Capítulo 10: Las heridas de la duda

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Pasé toda la noche llorando y sin poder dormir, maldiciéndome por dentro: ¡Maldición, Patricia! ¿Por qué tuviste que arruinarlo todo? Todo iba tan bien... ¿Por qué te emborrachaste tanto?

Dos días después, a eso de las 7 de la noche, recibí un mensaje. Sin ánimos y sin querer saber de nadie, tomé el teléfono con desgana... y ahí estaba su nombre. ¡Elías! Mi corazón dio un vuelco. Lo abrí rápidamente.

Elías:
"Quiero disculparme por todo lo que te dije. He estado pensando y te creo. Sé que no eres así... Simplemente me dejé llevar por algo que me dijo mi amigo. Pero después de reflexionar, me di cuenta de que no te vi haciendo nada malo. Mi amigo estaba muy borracho y pudo haber inventado todo. Perdóname, por favor 🥹."

Mi corazón latía desbocado. No sabía qué hacer, pero mi necesidad de saber de él fue más fuerte.

Patricia:
—No entiendo cómo pudiste dudar de mí, Elías. Siempre he estado contigo. Comemos juntos, vamos a todos lados juntos... Tú me importas mucho, y la verdad es que me he encariñado contigo. Pero me hiciste sentir como si no significara nada.

Elías:
—Lo sé, Patricia. Eres increíble conmigo, y por eso te escribí para pedirte perdón. No quería que te sintieras así, de verdad.

Patricia:
—Pero ¿cómo pudiste creerle a él en lugar de a mí?

Elías:
—Todo el mundo estaba borracho... Nadie estaba atento, pero ya olvídalo, por favor. Perdóname.

Patricia:
—Me dijiste que confías más en la palabra de tu amigo que en la mía...

Elías:
—¿Vamos a seguir con esto? Te conté lo que él dijo porque confío en ti. Si no confiara, ni siquiera te habría dicho nada. Me habría alejado sin explicaciones.

Patricia:
—¿Cómo puedes pensar esas cosas de mí?

Elías:
—No lo sé, Patricia. No estaba dentro de ti para saber qué hacías... Además, uno borracho actúa diferente.

Patricia:
—Dime la verdad... ¿Le pusiste algo más a mi bebida?

Elías:
—¿Qué? ¿Qué dices? 😦 ¿De verdad crees que soy capaz de algo así? Jamás se me pasaría por la cabeza.

Patricia:
—Bueno...

Elías:
—Perdón...

Patricia:
—Está bien... Perdóname tú a mí (le respondí, haciéndome ahora la ofendida). Bueno, bye. Que tengas un buen día.

Al día siguiente, volvió a escribirme.

Lo que nunca te dije, pero siempre sentí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora