Era una tarde tranquila, y después de terminar con nuestras tareas personales y del trabajo, él me miró con una expresión de preocupación.
Él: —Las ventas han bajado muchísimo, y eso me tiene realmente angustiado.
Yo: —Lo entiendo. Pero tenemos que pensar en hacer algo, algo que sea atractivo.
Él: —¿Y qué propones?
Yo: —¡Y si hacemos sangrías! Podríamos ofrecerlas gratis los viernes, como un "Ladies Night" de 7 a 9. ¿Qué te parece?
Al principio, él me miró con escepticismo, como si dudara de la viabilidad de la idea, pero en el fondo, sabía que siempre había algo especial en mis propuestas.
Él: —¿Tú crees?
Yo: —¡Sí! ¡Vamos a hacerlo!
Me emocionaba ver cómo él no me decía que no. Siempre apoyaba mis ideas, y eso me demostraba que realmente valoraba lo que pensaba. Esa conexión que teníamos, ese juego de ideas, hacía que mi corazón se acelerara un poco más cada vez que pasábamos tiempo juntos.
Él: —Está bien, hagámoslo.
Salimos del bar y nos dirigimos a una tienda cercana. La luz del sol comenzaba a atenuarse, creando una atmósfera cálida y acogedora que reflejaba la energía que sentía en el aire. A medida que recorríamos los pasillos, el entusiasmo crecía entre nosotros.
Yo: —No recuerdo exactamente qué necesitamos, pero podemos preguntar.
Comenzamos a hacer preguntas en varios puestos, riéndonos mientras buscábamos los ingredientes perfectos. Después de algunas pruebas, finalmente creamos una poderosa receta para nuestra sangría. La idea de mezclar frutas frescas, vino y un toque de soda se sentía como un pequeño triunfo.
Él: —¿Te imaginas cómo va a quedar?
Yo: —¡Sangría con frutitas! Va a estar súper rico.
Con la lista de ingredientes en mano, regresamos al bar. La emoción era palpable, y el ambiente se sentía diferente, lleno de posibilidades. La idea de dar un giro a las ventas y atraer a más clientes me llenaba de energía y expectativa.
Una vez que terminamos de preparar la sangría, la servimos en un par de copas. Al primer sorbo, una explosión de sabores invadió mi paladar, y no pude evitar sonreír. Miré a él mientras le daba un sorbo a la bebida.
Yo: —¡Wala! ¡Está riquísima!
Con una risita traviesa, aproveché el momento y le dije:
Yo: —¡Por haber participado en esta receta, tengo derecho a una gratis!
Él se me quedó mirando, y una sonrisa amplia se dibujó en su rostro, llenando la habitación de una luz especial.
Él: —Claro que sí, ¡las que tú quieras!
Por dentro, sentí un torbellino de emociones. Oh, Dios, este hombre me encanta. Cada día que pasaba, me daba cuenta de que lo quería más y más. Aquel momento compartido, la complicidad en la cocina, la forma en que sus ojos brillaban al hablar de nuestras ideas, todo me hacía sentir que estaba en el camino de encariñarme profundamente con él. Pero no sabía cómo expresárselo. El miedo a que mis sentimientos no fueran correspondidos me llenaba de incertidumbre, aunque en mi corazón sabía que había algo genuino entre nosotros.
Con el bar llenándose de vida y risas, sentí que era el momento de dar un paso hacia algo más. Tenía que estar lista para lo que pudiera pasar esa noche.
Yo: —Voy a mi casa un momento. Necesito cambiarme.
Salí rápidamente, mi corazón latiendo con fuerza. La idea de lo que iba a hacer me emocionaba. Quería ponerme un vestido que me quedara lo más sexy posible, algo que me hiciera sentir segura y deslumbrante. Quería que, después de esa noche, él me volviera a hacer suya.
Llegué a casa, mi mente llena de imágenes de él y de lo que podría suceder. Busqué en mi armario un vestido que realzara mis curvas y que me hiciera sentir irresistible. Al mirarme en el espejo, sonreí al ver cómo la tela se ajustaba perfectamente a mi figura. Me sentía lista, pero a la vez nerviosa.
Yo: —Esta noche será especial, lo siento en el aire.
Salí de casa con la determinación de disfrutar cada momento. No podía ignorar la sensación de que algo nos estaba esperando, algo que podría cambiar todo entre nosotros.
ESTÁS LEYENDO
Lo que nunca te dije, pero siempre sentí
RomanceEn una noche cualquiera, cuando la vida parece seguir su curso habitual, un encuentro fortuito en un bar despierta emociones que creía olvidadas. Ella, atrapada en la rutina, acepta la invitación de salir, sin imaginar que su destino cambiaría para...