Sawamura se levantó de donde había dormido, sintiendo un dolor punzante en todo su cuerpo. Sus ojos se posaron en Miyuki, quien se movía inquieto y tenía gotas de lágrimas deslizándose por sus mejillas. Su corazón se encogió al verlo sufrir; la impotencia lo llenó, pues lo peor de todo era no poder hacer nada para aliviar su dolor. Sin pensarlo, salió de la habitación y se dirigió a la cocina, decidido a preparar algo ligero para su senpai. Sabía que tendría resaca, así que se aventuró a comprar una aspirina, a pesar de que no soportaba tener algo así cerca. Pero lo haría por Miyuki.
Al regresar, un grito desgarrador atravesó el aire, haciendo que se le cayeran las cosas de las manos. Corrió hacia la fuente del alarido. Al abrir la puerta de la habitación del mayor, lo encontró llorando y gritando en un estado de desesperación. Se acercó con cautela, pero notó que aún seguía dormido. Con delicadeza, intentó despertarlo, pero no hubo respuesta.
—Miyuki... Miyuki... Miyuki-senpai...—llamó, pero solo recibió quejas incoherentes a cambio. La preocupación se apoderó de él al notar que el mayor empezaba a faltarle el aire, sudando profusamente. La alarma llenó su pecho y gritó con todas sus fuerzas:
—¡Senpai! ¡Despierta!
—¡MIYUKI KAZUYA! —Sawamura gritó con tanta intensidad que logró sacudirlo. Finalmente, Miyuki abrió los ojos, seguido de un leve susurro.
—Sawa-mura... cof... cof...—dijo, mientras Sawamura le ofrecía un poco de agua que había tomado de la mesita de noche. Miyuki hizo un gesto de agradecimiento, pero, al recobrar la conciencia, se encontró con la imagen de su amigo: sus ojos dorados estaban llenos de lágrimas.
—ERES IDIOTA, ¿SABES QUE ME DISTE UN HORRIBLE SUSTO? ¡ESTÚPIDO MAPACHE CUATRO OJOS!—exclamó, su voz resonando con rabia, pero las lágrimas seguían corriendo por su rostro. Su frustración solo confundió más a Miyuki, que se sentía mareado y no comprendía cómo había llegado a su cuarto o a su casa.
—¡No grites, idiota! ¡Vas a reventar mis tímpanos!
—¡Es tu culpa! ¡Sniff... pensé que... sniff... BUAAA!—Sawamura rompió en llanto, dejando a Miyuki asustado.
En ese momento, la suerte no estuvo de su lado, pues encontró a Kuramochi y Ryo-san en la puerta de su cuarto, observándolos con miradas asesinas. Habían llegado para ver cómo estaba su amigo, pero se sorprendieron al escuchar los gritos de Sawamura.
Ryo-san se acercó al castaño menor y lo abrazó, intentando calmarlo mientras le preguntaba qué había sucedido. Al mismo tiempo, Kuramochi lo sujetaba con fuerza, molesto por haberle dado un susto de muerte.
—¿Por qué la... llave...? ¡MOCHI! —exclamó, forcejeando para que lo soltara, sintiendo que su cabeza retumbaba.
—Porque mira...—respondió Kuramochi, señalando al menor.
—¡BUAAA... BUAAA!
—Ya, calma, Sawamura... Pero, ¿qué pasó? —preguntó Ryo-san con preocupación.
—Es que... nada...—balbuceó Sawamura entre sollozos, incapaz de articular sus pensamientos mientras las lágrimas seguían fluyendo. Sus amigos se miraron, perplejos, sin poder entender lo que realmente sucedía.
—Ya, ya...—le dio palmaditas en la espalda, calmando poco a poco su llanto. Mientras tanto, el pobre "mapache" seguía siendo regañado y sometido a las llaves de Kuramochi, quien, con una mirada asesina, no se detenía.
Cuando Sawamura finalmente comenzó a explicar la situación, todos entendieron el motivo de su susto. También notaron lo sensible que era. Miyuki, por su parte, moría de vergüenza, deseando desaparecer. Kuramochi, sin embargo, no podía contener la risa al ver el estado de su amigo, quien estaba desastroso. Su cara era todo un espectáculo, y eso le resultaba cómico.
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Camino Hacia Mi Destino... [MIYUSAWA]
RandomMiyuki Kazuya un chico de 29 años es unos de los cirujanos más reconocidos y mejores en todo Tokio y Japón a pesar de su edad. Pero en medio de sus rutinas de compras por donde suele hacer ejercicio se encuentra a un chico mal herido que colapsa cua...