13: 1999

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Era un lunes cualquiera de 1999, y las calles se llenaban de ese aire veraniego que anticipaba el fin de la primavera. Los niños recorrían las calles en bicicleta hacia la secundaria, otros llevaban patinetas colgadas de sus mochilas llenas de llaveros. Los colores vibrantes y las estampas de personajes como “Los Rugrats” o “Beavis and Butt-Head” parecían el uniforme no oficial de toda la generación. En los pasillos solo se hablaba de “I Want It That Way” de los Backstreet Boys y del rumor de que un chico en tercer año había logrado “piratearla” en un CD grabable.

Entre toda esta agitación, un niño de cabello rubio desordenado, que había intentado sujetar con una coleta algo malograda, corría desesperado por los pasillos con una jaula en la mano. Su camisa blanca asomaba bajo una chaqueta de lana con bordados de colores, y sus jeans demasiado largos estaban arremangados a la altura de los tobillos. Los frenillos en su boca lo obligaban a sobresalir un poco los labios hacia adelante, como si hiciera una mueca de pato, mientras sus pecas se dispersaban como manchitas sobre su cara. Las gafas de fondo de botella con un marco en tonos marrones le cubrían media cara, dándole un aire de ratón de biblioteca.

Ese era Felix Lee, el cuidador de Paco, el hámster de la señora Robinson, al que llevaba en su jaula por los pasillos, corriendo con los cordones de las zapatillas sueltos. En su carrera, sintió que algo tropezaba en su camino. No supo bien si fue su propia torpeza o algún obstáculo invisible, pero el caso fue que la jaula salió disparada de sus manos, y Paco voló por los aires hasta desaparecer en el armario de limpieza del conserje.

Felix tragó saliva, empujando sus gafas mientras sentía las risas detrás de él. No era la primera vez que se burlaban de él, pero ahora mismo le preocupaba más Paco. Se levantó apresurado, agarró la jaula y corrió hacia el armario con los cordones de sus zapatillas rozando el suelo.

Al llegar, se encontró cara a cara con Park Jinwon, el bravucón del colegio. Alto y fornido para su edad, con una chaqueta de cuero gastada y un peinado cuidadosamente despeinado, Brian sonrió con malicia al ver a Felix en apuros.

—Mira nada más, el empollón perdió su ratón —dijo Jinwon cruzando los brazos mientras lo miraba divertido—. ¿Y ahora qué, cuatro ojos? ¿Vas a llorar?

Felix intentó no mostrar su nerviosismo, pero antes de que pudiera responder, alguien apareció junto a él. Era un chico alto y delgado, con un suéter tan grande que le quedaba casi como una capa y un corte de cabello en forma de hongo. Changbin, el defensor inesperado, miró a Jiwon con una expresión seria, aunque su voz apenas fue un susurro.

—Déjalo en paz, Park —le dijo Changbin, tratando de sonar firme.

Los amigos de Jiwon soltaron una carcajada al unísono, burlándose de la valentía de Changbin. Uno de ellos, un chico tan ancho que ocupaba casi todo el marco de la puerta, le dio un empujón leve.

—¿Y qué vas a hacer tú, palillo? ¿Darnos una charla sobre cómo no salir volando con la brisa? —se mofó otro de los bravucones.

Los bravucones seguían riéndose entre ellos, ignorando por completo la intervención de Changbin. Sin embargo, en ese momento apareció otro chico, un poco más alto que Changbin y algo más robusto, aunque seguía teniendo un aspecto torpe y de apariencia frágil. Tenía el cabello castaño rizado que apenas asomaba bajo un par de lentes redondos y gruesos. Vestía una camisa de cuadros abotonada hasta el cuello que parecía asfixiarlo, y sus pantalones de vestir beige estaban perfectamente combinados con un cinturón de cuero y unos zapatos lustrados. Era Chan, que siempre llevaba un libro bajo el brazo y tenía una expresión seria.

—Déjenlo en paz —dijo Chan, en un tono tranquilo pero firme.

Jinwon y sus amigos intercambiaron miradas y rieron aún más fuerte, burlándose ahora de los tres. Felix observó cómo los bravucones rodeaban a Chan y Changbin, mientras Jinwon se cruzaba de brazos y lanzaba una mirada llena de desprecio.

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⏰ Última actualización: Oct 28 ⏰

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