Capítulo 9 - Revelaciones dolorosas

6 1 4
                                    

Con el corazón acelerado, voy hacia el carro apresurada y  procedo a llamar a Elías, deseando que todo esto fuera un malentendido. La voz de Elías al otro lado de la línea sonó fría y distante.

Elías:
—Mira, realmente lo mejor es que dejemos de salir.

Patricia:
-¿Pero por qué? ¿Qué hice?

Elías:
—Patricia, ¿qué tú pensabas? ¡Simón es mi amigo!

Patricia:
—Ajá, lo sé, pero ¿y qué pasó?

Elías:
—Tú pensabas que él no me iba a contar lo que le hiciste anoche.

Patricia:
—¿Qué le hice?

Elías:
-Anoche, borracha, bailando con él, le agarraste el trasero y le dijiste que querías hacer un trío.

Patricia:
—¿Cómo? ¡Eso es mentira! Jamás diría eso. Yo nunca he hecho algo así, y nunca me ha llamado la atención.

Elías:
—Patricia, eres como todas las demás mujeres. No quiero seguir viéndote.

Elías colgó antes de que pudiera replicar, y mi mente se llenó de incredulidad. ¿Cómo podía pensar eso de mí? La sensación de traición me invadió.

Mientras estaba en el carro, las lágrimas comenzaron a fluir desenfrenadamente. Cada sollozo era un eco de la confusión y el dolor que sentía. ¿Por qué tenía que haber sucedido esto?

¿Por qué un simple malentendido podía destruir lo que creía que estábamos construyendo?

Lloré sin parar, sintiendo que cada lágrima era una parte de mí que se rompía. No solo había perdido a Elías, sino que también sentía que mi dignidad se había desvanecido. No soy esa persona, pensaba mientras el llanto me ahogaba.

Con el corazón aún agitado, decidí escribirle a Elías, intentando que entendiera mi versión.

Patricia:
—Elías, por favor, yo no me acuerdo de eso. ¡Eso es mentira! ¡Eso no pasó!

Elías:
—Patricia, qué decepción, de verdad. Seguro te la pasas por ahí teniendo sexo con un montón de hombres.

Patricia:
—Elías, ¡por Dios! ¿Cómo puedes pensar eso de mí? Si siempre estoy contigo, no eres justo. ¡Yo no haría algo así!

Mis ojos se llenaron de lágrimas. ¿Cómo había llegado a esto? Solo recordaba haber bailado y disfrutar de la noche. Entonces decidí escribirle a Liliana, la cajera que había estado presente.

Patricia:
—Hola, Liliana, ¿cómo estás? Necesito que me digas algo y que me seas muy sincera. ¿Tú ayer me viste en algo raro?

Liliana:
—¡Hola! No, realmente no. Solo estabas un poco borracha bailando, pero no...

Patricia:
—Liliana, Elías me dijo que yo le agarré el trasero a Simón y yo no recuerdo eso.
Sin esperar, decidí llamarla.

Patricia (llamando):
—¡Hola! Llorando muchísimo-. Liliana, yo no recuerdo, y me siento súper molesta porque,
¿cómo él va a decir eso?

Liliana:
-Pero Patricia, eso es mentira. ¡Yo a ti realmente no te vi haciendo nada de eso! Solo bailaste y ya.

Patricia:
-Gracias, Liliana.

Las palabras de mi amiga me dieron un leve consuelo, pero aún me sentía atrapada en un torbellino de emociones. La decepción de Elías me dejaba un vacío, y no podía entender cómo una simple noche de diversión había desencadenado un conflicto tan grande.

Me sentía impotente, como si el mundo a mi alrededor estuviera desmoronándose, y todo por un malentendido. ¿Qué iba a hacer ahora? Tenía que encontrar una manera de aclarar las cosas, de luchar por lo que había construido con Elías.

Con el corazón destrozado, le escribí nuevamente a Elías, tratando de hacerle entender mi perspectiva.

Patricia:
—Realmente no entiendo cómo puedes pensar eso de mí. ¡Yo nunca haría eso! Y menos frente a ti, o tú estando ahí. Eso es una falta de respeto. Pero está bien, Elías, yo me alejaré si eso es lo que quieres. Y de verdad, disculpa por todo lo malo que ocasioné, si es que realmente pasó. Chao.

Pero Elías no respondió.

El resto del día se convirtió en una tormenta de emociones. Pasé horas en mi apartamento, las lágrimas fluyendo sin cesar mientras me cuestionaba a mí misma. ¿Qué había salido mal?
Recordaba la noche anterior: la música, las risas, la libertad de bailar. Nunca había imaginado que un momento de diversión pudiera arruinarlo todo.

¿Por qué me había metido en esta situación? Me sentía atrapada entre la confusión y la tristeza, luchando por encontrar respuestas en un mar de recuerdos borrosos. Cada pensamiento que cruzaba mi mente era una nueva punzada en mi corazón. Me preguntaba si Elías realmente creía en lo que decía o si simplemente estaba proyectando sus inseguridades en mí.

La incertidumbre era abrumadora. Pasé el día revisando mi teléfono, esperando que su mensaje llegara, deseando que todo fuera un malentendido que pudiera aclararse. Pero no había señales de vida. ¿Por qué no podía simplemente hablar conmigo?

Mientras las horas se deslizaban, la soledad se hizo más palpable. La sensación de pérdida y traición me envolvía, y aunque intentaba encontrar consuelo en mis recuerdos, solo encontraba vacío.

Era difícil aceptar que alguien a quien había empezado a querer podía dudar de mí de esa manera. ¿Era posible que hubiera arruinado todo
sin quererlo?

Lo que nunca te dije, pero siempre sentí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora