El auto negro aceleraba en dirección a ellas, el sonido del motor rugiendo a través de la lluvia torrencial. Miko sintió el frío del metal cuando ________ le pasó la pistola. Sus manos temblaban ligeramente, pero sus ojos no mostraban miedo, solo determinación. El callejón era estrecho y parecía no tener salida, pero ________ sabía lo que hacía.
—¡Por aquí! —gritó, señalando una puerta lateral entre dos muros grises.
María dudó por un segundo, su respiración acelerada, pero el rugido del auto acercándose la impulsó a seguir. Empujaron la puerta, que se abrió con un chirrido oxidado, y ambas entraron a lo que parecía ser un almacén abandonado.
Dentro, el silencio era abrumador. Solo se escuchaba el eco de su respiración agitada y el sonido de las gotas de lluvia golpeando el techo de metal. El almacén estaba oscuro y cubierto de polvo, cajas viejas y herramientas oxidadas se amontonaban por doquier. El ambiente olía a humedad y abandono, pero al menos ahí estaban seguras… por ahora.
—Esto no puede seguir así, ________ —dijo María, apoyándose contra una de las paredes mientras intentaba recuperar el aliento—. No podemos seguir corriendo. Tarde o temprano nos van a encontrar.
________ la miró, con una expresión endurecida por la desconfianza y el cansancio. Su vida había sido una carrera constante, siempre un paso delante de la muerte, y aunque María se había unido a su mundo, aún no entendía lo profundo del abismo en el que estaban.
—Lo sé, pero no tengo otra opción. Si me detengo… si nos detenemos, todo termina. Y no de una manera bonita.
—No tienes que hacerlo sola. —María se acercó lentamente, poniendo una mano sobre su hombro—. No tienes que seguir cargando todo esto sin ayuda.
La dureza en los ojos de ________ pareció vacilar por un momento. Quería creer en las palabras de María, quería apoyarse en alguien más, pero sabía que su mundo no funcionaba de esa manera. Había demasiados enemigos, demasiados riesgos.
—No puedo ponerte en más peligro del que ya estás —murmuró, apartando la mirada.
—Yo decidí estar aquí —respondió Miko con firmeza—. Sabía en lo que me metía, y aún así elegí quedarme. Porque te amo.
Esa última palabra parecía flotar en el aire, cargada de significado. Los ojos de ________ se suavizaron, y por un instante, la vulnerabilidad que siempre escondía detrás de su fachada impenetrable se hizo visible.
Pero antes de que pudiera responder, un sonido metálico resonó en la distancia. Ambas se tensaron al instante. Los hombres de la mafia habían llegado. Miko sintió el miedo reptar por su cuerpo, pero algo en la mirada de ________ le dio valor.
—Tienes que irte, María —susurró ________, su voz llena de urgencia—. Esta pelea es mía.
—No voy a dejarte sola —respondió María, su tono tan firme como una roca—. Si vamos a salir de esto, será juntas.
Antes de que ________ pudiera objetar, las puertas del almacén se abrieron de golpe. Los hombres de la mafia entraron en fila, sus armas apuntando directamente hacia ellas. El líder, un hombre corpulento con cicatrices en el rostro, sonrió de manera siniestra mientras avanzaba hacia ellas.
—Ah, ________, pensé que podrías haber escapado. Pero parece que no pudiste evitar que te alcanzáramos —dijo, su voz ronca resonando en el almacén—. Y veo que trajiste compañía. Qué… conmovedor.
María se adelantó, sin miedo, su corazón latiendo con fuerza pero su postura firme.
—Si quieres llegar a ella, tendrás que pasar por mí primero.
El hombre rió, divertido por el desafío.
—Eso puede arreglarse fácilmente.
Antes de que pudiera dar una orden, ________ disparó, hiriendo al líder en el brazo. El caos estalló de inmediato. Los disparos resonaron por todo el almacén, el sonido de las balas rebotando en las paredes metálicas. Miko se lanzó detrás de unas cajas mientras ________ disparaba con precisión, derribando a varios de los atacantes.
—¡Tenemos que salir de aquí! —gritó Miko, buscando una salida con la mirada.
Los hombres de la mafia se reorganizaban rápidamente, disparando con furia. El líder, herido pero no derrotado, gritaba órdenes mientras intentaba acercarse.
—¡Corre, María! ¡Es tu última oportunidad! —gritó ________, su voz desesperada.
Pero María no se movió. No podía. No iba a abandonarla. Se arrastró hasta donde estaba ________, tomó una de las pistolas de los hombres caídos y se puso a su lado.
—Te dije que no iba a dejarte —dijo, su voz llena de determinación.
Ambas dispararon al unísono, luchando codo a codo mientras el número de enemigos disminuía. Finalmente, después de lo que parecieron horas, el líder cayó al suelo, mortalmente herido. El almacén quedó en silencio. Solo el eco de los disparos resonaba en el aire.
Miko bajó el arma, temblando de la adrenalina. Se acercó lentamente a ________, que seguía en guardia, su pecho subiendo y bajando rápidamente por el esfuerzo. Cuando el peligro pasó, bajó el arma y la miró, su rostro ensombrecido por la emoción.
—Lo hicimos —susurró María, aún con el corazón acelerado.
________ no dijo nada, solo la miró con una intensidad que dejó a María sin aliento. Finalmente, dio un paso hacia ella y la abrazó. Un abrazo lleno de todo lo que no podía decir con palabras. Un abrazo que era más fuerte que cualquier promesa.
Y en ese momento, ambas supieron que, aunque el peligro aún no había pasado, su amor era lo único que las mantenían en pie.
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Entre Sombras y Pasión ||||| ʸᴼᵁᴺᴳ ᴹᴵᴷᴼ ˣ ᵀᵁ
RandomEn un mundo donde la lealtad a la mafia y el amor verdadero no pueden coexistir, María Victoria (Young Miko) intenta dejar atrás su pasado lleno de peligro y traición. Sin embargo, su corazón sigue atado a _______, una mujer atrapada en el oscuro y...