, noté que a unas pocas calles de la iglesia se alcanzaba a ver vagamente una pequeña plaza con varias tiendas, puestos de comida, una fuente y cosas bastante interesantes. En pocas palabras, la típica plaza de siempre, una que hasta hoy no había notado.


Lo cual era una sorpresa agradable, una sorpresa que pronto trajo consigo un pensamiento aleatorio que no entendía del todo, pero que supongo que tenía que ver con mi pasado pues apenas me di cuenta de la  existencia de la plaza este pensamiento apareció en mi cabeza de manera inconsciente

"Me pregunto si habrá una cafetería que venda té de boba," pensé, sintiendo de repente el antojo de un buen té de boba  acompañado de unos palitos fritos de mozzarella.

"¿Veo que a alguien se le antoja salir a dar un paseo?" preguntó una voz que venía detrás de Alice.

Cuando Alice escuchó la voz, se dio la vuelta y se encontró con la mirada divertida de Sarvante, quien lo observaba con una sonrisa claramente entretenida. La razón de su risa era obvia: pues este  llevaba al menos cinco minutos viendo cómo Alice barría la entrada de la iglesia sin moverse ni un centímetro, mientras se encontraba perdida en sus pensamientos mirando la plaza en la distancia.


"Pero aún no termino las labores del hogar," escribí en mi pizarra, intentando ocultar el hecho de que me había quedado completamente distraída.

" Las labores pueden esperar un poco. Además, entre tú y yo, ese escalón ya está a punto de brillar de tanto que lo has barrido," comentó Sarvante con picardía.

"......."

Tras su comentario, el calor subió a mis mejillas, y antes de darme cuenta, mi rostro se había puesto rojo como un tomate. Sentía cómo el sonrojo invadía mis blancas mejillas, haciéndolas parecer dos pequeñas manzanas maduras bajo la atenta y divertida mirada de Sarvante, quien claramente estaba disfrutando más de la cuenta mi vergüenza.

" Perdón me distraje un poco ",escribí en mi pizarra todavía apenada por la situación.


" Si realmente quieres disculparte, entonces hazme el favor de acompañarme a dar un paseo", respondió Sarvante, con una sonrisa traviesa, mientras le daba un toque en la frente a Alice  con su dedo.



"¿ Y si alguien viene hoy a la iglesia?" Escribí, mientras intentaba refutar para ocultar instintivamente mi vergüenza.


Lamentablemente, mi intento solo resultó en un leve tirón de mis mejillas, mientras Sarvante adoptaba una expresión ligeramente triste.

" no creo que nadie llegue hoy mi niña, ni mañana ni el día después de mañana" dijo sarvante  con un leve toque de tristeza en sus palabras..


"........ "


Aunque las palabras de Sarvante eran algo desalentadoras, Sarvante decía la verdad. Incluso Alice, con su optimismo habitual, dudaba que alguien viniera hoy. Después de todo, durante todo el tiempo que llevaba siendo monja, no había visto a nadie cruzar las puertas de la iglesia, ni para recibir sermones ni para confesarse.

Las únicas personas que han visitado la iglesia son aquel repartidor que solo vino a entregar comida y su collar; de ahí, nadie más ha entrado lo cual es algo escandaloso pues la iglesia no es que estuviera en un lugar apartado.


"Puedo llevar a mis amigos," escribí, con la intención de cambiar de tema, pues no deseaba lastimar a Sarvante al sacar este asunto doloroso a flote.


¿Soy una monja?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora