3: El Suéter Maldito

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Felix, Chan y Jisung revolvían cajas polvorientas y maletas viejas en el ático de la cabaña. La luz del sol se filtraba a través de una pequeña ventana, iluminando montones de recuerdos olvidados de su adolescencia. Chan sacó un par de zapatos con suela desgastada y una mirada nostálgica.

—¿Son estos los viejos zapatos de la suerte de Changbin? —preguntó, levantando uno como si fuera una reliquia.

Felix estalló en carcajadas. —¡Oh, sí! Los usaba en cada día porque pensaba que lo hacían correr más rápido... Aunque lo único que hacían era hacerle tropezar.

Jisung se inclinó hacia una caja llena de papeles y encontró unas notas amarillentas de chelo. —Miren esto, chicos, las viejas partituras de Seungmin. ¿Recuerdan cómo insistía en que iba a ser el próximo Yo-Yo Ma?

Chan rió. —Sí, hasta que descubrió que prefería dormir en clase que practicar.

Jisung seguía revolviendo y, de repente, su rostro se congeló. Sacó un pequeño cráneo y algunos huesos diminutos, con expresión de horror. —Oh, Dios... ¡Es el hámster de Hyunjin! ¡El que se suponía que se había ahogado en el lago!

Felix y Chan se acercaron rápidamente, mirándolo con sorpresa.

—¡No puede ser! —exclamó Felix, poniendo una mano sobre su boca. —¿Cómo terminó aquí?

Chan frunció el ceño, pensando. —Tal vez fue una conspiración…

Jisung soltó una risa nerviosa. —O quizás simplemente se murió aquí, de aburrimiento, escuchando a Seungmin practicar el chelo.

Los tres se rieron, pero pronto se miraron con seriedad.

—¿Estamos de acuerdo en que Hyunjin jamás debe saber esto? —preguntó Chan, con una mano levantada como si estuviera sellando un pacto.

Felix asintió vigorosamente. —Jamás. Lo último que necesitamos es un Hyunjin escandalizado y llorando otra vez por Fluffy.

Jisung se rió, alzando los huesos con una reverencia teatral. —Fluffy, fuiste un buen roedor. Pero Hyunjin seguirá creyendo que fuiste nadando a casa de tu familia.

Todos se rieron mientras Jisung metía los huesos en una caja con mucho cuidado, como si fuera un acto sagrado. Luego, Felix siguió hurgando y de repente soltó un grito de alegría.

—¡Oh, miren lo que encontré! —exclamó, sacando un suéter de lana enorme, feo y visiblemente áspero, con un estampado que parecía una mezcla de colores pixelados —. ¡Mi viejo suéter!

Chan y Jisung intercambiaron una mirada de alarma inmediata, como si hubieran visto una señal de peligro.

—Oh, no... —murmuró Chan en voz baja, frotándose la sien—. No otra vez…

Jisung no pudo contener una carcajada. —Felix, ese suéter te hacía parecer un espantapájaros colorido. ¿Te acuerdas de cómo te picaba tanto que no podías dejar de rascarte?

Felix lo abrazó como si fuera un tesoro, sin importarle sus burlas. —¡Exacto! ¡Por eso era perfecto! Nadie se me acercaba… ¡tenía mi propio espacio personal!

Chan sacudió la cabeza con una sonrisa. —Más bien, todos estaban preocupados de que te diera sarna con solo mirarte.

—¿Sarna? —replicó Jisung, con una risa exagerada—. ¡Yo pensé que estaba tejido con ortigas!

Felix se puso el suéter con una gran sonrisa. —Bueno, puede que sea feo, pero al menos es memorable. Y nadie más tiene uno igual.

Chan suspiró, resignado. —Claro, porque el único otro suéter como ese probablemente fue incinerado por razones de seguridad.

Niños Grandes (skz ships)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora