Locura

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–¿Volverás?

Pregunte en busca de salir de ese limbo que nos retenía.

–Volveré, pero no pronto. Viajaré al norte, a Micenas y Esparta.

Respondió mirando el horizonte como si tales ciudades estuvieran frente a nosotros.

–Nunca he ido a Micenas o a Esparta. Aunque mi madre era espartana, nunca tuvo la oportunidad de volver a su patria.

Dije con pesar. Su vida fue un infierno. Aquel joven que la enamoro resultó ser un alcohólico que la maltrato física y mentalmente. Aveces el amor puede ser muy ciego.

–Algún día te llevaré.

Habló acariciando mi mejilla. Su sonrisa casi inexistente hizo que mi corazón se acelerara. Aunque no era el único. Todo fue magnífico en ese momento. Solo eramos nosotros dos y nuestros corazones acelerados...

...No podía durar para siempre. Su rostro pronto se volvió serio. Algo sucedía y él podía sentirlo. Perseo volteo la mirada hacia el este. Fijándose en el humo que se acercaba rápidamente.

–Será mejor que entres.

Habló y desapareció entre la niebla. Sin dudarlo seguí sus órdenes y entre al lugar que ya se había llenado de humo.

–¿Donde están los demás?

Pregunte.

–Fueron a verificar de donde venia el humo.

Habló sin separar su mirada del pequeño Deo.

...

–También viniste Perseo.

Saludo la personificación del Sol.

–Este humo no me da buena espina.

Habló Hermes. Al acercarnos una batalla nos esperaba.

–Soldados de Esparta.

Hable.

–Y de Atenas... ¿Cómo llegaron aquí?

Este ataque solo pudo haberse originado por uan persona y esa es Ares. Su furia por haber perdido su más grande tesoro lo estaba atormentando.

–Iré a hablar con él.

Anuncie y me encamine. Varios golpes lucharon por impactar mi rostro, pero con rapidez los esquive. Llevo años huyendo de monstruos así que esto no es nada.

–Detente.

Ordené al acercarme lo suficiente. El dios  me miró incrédulo y apuntó su lanza hacia mi.

–Tú te lo llevaste. Desde un principio lo has deseado, al igual que todos este maldito lugar.

Habló con furia. Sus ojos habían perdido todo rastro de cordura y la sangre que se secaba sobre sus mejillas declaraba el peos d esus acciones.

–Estas hablando incoherencias.

Respondí bajando la lanza con ayuda de mi espada. Mi acción fue la gota que derramó el vaso. Pronto su ataque se hizo evidente luchando por herirme son piedad. Temerario coloque la espada sobre mi pecho, deteniendo su fuerte avance. Sus ojos llenos de furia luchaban por destruirme. Mientras que yo solo podía pensar en la seguridad de Calix. No puedo permitirme perder. En un movimiento rápido muevo mi pierna enredando las suyas y obligandolo a caer. Con paciencia espero a que se levante. Lo cual hace con rapidez.

–Te crees muy valiente Perseo, pero solo eres el juguete de los dioses que se ensucia las manos en us lugar. Aunque que s epodia esperar del hijo de uans imple mortal.

Habló. Reconozco que no soy considerado un hijo por Zeus. Que solo soy un simple juguete que hace el trabajo sucio. Pero eso no es un problema, no para mi.  Mi vida ha estado llena de grandes peligros que he enfrentado con valentía.

–¡Ares!

Exclamó la diosa Hera, deteniendo nuestro encontronazo. Un trueno golpeó el suelo y Zeus se hizo presente. Los soldados presentes inmediatamente reverenciaron ante el dios.

–¿Quién demonios te crees?

Pregunto el dios del trueno.

–Alguien robo mi pertenencia más preciada. Y esta guerra no acabará hasta que sea devuelta.

Desafío.

–Compórtate Ares. No quisiera tener que llevarte a juicio de nuevo.

Habló Atenea acercándose.

–Devuelvan a Calix.

Ordenó.

–¿Por que nosotros los tendríamos? Quizás se escapo.

Hecho leña al fuego Eris.

–Tú, tu hiciste esto verdad. Tu te lo llevaste.

Acusó y razón no le faltaba. La diosa sonrió victoriosa al ver al guerrero como un loco.

–Perseo, escuche que partirás a Micenas.

Habló Artemisa acercándose. Su rostro serio se dedico a observar la situación que cerca sucedía.

–Si...

Murmuré.

–¿Donde esta el chico? Se que tu te lo llevaste. Eres el único capaz de robarle a Ares.

La seriedad se apoderó de ambos. Poco a poco me acerqué a su oído.

–Incluso si lo tuviera no te lo diría.

Susurre causandole un gran sonrojo por la cercanía. El no tener contacto con hombres la volvia una mujer vulnerable a cualquier simple susurro. Tras esto me aleje sin mirar atrás.

–¡Maldito!











La Obsesión de los Dioses...κύλιξ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora